Coca-Cola ahora pone en sus latas “Tu
abuela”. ¡Oye, tíos! Un respeto.
Coca-Cola, a lo tonto a lo tonto, se ha
convertido en la marca de tu abuela. No me extraña que Marcos de
Quinto la haya abandonado. ¡Menudo coñazo! Cuando ahora me bebo una
Coca-Cola me parece que estoy bebiendo té. Pero no Nestea, sino el
té de tu abuela con sus amigas. Hay una de 70 que te la follarías.
Pero me estoy alejando del asunto.
Yo ya estoy hecho al Red Bull. El Red
Bull es mi Coca-Cola ahora. Coca-Cola sabe a siglo XX, una cosa como
superdescafeinada. Esto de “chispa de la vida” no tiene nada.
Esto es aguachirri de la vida.
Esto es el siglo XXI. No necesito
“chispa de la vida”, necesito un obús en el que subirme.
Necesito cabalgar a hipervelocidad mientras las formas se difuminan
en colores abstractos a mi alrededor.
Algo más pequeño que eso ya no vale.
Mira, un idiota sintiendo “la chispa de la vida” mientras me
muevo a match 7. ¡Qué pringado!
Marcos de Quintos ha hecho de perillas
largándose de allí. Para tomar el té de la Señorita Pepis es
mejor tomártelo con tu familia, no con tus compañeros de trabajo,
que son unos hijos de puta. En cuanto te descuides te hacen la cama.
Si por lo menos viajasen a hipervelocidad vale. Pero si encima viajan
en burro...
Pero si piensas que esto se arregla con
el marketing estás equivocado. Es un problema de producto. La
Coca-Cola ya no mola. No la marca, la sustancia. La cosa negra. ¡Ya
no mola! ¿Os dais cuenta de lo que estoy diciendo? No sé qué otra
trompeta del Apocalipsis esperáis. Esta era la última trompeta, la
más demoledora.
El producto más poderoso del mundo da
risa. En fin. Esto es terrible. ¡Terrible!
Y para reírme veo Alvin y las
Ardillas, la película.