¡Qué cuqui! Ya que no hay Ikea en la
ciudad tendremos que ir a Zara Home, ¿no?
Zara Home es a donde vas si quieres
toallas pero las de El Corte Inglés te da la sensación de que van a
ser demasiado caras. Así que vas a Zara Home. La putada es que no
venden toallas sueltas, sino todo el pack de cuatro tamaños
diferentes. Y como tú sólo quieres un par de toallas para el
toallero, para secarte las manos las pocas veces que te las lavas,
pues te vas de Zara Home añorando los tiempos mejores, cuando había
mercerías cada dos pasos.
No tengo nada en contra de los gigantes
corporativos, pero, francamente, las tiendas de barrio hacen un
servicio estupendo. Pero a ver quién es el guapo que paga el
alquiler de un local cuando el mejor de los días vendes dos mierdas
mal contadas.
A las personas que no somos gigantes
corporativos, sólo gigantes normales, sólo nos queda la venta por
Internet. Nuestras estructuras de costes son demasiado de andar por
casa. Pero luego en Internet está Amazon. Así que ¿qué
oportunidades tenemos los gigantes normales?
Sólo nos queda esperar la renta
básica, suplicando como pobres. Esperar que los gigantes
corporativos se den cuenta de que si nos aprietan demasiado el cuello
no tendremos dinero para comprar en sus corporativas tiendas. Y
entonces sólo se podrán comprar entre ellos.
Acabaremos dándonos cuenta de que
necesitar-necesitar tampoco los necesitamos tanto. Así que en vez de
ir a Zara Home nos tiraremos a Wallapop, que a lo mejor para comprar
toallas, por higiene, no es lo mejor, pero para el resto de cosas
está cojonudo. Entonces ellos empezarán a hacer estudios de mercado
para averiguar, por ventura, qué diablos pasa.
Pero como resulta que investigaciones
de mercado sólo las hago yo empezarán a darme el dinero a mi. Y yo,
que de tonto no tengo un pelo, les venderé un estudio de mercado un
poco falseado, para que no puedan solucionar sus problemas y me
tengan que volver a llamar. Así hasta que les saque suficiente
dinero como para quedarme a gusto.
Y así, cual gota china, iré
sacándoles hasta el último céntimo. Cuando tenga su fortuna en mis
manos la invertiré en que a mis vecinos les vaya mejor, porque yo
soy un ser avanzado y sé que si al vecino le va bien a mi también.
Sé que si el vecino está contento confiaremos el uno en el otro y
podremos dejar de competir como si fuésemos dos animales salvajes
ridículos.
Y cuando confiemos unos cuantos los
unos en los otros agarraremos unas guadañas e iremos a Zara Home, a
destrozar unos cuantos edredones y bailaremos bajo sus plumas, que
llueven del cielo. Y como ahora somos amigos en vez de rivales nos
reiremos que te cagas, pensando en lo tontos que fuimos antes de
darnos cuenta de algo que es radicalmente evidente.