¡Este Woody! Él forma parte de la
cultura pero escribe un libro sobre cómo acabar con ella, quedando
demostrado lo por encima que está de los demás. ¡Qué espabilado!
¡A mi me la va a dar el pequeño
pelirrojo! Me temo que no habría manera de hacer eso, Woody. Son
muchos años trabajando en el casino, viendo jugadas, viendo cómo
las fortunas van, vienen, cambian de manos... Para aprender lo mejor
es observar. De toda la vida.
Hoy un tipo está en la cumbre y, por
no darse cuenta de que todo ha sido un golpe de suerte, sigue
jugando. Y como jugar está diseñado para que pierdas acaba
perdiendo, siendo engañado por las luces de colores que lo
enfocaban. Ahora enfocan a otro, que esperemos que sea menos incauto
y que se retire cuando todavía va ganando. O, al menos, cuando
todavía no lo ha perdido todo.
Los únicos que ganamos en el casino
somos los que nos gusta jugar. No jugar en plan ludópata, jugar de
jugar. De jugar a un juego. Como sólo estamos pensando en lo que nos
divierte el juego siempre ganamos, porque no nos dejamos enredar por
todo lo que rodea el juego: vanidad, el qué dirán, querer follarse
a una mujer que no está a tu alcance... Esas sí son cosas de niños,
no divertirse jugando a un juego.
Como lo único que queremos es jugar
somos muy sensatos: si ganamos nos retiramos para seguir jugando
mañana. Si perdemos nos retiramos para no perder más. No nos
dejamos influir por el cuñado borracho que nos llama gallinas si no
echamos otra manita de black jack. No nos enreda la putilla que se
nos acerca porque nos hemos llevado una mano jugosa pero que en
cuanto la perdamos se irá con otro. Nosotros estamos a jugar, sin
más.
Ir al casino para una persona sin
valores es la perdición. Como no tiene valor alguno tratará de
llenar ese vacío con la fortuna vana, que florece y no grana. Y
cuando le hayan robado hasta el último céntimo, porque de eso se
trata ir al casino, saldrá de él más vacío todavía de lo que
entró. O igual, pero con la sensación de haber hecho el ridículo.
Y esa sensación te deja aplastado por un tiempo, el tiempo justo
para que entren a tu casa y te roben lo poco que te queda, porque
estás tan deprimido que no vas a oponer resistencia.
Como veis, en el casino sólo pueden
entrar los adultos, y no en vano; un niño se dejará engañar. La
movida es que la edad no es garantía de que alguien haya dejado de
ser un niño. Pero no podemos ir caso por caso, porque tenemos que
dedicarnos a girar la ruleta, no a hacer entrevistas en profundidad.
¿Tú tienes más de 18? Pues se supone
que ya no eres un niño. ¡Mucho suponer es ese!
Pero por motivos prácticos lo hacemos
así. ¿Qué más da? Si no le robamos nosotros lo va a hacer otro.