En plena Gran Vía, se han colocado
estos colegas. Claro, saben perfectamente que un turista no sale de
la Gran Vía. Las calles aledañas son verdaderos arrabales en los
que sólo nos podemos meter los auténticos madrileños, hechos de
una pasta especial, inmunes al detritus.
Si eres un puto turista, uno de esos
que fingimos que nos caen simpáticos pero nos caen como supermal, te
recomiendo que vayas por detrás de Gran Vía a visitar la calle
Desengaño, que es la calle de Aquí no hay quién viva, hogar de
Juan Cuesta, presidente de nuestra comunidad.
Si vas a Nueva York imagino que querrás
visitar el edificio de Friends y la cafetería de Seinfeld, ¿no?
Bueno, pues si vienes a Madrid lo suyo es que visites la calle
Desengaño por su alucinante valor pop.
También te digo que por esa calle hay
mucha puta, por si alguna te ofrece sus servicios y, como yo, tú
eres muy pudoroso. No te ofendas, es el rollo. Madrid es así.
En esa calle también hay un
restaurante así como modernito, por si te asustas de la puta y
quieres rodearte de niños memos como tú. Entre niños memos todo
parece hecho de algodón de azúcar, por eso los restaurantes de
niños memos tienen tanto éxito, porque la gente se pirra por los
dulces sabores.
Ahora, si a ti, como a mi, los niños
memos te caen fatal, te invito a que sigas deambulando por el barrio
en busca de sabores más auténticos, como el de las meadas en las
esquinas y las sex shops donde venden popper.
A un amigo le dio una temporada por
traer popper casero. Tenía un amigo que, cual artesano, hacía
popper en casa. Sin embargo este popper era como la mermelada que
hace en casa tu cuñado, una mierda. Olía a pies que te quedas loco.
Se me ocurrió invitar a mi amigo a una
fiesta de la gente del trabajo, gente de publicidad, muy sofisticada
y tal. Pensé que iba a ser el rey de la fiesta con mi amigo que
tenía popper casero y al final fui el pringado, el que había traído
consigo a un tío cuyo bolsillo olía a pies.
¿Pero qué iba a hacer? ¿Dejarlo en
la calle? No, no. Ese no es mi estilo.