miércoles, 5 de abril de 2017

Robert Crumb – La historia de mi vida

El mejor es Robert Crumb, eso lo sabe todo el mundo. A mi me gusta casi más Peter Bagge, pero bueno, en líneas generales Crumb es el mejor.


Crumb no sé si es el inventor del “género confesional”, pero si no lo es al menos es un muy importante abanderado. El “género confesional” trata de confesarte, de decir en un cómic todas esas cosas que no decimos: nuestras perversiones sexuales, nuestros pensamientos más vergonzosos... Esas cosas.

Personalmente, no tengo interés en leer nada más. De las cosas que nos hacen sentir orgullosos ya sé bastante. Nadie habla de otra cosa. Nadie te habla de sus flaquezas, a ver si te vas a aprovechar de ellas. Qué sociedad de mierda, ¿eh? Pues lo siento, eso no es culpa mía. Ni por asomo.


Sin embargo, los verdaderos maestros son valientes. Se echan al monte y te hablan de lo que no te habla nadie más. Son suficientemente respetuosos contigo como para no hablarte desde un pedestal, aunque pudieran hacerlo de sobra. Hablar desde pedestales es una de las cosas más repugnantes que a mi me han hecho. Por Dios, qué viscoso comportamiento.

Crumb, sin embargo, es lo suficientemente fuerte como para ya no sólo rebajarse a tu nivel, sino que encima se pone a uno todavía más bajo. Te dice que le gusta vestirse de bebé y comportarse como un déspota con su niñera de color. Lo más bajo te hace subir a lo más alto, como espero, me encantaría, que sepas ya.


¿De qué trata el arte sino de hablar de lo que las normas sociales no dejan? Para hablar de lo que hablan las normas sociales tienes todo lo demás. Puedes ir a exposiciones que te hablen de obviedades supermanidas, pero cuando llegues a casa lo único que podrás hacer es presumir en Facebook de que has ido a una exposición. O, gracias a Internet móvil, hoy puedes hacerlo desde la exposición misma. ¡Qué suerte! O qué desgracia.

Por eso las películas patrocinadas por un régimen nunca pasan a los anales de la historia, porque hablan de la versión oficial de los hechos, es decir, de mentiras. Por eso Netflix no pasará a la historia, me temo.


¿Para qué queremos Netflix si tenemos a Robert Crumb? ¿Te comes la cáscara del plátano o el plátano de dentro?

Yo el plátano de dentro. Aunque a mi madre ahora le ha dado por comprar plátanos ecuatorianos o de no sé dónde que casi preferiría comerme la cáscara.