domingo, 23 de abril de 2017

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura – Woody Allen

¡Este Woody! Él forma parte de la cultura pero escribe un libro sobre cómo acabar con ella, quedando demostrado lo por encima que está de los demás. ¡Qué espabilado!


¡A mi me la va a dar el pequeño pelirrojo! Me temo que no habría manera de hacer eso, Woody. Son muchos años trabajando en el casino, viendo jugadas, viendo cómo las fortunas van, vienen, cambian de manos... Para aprender lo mejor es observar. De toda la vida.

Hoy un tipo está en la cumbre y, por no darse cuenta de que todo ha sido un golpe de suerte, sigue jugando. Y como jugar está diseñado para que pierdas acaba perdiendo, siendo engañado por las luces de colores que lo enfocaban. Ahora enfocan a otro, que esperemos que sea menos incauto y que se retire cuando todavía va ganando. O, al menos, cuando todavía no lo ha perdido todo.


Los únicos que ganamos en el casino somos los que nos gusta jugar. No jugar en plan ludópata, jugar de jugar. De jugar a un juego. Como sólo estamos pensando en lo que nos divierte el juego siempre ganamos, porque no nos dejamos enredar por todo lo que rodea el juego: vanidad, el qué dirán, querer follarse a una mujer que no está a tu alcance... Esas sí son cosas de niños, no divertirse jugando a un juego.

Como lo único que queremos es jugar somos muy sensatos: si ganamos nos retiramos para seguir jugando mañana. Si perdemos nos retiramos para no perder más. No nos dejamos influir por el cuñado borracho que nos llama gallinas si no echamos otra manita de black jack. No nos enreda la putilla que se nos acerca porque nos hemos llevado una mano jugosa pero que en cuanto la perdamos se irá con otro. Nosotros estamos a jugar, sin más.


Ir al casino para una persona sin valores es la perdición. Como no tiene valor alguno tratará de llenar ese vacío con la fortuna vana, que florece y no grana. Y cuando le hayan robado hasta el último céntimo, porque de eso se trata ir al casino, saldrá de él más vacío todavía de lo que entró. O igual, pero con la sensación de haber hecho el ridículo. Y esa sensación te deja aplastado por un tiempo, el tiempo justo para que entren a tu casa y te roben lo poco que te queda, porque estás tan deprimido que no vas a oponer resistencia.

Como veis, en el casino sólo pueden entrar los adultos, y no en vano; un niño se dejará engañar. La movida es que la edad no es garantía de que alguien haya dejado de ser un niño. Pero no podemos ir caso por caso, porque tenemos que dedicarnos a girar la ruleta, no a hacer entrevistas en profundidad.


¿Tú tienes más de 18? Pues se supone que ya no eres un niño. ¡Mucho suponer es ese!

Pero por motivos prácticos lo hacemos así. ¿Qué más da? Si no le robamos nosotros lo va a hacer otro.