jueves, 27 de abril de 2017

Envidia

¡Qué mala es la envidia! Yo no lo sé, nunca he tenido de eso.


De pequeño les robé un reloj a unos amigos de mis padres, pero no fue por envidia. Es que todo el mundo me decía que era muy bueno y, no sé, quería ser “normal”. Afortunadamente, el tiempo demostró que el normal era yo y los que me vilipendiaban están atracando farmacias. O a la sombra, es posible.

La envidia, desde un punto de vista moral, es un atentado grave. Tener envidia significa que no valoras en absoluto lo que Dios te ha dado y codicias lo que otro tiene, probablemente sin que el otro siquiera haga alarde. Como a mi lo que yo tengo es lo que más me gusta de todo, sea mucho o poco, no caigo en eso de la envidia. En todo caso estoy, quizás, demasiado orgulloso de lo mío, pero no otra cosa.


Si tengo pelas para comprarme unas Nike de 180 € estaré contentísimo con ellas, y te contaré, con los ojos llenos de chiribitas, que tienen cámara de aire y que si aprietas esta bola se inflan, como unas Reebok The Pump pero siendo Nike. Si no tengo pelas me compraré unas J´hayber por 40 € y te contaré, con los ojos llenos de las mismas chiribitas, que son una pasada porque con ellas puestas pareces un yonki y el rollo yonki es un pasote, tío. Me da igual. A mi me gusta todo lo que tengo. ¡Qué le vamos a hacer!

Cualquiera que me conozca te dará fe de lo que te cuento.


Como ya hemos hablado de mi ahora hablemos de ti. ¿Cuál es tu puto problema, amigo mío? ¿Por qué te china que me gusten las Nike y las J´hayber? ¡Siempre estás de uñas! Si tengo dinero porque tengo dinero. Si no lo tengo porque no lo tengo. Me cuesta mucho hacer este ejercicio de quitarme carga de los hombros que con tanta generosidad llevo por ti, pero la cuestión ha llegado a un punto en el que te tienes que comer el saco de cemento, querido.

Tendré que llegar a la conclusión de que tu problema es personal. No envidias ni mis Nike ni mis J´hayber, tú me envidias a mi directamente. ¡Diablos! Nunca quise llegar a esta conclusión por ser demasiado... Horrible de ver. Pero las pruebas me obligan a mirar a este ente fantasmagórico en toda su crudeza y, me temo, pequeñez.


Pues tío, no sé. Haz un curso. Ahora hay mucho coach, seguro que alguno te puede ayudar. ¡No sé! Es que, como comprenderás, estoy patitieso. Nunca había visto algo tan lúgubre como este sentimiento tuyo. Es un problema gordo. Yo creo que el más gordo que se puede tener.

Ni aunque me coma la mierda entera de un elefante estarás satisfecho. Y la insatisfacción crónica tiene un nombre, inseguridad galopante. Pues lo que te digo, haz un curso. No sé.