Aquí empezó todo. Quién lo iba a
decir. Hoy jugar a este juego es desesperante.
Primero, que no hay ninguna de esas
cosas actuales que tanto odio, como instrucciones en pantalla. En
estos juegos se suponía que te habías leído el manual de
instrucciones, cosa que hoy no supone nadie.
Aquí le das al start y apareces en
medio del bosque. Mosquis. ¿Y ahora? Bueno, iré a esa caverna. Y un
viejo me da una espada. Encima, me dice que es peligroso ir por ahí
solo. Coño, viejo. No acojones, hostia puta.
Y luego hala, búscate la vida. Sólo
ves enemigos. Si tocas estos bichos te hacen daño. Bueno, pues antes
de que me hagan daño ellos a mi se lo tendré que hacer yo a ellos,
digo yo, ¿no? No sé nada del juego, pero que soy el héroe, por
alguna razón, lo tengo claro. Así que el que importa que siga vivo
soy yo.
Deambulas como un tonto por ahí y sólo
ves enemigos. Algún hada te repone la vida, vale. Pero esos casos
son los menos. En general todo el mundo parece diseñado para darme
por culo.
También me he dado cuenta de que
cuando tengo la vida a tope mi espada no sólo mata en plan normal,
sino que despide una especie de rayo láser con forma de espada. Hay
que reconocer que es útil.
Pero en cuanto te dan un toquecito se
acabó la fiesta y vuelta a usar la espada en plan normal.
Vamos, que este juego es un reflejo
perfecto de cómo se vivía en 1986.
Hoy todo está mucho mejor. Hay
instrucciones en pantalla por todos lados. Es imposible que no sepas
jugar al juego. Pero entonces ¡ah, entonces! Entonces éramos duros.