¿Se dice “tiguer”? ¿Se dice
“táiguer”? ¡Quién sabe! Lo que sí sé es que esta cadena
danesa (creo) no me gusta tanto como se supone que me tenía que
gustar. ¡Analicemos por qué!
Para empezar, tiene un fallo gravísimo:
parte de la base de que es guay. Que algo parta de la base de que es
guay arruina su guayez en muchos enteros. Te deja la nota tiritando.
Partir de la base de que eres guay denota falta de humildad, de pudor
religioso, y si no tienes pudor religioso no eres guay, porque ser
guay tiene que ver con la santidad.
Tú puedes decirme “joder, Juan, pues
tú no paras de decir que eres la polla. ¿Significa eso que no eres
guay? No arruines mi amor por ti”. ¡Tranquilo, idiota! Todo tiene
una explicación.
Tirarse el pisto tan a saco como me lo
tiro yo es como de broma, hombre. Alguien que se tira tanto el pisto
como yo es imposible, es una parodia. ¿A quién estoy parodiando?
¡Ah! Sólo lo sabemos él y yo.
Ser guay te empuja a reírte de la
gente que va de guay pero que no lo es, como Tiger. Pero como ser
guay te impide reírte a carcajadas, porque es demasiado burdo, te
inventas formas más finas de reírte de la peña. Una forma que a mi
siempre me ha gustado mucho para reírme de la gente es parodiarla.
Así expones lo ridícula que es de una forma inteligente. Me he
llevado alguna hostia por hacer estas cosas, también te lo digo.
Por tanto ser guay exige límites. No
hay nadie que necesite disciplina castrense tanto como la gente guay.
La gente guay tiende a despreciar la disciplina, porque piensa que,
de disciplinarse, perdería sus cualidades guays. ¡No hay mentira
más flagrante!
La disciplina no elimina tus cualidades
guays, más bien las concentra en un punto. Por muy guay que seas si
disparas a lo loco no sólo gastarás valiosa munición, sino que
encima no darás nunca en el blanco más que de casualidad. Por tanto
la disciplina es muy buena para la gente guay.
Disciplinar a alguien guay es una cosa
muy difícil, porque la gente guay, como los gatos, no hacen caso al
“aquí mando yo porque sí”. La gente guay sólo respeta la
verdadera autoridad, la que emana de dentro, no respetan al alguien
sólo porque lo ponga en un papel. Por tanto para disciplinar a
alguien guay tienes que respetar sus razones, que si las tiene por
algo será.
Hoy hay mucho millennial, como seguro
que sabrás más que de sobra. Lo que no hay tanto es profesores de
millennial. Muy pocos sabemos tocar con pericia los botones
millennials. Yo sé bastante y aún me considero un aficionado. Así
que imagínate lo que serás tú...