Charles Burns tiene un estilo
aparentemente muy oscuro pero a mi me parece muy divertido.
Sus personajes son tan retorcidos que a
la fuerza tiene que ser una broma.
Por el mismo motivo me gusta el Sr.
Burns, ya que hablamos de gente que se apellida Burns. El Sr. Burns
me cae bien porque es muy salado.
El Sr. Burns se queja de sus estúpidos
empleados. Tiene gracia porque es verdad, son estúpidos. Pero sólo
el Sr. Burns se atreve a tratarles a latigazos, como desean que se
les trate en realidad, en sus sueños profundos.
Los latigazos hacen que te suba la
bilirrubina. Nada mejor que un buen par de latigazos si aparece el
fantasma del abatimiento. Yo, mejor que Isostar, recomiendo
latigazos.
Isostar, además, lo puede comprar
cualquiera. Sin embargo no tiene el toque artesanal de los latigazos,
que es algo más íntimo. Se establece un bello vínculo entre amo y
esclavo.
No digo que en esa relación de
dependencia psicótica se hayan de basar todas las relaciones
humanas, pero, ey, un poquito sí. Esto es como la sal en los guisos.
Que un poco está bien.
De no ser así las relaciones serán
demasiado prefabricadas y, por comodidad, estaremos haciéndole el
juego a la distopía. Y no es plan.
¡Qué mejor que unos cuantos latigazos
para despejarse por la mañana! ¡Y tú tomando café! ¡Pero serás
memo...!



