No hay cosa pop que tanto me sulibeye
como los polvos de mazas. Los polvos de mazas son sin duda la
aberración pop más fantástica de ese periodo histórico tan
psicodélico, La Crisis.
Durante una década, año más año
menos, hemos vivido en una especie de sopa de testosterona. De
repente todo el mundo se volvió loco, incluido yo, y sólo nos movía
una cuestión: el avance. El avance, el avance, el avance. Bullys,
millennials, todos avanzando a toda pastilla para llegar los
primeros.
El resto de mis competidores, entre los
que quizás te incluyas, han terminado hincando la rodilla ante mi
potencia y astucia, aunque yo sólo bebo Red Bull. Ya ves, ellos
tomando polvos venenosos y con unos redbulcitos de nada les he
petado el cacas.
Nunca he sido muy amante de la
potencia, porque yo soy El Hombre Tranquilo, pero si me retas a un
duelo a muerte ten por seguro que el que vas a morir eres tú. No es
nada personal, es que has osado perturbar mi sueño. Y eso tiene
funestas consecuencias para el osado.
Ahora que ya ha pasado todo sigo igual
que siempre, siendo El Hombre Tranquilo, pero mi motor ha mejorado en
unos cuantos caballos. Asimismo, mi cromado exterior es más cromado
todavía que antes. Soy K.I.T.T. de a partir de la tercera temporada.
Soy la polla, ¿a que sí? Vamos,
dímelo. Necesito mimos.
Como K.I.T.T., soy un producto casi de
ciencia ficción pero con su corazoncito. K.I.T.T. era más sensible
que muchos humanos, a pesar de estar dotado de turbo propulsión
(turbo boost).
Y nada, que si no has probado los
polvos de culturista estos años ya no vas a probarlos nunca, porque
se acabó la necesidad de ultrapotencia. Ahora todo vuelve a estar
tranquilo.
Hay algunos que saben a cookies. En
serio.