¡Qué práctico es este nuevo formato!
Así, tan pequeño, parece una revista mucho más cuqui. ¡Hazme una
rebajita! ¡Claro que sí, guapi!
En este número de la Cosmo nos dicen
que el nuevo jefe es mujer y millennial. ¡Qué Dios nos coja
confesados! ¡Vaya combo! Os va a estallar la cabeza. Una mujer de
por sí es algo irritantísimo, desmesuradamente atroz, pero si
encima es millennial... ¡Nunca parará de hablar! ¡Nunca! Y además
lo hará a una velocidad de vértigo.
¡Cuánto mejores eran los tiempos en
los que los jefes eran hombres y tontos del culo! A los hombres
tontos del culo se les puede engañar chascando los dedos. Pero a las
putas mujeres no, huelen la tostada. Te pides unos días de permiso
para cuidar a tu abuela cuando en realidad te quieres ir a Benidorm a
desayunar salchichas y baked beans, desayuno inglés; pero tu puta
jefa mujer millennial, como tiene poderes colosales, nota unas
sutilísimas vibraciones en tu voz que delatan que estás mintiendo.
¿Qué vamos a hacer ahora? Con lo bien
montado que lo teníamos todo. Trabajar-trabajar no trabajábamos
mucho, pero oye, ¡cómo vivíamos! Además, entre hombres cuanto más
tramposos seamos más nos respetamos, por lo tanto si eras un jeta
fino te esperaban mil y un ascensos. ¡Pero ahora se impone la
meritocracia! ¡La de verdad, no la farsa ridícula que teníamos
montada! Madre de Dios. A mi trabajar es lo que peor me viene para el
cutis. Menos mal que tengo la Cosmo y sus sabios consejos.
Afortunadamente, las mujeres
millennials tienen un punto débil, y yo sé cuál es; hay que tocar
unos botones que no están en el panel de control principal, hay que
abrir una portezuela que está como escondida. Si en esos botones
ejecutas el Código Konami tendrás a tu jefa millennial comiendo de
tu mano. Pero para saber hacer estas cosas hacen falta años de
muchísimo trabajo, I swear.
Tan bien sé tocar esos botones que soy
capaz de reprogramar a la jefa millennial para que abdique en mi
favor. ¿Pero por qué querría yo que hiciese eso? Así ella lleva
todo el peso de la cuestión y yo me puedo dedicar a mis labores de
hombre, rascarme la barriga mientras todo orbita armoniosamente
alrededor de mi ombligo.
Puestos a reprogramar, prefiero
reprogramarla para que, además de mi jefa millennial, sea mi criada
francesa millennial. Una jefa que a la vez es tu empleada feladora.
¿Se te ocurre un paraíso mejor?
Mi jefa millennial está muy contenta
por su merecido ascenso a jefa, pero no sabe, porque yo no se lo he
dicho, que antes de que ella fuese jefa millennial yo fui jefe
millennial. La precedí. Por tanto conozco las trampas a las que se
habrá de enfrentar. Y valiéndome de las emociones que las trampas
provocarán quedará a merced de mis apetitos, que por cierto son muy
colosales.
Ey, ¿qué creías, putita? ¿Que te
iba a dejar ser jefa sin controlarte? Estás tú buena. Además de
jefe millennial he sido Illuminati. Al final la partida siempre cae
hacia mi falo. Como buen Illuminati.