jueves, 5 de enero de 2017

Final Fantasy XIII

Cuenta la leyenda que en 1986 Square estaba al borde de la bancarrota. Sólo le quedaba una bala en la recámara, el nuevo juego de Hironubu Sakaguchi. Si ese proyecto no salía bien se irían a la mierda. Así que Hironubu llamó Final Fantasy a ese proyecto. Su fantasía final.


Parece que el hijo de puta de Sakaguchi lo tenía todo pensado. Porque una anécdota de leyenda como esa no te sale de casualidad.

Yo creo que el hijo de puta de Sakaguchi sabía que iba a tener éxito. Algo se olía. Así que preparó toda esa enrevesadísima argucia para que su criatura tuviera aún más bombo. Como si no abultara ya de por sí.


La cuestión es que van por Final Fantasy XV. Y, como predije con celestial tino, ha sido un éxito. Una aventura con protagonistas todo tíos. Un concepto revolucionario en la almibarada sociedad de hoy.

Ya veis qué mierdas de revoluciones hacemos ahora. Tiene que ser todo por lo bajinis, inspirando más que aleccionando. Puta vida.


Final Fantasy XIII fue el primer FF que jugué, así que estaba desprovisto de prejuicios. No tenía FF VII como Santo Grial intocable, a raíz del cual se habrían de crear los demás FF.

Por tanto mi visión era pura. Y FFXIII me encantó. Me sulibeyó.


Así que si un FF tan criticado me pareció estupendo con mis vírgenes ojos quiere decir que los críticos estaban equivocados.

FFXV es una razón de peso para hacerse con una Xbox One.