¡Qué mala es la envidia! Yo no lo sé,
nunca he tenido de eso.
De pequeño les robé un reloj a unos
amigos de mis padres, pero no fue por envidia. Es que todo el mundo
me decía que era muy bueno y, no sé, quería ser “normal”.
Afortunadamente, el tiempo demostró que el normal era yo y los que
me vilipendiaban están atracando farmacias. O a la sombra, es
posible.
La envidia, desde un punto de vista
moral, es un atentado grave. Tener envidia significa que no valoras
en absoluto lo que Dios te ha dado y codicias lo que otro tiene,
probablemente sin que el otro siquiera haga alarde. Como a mi lo que
yo tengo es lo que más me gusta de todo, sea mucho o poco, no caigo
en eso de la envidia. En todo caso estoy, quizás, demasiado
orgulloso de lo mío, pero no otra cosa.
Si tengo pelas para comprarme unas Nike
de 180 € estaré contentísimo con ellas, y te contaré, con los
ojos llenos de chiribitas, que tienen cámara de aire y que si
aprietas esta bola se inflan, como unas Reebok The Pump pero siendo
Nike. Si no tengo pelas me compraré unas J´hayber por 40 € y te
contaré, con los ojos llenos de las mismas chiribitas, que son una
pasada porque con ellas puestas pareces un yonki y el rollo yonki es
un pasote, tío. Me da igual. A mi me gusta todo lo que tengo. ¡Qué
le vamos a hacer!
Cualquiera que me conozca te dará fe
de lo que te cuento.
Como ya hemos hablado de mi ahora
hablemos de ti. ¿Cuál es tu puto problema, amigo mío? ¿Por qué
te china que me gusten las Nike y las J´hayber? ¡Siempre estás de
uñas! Si tengo dinero porque tengo dinero. Si no lo tengo porque no
lo tengo. Me cuesta mucho hacer este ejercicio de quitarme carga de
los hombros que con tanta generosidad llevo por ti, pero la cuestión
ha llegado a un punto en el que te tienes que comer el saco de
cemento, querido.
Tendré que llegar a la conclusión de
que tu problema es personal. No envidias ni mis Nike ni mis J´hayber,
tú me envidias a mi directamente. ¡Diablos! Nunca quise llegar a
esta conclusión por ser demasiado... Horrible de ver. Pero las
pruebas me obligan a mirar a este ente fantasmagórico en toda su
crudeza y, me temo, pequeñez.
Pues tío, no sé. Haz un curso. Ahora
hay mucho coach, seguro que alguno te puede ayudar. ¡No sé! Es que,
como comprenderás, estoy patitieso. Nunca había visto algo tan
lúgubre como este sentimiento tuyo. Es un problema gordo. Yo creo
que el más gordo que se puede tener.
Ni aunque me coma la mierda entera de
un elefante estarás satisfecho. Y la insatisfacción crónica tiene
un nombre, inseguridad galopante. Pues lo que te digo, haz un curso.
No sé.