jueves, 20 de abril de 2017

El club de la lucha

Si no te apuntaste en su día a El club de la lucha estás perdido. ¿Cómo te vas a defender? ¿Cómo vas a encontrar tu valor personal? ¿Cómo vas a poder estar en un mundo en el que todos han evolucionado menos tú?


Antes de entrar en El club de la lucha tienes el culo blando como masa de pan; después de unas semanas lo tienes esculpido en madera. ¡Y tú yendo al gimnasio low cost a hacer spinning! Se te va a poner cara de cuñado. Te lo aviso.

En El club de la lucha está prohibido el spinning. En El club de la lucha si te pillamos haciendo spinning te lanzamos a tu suerte al centro del tatami. No por sadismo, por tu bien. Para que hagas ejercicio de verdad.


En El club de la lucha no vale hacer trampas. Sólo tienes tus pantalones, porque la camiseta hay que quitársela. No valen armas, no valen trucos. No vale ir de tal porque de un guantazo te arrancan la máscara. El club de la lucha es el único lugar puro que podrás encontrar.

Todo lo que alguien te tenga que decir está implícito en un golpe seco y sordo. La Biblioteca de Alejandría está implícita, concentrada en ese golpe. Una bofetada y se acabó la farsa. ¿Ves qué fácil era? ¡Cuánto has deambulado en vano!


Ya ves, te has pasado la vida huyendo de esa bofetada y es justo lo que estabas buscando. ¿No es irónico? Apresúrate en apreciar la ironía, porque te toca pelear.

En El club de la lucha le damos las gracias al que nos parte la cara, en vez de quedarnos envenenados toda la vida de rencor. Le damos las gracias por abrirnos los ojos y en vez de crucificarlo le hacemos un templo. Porque gracias a él vemos, ya que antes estábamos ciegos.


Así hacemos las cosas en El club de la lucha. Limpiamente.

Bueno, hay sangre y todo eso, pero ya me entiendes lo que quiero decir.