Nazario me revuelve el estómago.
Seguro que era un tío encantador, yo hablo de su trabajo. ¡Cristo
bendito! En menudos ambientes que debía moverse este menda.
Todas sus historietas van de antros
sodomitas. ¡Me da como miedo! Un tío cachas con pantalones de cuero
insinuándosete es una cosa que, llámame antiguo, me da como rollo.
Ralf König también habla de antros
sodomitas en sus cómics, pero como su estilo es tan divertido como
que no lo tienes en cuenta. Te diviertes mucho viendo las aventuras y
desventuras que les pasan a los gays. Pero es que el estilo de
Nazario es sucio, sucísimo. Como la España en la que vivía, me
imagino.
El estilo de diseño que salió en La
Movida tiene un poco la misma ultratristeza que veo en Nazario. Hay
un anhelo de modernidad galopante pero no puede dejar atrás unos
años muy oscuros. Con lo cual queda un resultado intelectualmente
muy interesante pero como resulta tan deprimente a mi me echa para
atrás.
Nazario me recuerda a las historietas
que leía de niño en el Makoki, revista underground precursora de El
Víbora. Cuando tienes 12 años leer una historieta de un tío que se
come su propia mierda y otro que se mete astillas por la uretra para
que sus orgasmos sean más intensos te deja como hackeado. Pues esa
es un poco la sensación que me provoca Nazario.
Oiga, yo no tengo nada contra la
ultratristeza. Por supuesto que no. Tengo tan poco contra la
ultratristeza que la padezco a menudo. Precisamente por eso más
ultratristeza se me hace como demasiado para mi. Necesito películas
de Disney, de Pixar, para compensar lo que fabrico yo solito sin
ayuda. La ultratristeza ha de ser para las pijas, que no se han
sentido tristes en su vida y necesitan aprender las lecciones que la
ultratristeza enseña. Yo, en cambio, necesito sus fortunas. ¡Qué
equilibrio más fantástico creó el Señor!
Lo malo de las pijas es que se
revuelven contra la tristeza. Hay que hacérsela tragar metiéndola
dentro de un pastelito. La tristeza es un buqué amargo, pero
necesario. Si no nunca serás capaz de comprender lo que se siente
más allá del Barrio de Salamanca.
Por otro lado las pijas, cuando prueban
la tristeza, no pueden volver atrás. La tristeza, a pesar de sus
cualidades, es un plato exquisito y las pijas tienen muy buen gusto.
Por eso si les das a probar la tristeza las vas a hacer yonkis de
ella y se convertirán en la raza más magnífica, las pijas que por
dentro son explosivo plástico. ¡Wow! Si consigues hacer eso, amigo,
bienvenido a la Champions League.
¡Ah, las pijas! Un clamor vibra por
ellas.