viernes, 14 de abril de 2017

Mediaspuri

Han aparecido unos carteles anunciando unas fiestas clandestinas en Madrid. Analicemos por qué esto es un despropósito conceptual.


A ver, cerebro: las fiestas clandestinas no se anuncian. Son clandestinas. Nadie puede saber que existen. Las fiestas clandestinas se hacen populares por el boca a boca, y teniendo cuidado de a quién le vas con el cuento. Si no dejan de ser clandestinas, oh, mente preclara.

No me lo digas: tú quieres el rollo clandestino sin serlo. ¡Señor! Voy a explotar. Tanta bobez está acabando conmigo.


El cartel que anuncia la fiesta clandestina que no lo es sugiere a una maruja que, por la noche, se transforma en una sofisticada vedette. Guao. Sí, vamos, que pareces una cosa pero, en tu corazón, eres otra. Es la sociedad, que no nos deja expresarnos al máximo nivel que podríamos. Vale.

He de reconocer que se ven señales por doquier de que la molonidad está renaciendo, tras años oscuros, oscurísimos. Pero ¡cojones! podría renacer de una forma que me irritara menos.


Ya, ya, que cuando algo empieza, bueno, pues hay que ser menos intransigente. Vale. Es verdad, es verdad. Hay que dejar a la gente que cometa sus propios errores para que aprenda por sí misma y no porque yo le diga esto o lo otro. Vale. Pero a ti, por lo menos, déjame que te lo cuente. Es que hay demasiado tonto suelto, tío. Tú eres el único inteligente que hay.

El diseño del cartel es tipo la Neo2 en la época de la Neo2, o sea, muy gay. ¡Bueno! Aceptamos barco.


Yo ya no estoy para este tipo de fiestas, pero estoy seguro de que hay mucha gente que sí. Yo ya he visto todas las transformistas que tenía que ver en mi vida. Pero si tú no has visto ninguna ¿a qué esperas? Vete a Mediaspuri, la fiesta clandestina.

Igual su clandestinidad se refiere a una clandestinidad de corazón, porque pareces una maruja pero en realidad eres una superestrella. Vives clandestinamente, podríamos decir. ¿Ves? Ya me estoy poniendo menos intransigente. Tranquila, maruja.