miércoles, 26 de abril de 2017

Zara Home

¡Qué cuqui! Ya que no hay Ikea en la ciudad tendremos que ir a Zara Home, ¿no?


Zara Home es a donde vas si quieres toallas pero las de El Corte Inglés te da la sensación de que van a ser demasiado caras. Así que vas a Zara Home. La putada es que no venden toallas sueltas, sino todo el pack de cuatro tamaños diferentes. Y como tú sólo quieres un par de toallas para el toallero, para secarte las manos las pocas veces que te las lavas, pues te vas de Zara Home añorando los tiempos mejores, cuando había mercerías cada dos pasos.

No tengo nada en contra de los gigantes corporativos, pero, francamente, las tiendas de barrio hacen un servicio estupendo. Pero a ver quién es el guapo que paga el alquiler de un local cuando el mejor de los días vendes dos mierdas mal contadas.


A las personas que no somos gigantes corporativos, sólo gigantes normales, sólo nos queda la venta por Internet. Nuestras estructuras de costes son demasiado de andar por casa. Pero luego en Internet está Amazon. Así que ¿qué oportunidades tenemos los gigantes normales?

Sólo nos queda esperar la renta básica, suplicando como pobres. Esperar que los gigantes corporativos se den cuenta de que si nos aprietan demasiado el cuello no tendremos dinero para comprar en sus corporativas tiendas. Y entonces sólo se podrán comprar entre ellos.


Acabaremos dándonos cuenta de que necesitar-necesitar tampoco los necesitamos tanto. Así que en vez de ir a Zara Home nos tiraremos a Wallapop, que a lo mejor para comprar toallas, por higiene, no es lo mejor, pero para el resto de cosas está cojonudo. Entonces ellos empezarán a hacer estudios de mercado para averiguar, por ventura, qué diablos pasa.

Pero como resulta que investigaciones de mercado sólo las hago yo empezarán a darme el dinero a mi. Y yo, que de tonto no tengo un pelo, les venderé un estudio de mercado un poco falseado, para que no puedan solucionar sus problemas y me tengan que volver a llamar. Así hasta que les saque suficiente dinero como para quedarme a gusto.


Y así, cual gota china, iré sacándoles hasta el último céntimo. Cuando tenga su fortuna en mis manos la invertiré en que a mis vecinos les vaya mejor, porque yo soy un ser avanzado y sé que si al vecino le va bien a mi también. Sé que si el vecino está contento confiaremos el uno en el otro y podremos dejar de competir como si fuésemos dos animales salvajes ridículos.

Y cuando confiemos unos cuantos los unos en los otros agarraremos unas guadañas e iremos a Zara Home, a destrozar unos cuantos edredones y bailaremos bajo sus plumas, que llueven del cielo. Y como ahora somos amigos en vez de rivales nos reiremos que te cagas, pensando en lo tontos que fuimos antes de darnos cuenta de algo que es radicalmente evidente.