sábado, 15 de abril de 2017

VOSS Sparkling

En el primer trabajo que tuve con un contrato normal, no de becario ridículo, tenían botellas de VOSS Sparkling para ir a la fuente de la cafetería a rellenarlas de agua normal y beber en tu sitio como un buen empleado. Un empleadillo, pero que bebía agua en una botella que se vende en El Club del Gourmet de El Corte Inglés.


Aquello y unos sillones que colgaban del techo con cadenas delataban una aspiración estética amplia. “Aquí no vas a tratar con cualquier mindundi”, venía a decir todo aquello. Y en parte es cierto y en parte no.

Un mindundi nace en el momento en el que te crees la hostia. Esa es la chispa que engendra a un mindundi. Ya ves qué fácil es. Para diseñar a un robot mindundi tienes que decirle al ingeniero que lo construya para pelar patatas y al programador tienes que decirle que el hardware es para mandar cohetes a la luna.


Ese robot dará mucha risa, porque se pasará la vida intentando mandar cohetes a la luna pero sus cualidades físicas, impepinables, no se lo permitirán hacer jamás. Si quieres que la robótica tenga algún futuro toma nota de esto. Necesitamos robots bufones.

Hoy en día existe un terrible desfase entre software y hardware. El software aspira a mandar cohetes a la luna. Los millennials nos atrapan con bellas fábulas que nos hacen soñar que tocar a Dios será posible. Sin embargo, si te das un paseo por la calle, te darás cuenta de que lo que más hay por ahí son Pentium II.


Yo soy un pelín más práctico. Yo, limpio de toda soberbia, no puedo pretender que el más tonto de mi barrio entienda mis complejas ecuaciones mentales. La primera reacción es eliminar al tonto, pero cuando llegues a conclusiones más avanzadas, querido millennial, te darás cuenta de que no es posible el avance si no es todos juntos.

Tú, como el tonto pelao, eres parte de una ecuación aún más compleja que las que tienes en la cabeza. Y esa ecuación os cataloga al tonto y a ti con el mismo valor. ¡Pero bueno! ¿Qué es esto? ¿El tonto y yo en el mismo saco? Eso sí que tiene gracia.


La soberbia es el pecado millennial por excelencia. Tener cerebro está guay, ya te lo digo yo, pero si no sirve para que el tonto pelao deje de ser tan tonto no sirve para nada. Para hacerte pajas pensando en lo listo que eres. Y yo para hacerme pajas prefiero las tetas de silicona, no sé tú.

Asimismo el tonto, si no es soberbio, estará trabajando para que tú no seas tan meapilas.