jueves, 13 de abril de 2017

San Nazario y Las Pirañas Incorruptas

Nazario me revuelve el estómago. Seguro que era un tío encantador, yo hablo de su trabajo. ¡Cristo bendito! En menudos ambientes que debía moverse este menda.


Todas sus historietas van de antros sodomitas. ¡Me da como miedo! Un tío cachas con pantalones de cuero insinuándosete es una cosa que, llámame antiguo, me da como rollo.

Ralf König también habla de antros sodomitas en sus cómics, pero como su estilo es tan divertido como que no lo tienes en cuenta. Te diviertes mucho viendo las aventuras y desventuras que les pasan a los gays. Pero es que el estilo de Nazario es sucio, sucísimo. Como la España en la que vivía, me imagino.


El estilo de diseño que salió en La Movida tiene un poco la misma ultratristeza que veo en Nazario. Hay un anhelo de modernidad galopante pero no puede dejar atrás unos años muy oscuros. Con lo cual queda un resultado intelectualmente muy interesante pero como resulta tan deprimente a mi me echa para atrás.

Nazario me recuerda a las historietas que leía de niño en el Makoki, revista underground precursora de El Víbora. Cuando tienes 12 años leer una historieta de un tío que se come su propia mierda y otro que se mete astillas por la uretra para que sus orgasmos sean más intensos te deja como hackeado. Pues esa es un poco la sensación que me provoca Nazario.


Oiga, yo no tengo nada contra la ultratristeza. Por supuesto que no. Tengo tan poco contra la ultratristeza que la padezco a menudo. Precisamente por eso más ultratristeza se me hace como demasiado para mi. Necesito películas de Disney, de Pixar, para compensar lo que fabrico yo solito sin ayuda. La ultratristeza ha de ser para las pijas, que no se han sentido tristes en su vida y necesitan aprender las lecciones que la ultratristeza enseña. Yo, en cambio, necesito sus fortunas. ¡Qué equilibrio más fantástico creó el Señor!

Lo malo de las pijas es que se revuelven contra la tristeza. Hay que hacérsela tragar metiéndola dentro de un pastelito. La tristeza es un buqué amargo, pero necesario. Si no nunca serás capaz de comprender lo que se siente más allá del Barrio de Salamanca.


Por otro lado las pijas, cuando prueban la tristeza, no pueden volver atrás. La tristeza, a pesar de sus cualidades, es un plato exquisito y las pijas tienen muy buen gusto. Por eso si les das a probar la tristeza las vas a hacer yonkis de ella y se convertirán en la raza más magnífica, las pijas que por dentro son explosivo plástico. ¡Wow! Si consigues hacer eso, amigo, bienvenido a la Champions League.

¡Ah, las pijas! Un clamor vibra por ellas.