Esta es mi forma de decir que no soy
hipster. Sólo conozco dos colonias que un hipster no se pondría:
esta y una llamada Senator, que es un bote de un litro de colonia,
para que te puedas apestar bien ese pecho peludo que tienes.
Yo antes, hace muuuuuuuchos años,
tenía todas las colonias que hoy llevan los hipsters. Las tenía
cuando tenía sentido tenerlas, cuando un hombre era maricón si
llevaba colonia. Cuando llevarlas tenía un mensaje implícito y no
era una mera pose desprovista de fondo. A mi las poses desprovistas
de fondo es la cosa que más me espanta del mundo. No me verás más
enfadado por nada que por una pose desprovista de fondo. Por eso los
hipsters me enfadan tanto, porque son mero artificio.
Mi madre se llevó un hermosísimo
disgusto cuando decidí dejar de echarme las colonias que ella me
había regalado con tanto cariño, pero es que no entendió (y me
temo que no ha entendido todavía) que no era un asunto personal con
ella. Era una cuestión de estética, artística, y yo ante esas
cuestiones paso por encima de todo el mundo, incluida mi madre. Que
nadie se me ponga delante ante una cuestión artística porque
terminará aplastado.
Supongo que no tengo que odiar a los
hipsters porque son mis clientes. Son los chicos que no son lo
suficientemente lúcidos de por sí como para tener una voz original
pero que saben reconocerla cuando la ven. Supongo que mi cabreo nace
de que ahora se llevan el rollo que yo y otras cuantas lumbreras
inventamos cuando fuimos coolhunters en un épico foro en el que nos
encontramos. Allí creamos, en primicia, aquello en lo que se está
bañando hoy todo el mundo.
Si me hubieran pagado por bañarse en
las aguas con las que nosotros llenamos la piscina supongo que no
estaría tan enfadado, pero como no fue así me lo tomo como un robo.
A cambio, estoy muy enfadado, y eso
significa tener material suficiente como para rellenar líneas y
líneas llenas de puntos de vista maravillosos, inencontrables en
otra parte. Así que lo comido por lo servido.
Agua Brava se la echaba mi abuelo.
Cuando de pequeño olía esa colonia me echaba para atrás por un
lado, porque tiene un olor muy fuerte, pero por otro me atraía. Es
como el olor a mierda o a pis, que por un lado huele mal pero por
otro huele muy bien. Los animales se pasan el día oliendo su mierda,
así que tan raro no puede ser.
Agua Brava habla de lo que los hipsters
mañana sentirán como suyo: de que el hombre amariconado ya no se
lleva. Claro que yo también me puse ridículas zapatillitas Victoria
y pantalones cortitos como un poco remangados que parecía que era un
niño de 5 años, pero, caray, es que yo soy un tío a la
última-última. Vamos, no es que yo esté a la última, es que la
última es lo que digo yo. No le des más vueltas, en serio, esto es
lo que hay. No quiero que busques y compares, quiero que te ahorres
ese esfuerzo porque no vas a encontrar nada mejor. Ahorra gasolina.
El rollo hombre amariconado ya no se
lleva porque la sociedad hoy no exige hombres amariconados. Un hombre
amariconado tiene sentido en una sociedad asentada, con lujos entre
medio-altos y altos, no en una sociedad en suspensión de pagos o
casi en quiebra, podríamos decir. Ahora lo que exige el mundo son
hombres fuertes, rudos, que sean capaces de llevar las vigas que
sirvan para asentar la nueva sociedad que está en proyecto. Hoy un
hombre amariconado es un estorbo, alguien que quieres que se quite
porque te molesta en tu trabajo viril. Eso hoy no vale, es para
chicos sin importancia.
Yo hoy me llevo el rollo macho. No
porque lo haya leído en la Jot Down, sino porque es a la mejor
conclusión que he llegado. ¿Cómo voy a ir hoy por la vida con
pantaloncitos de niño y Victorias? ¿Pero tú sabes la que está
cayendo? Saca el chándal, que el chándal da igual que se manche o
que no y, no sé, cualquier ropa que tengas en el armario. Lo
importante es que se pueda manchar, si no esa ropa no sirve de nada.
Por eso los hipsters no son el rollo, porque ese era el rollo antes
de 2008, justo cuando lo inventamos nosotros.
Cuando los hipsters hayan digerido ese
mensaje ya taaaaaaan digerido de que uno en realidad es ese niño que
se quedó perdido en la infancia y de eso es de lo que hablan los
pantaloncitos y las Victoria, llamarán a mi puerta a que les
explique cuál es el siguiente paso. Esta vez me preocuparé de
cobrarles, porque ya tengo edad para hacerlo, y les explicaré lo que
yo ya tengo bastante digerido a día de hoy. Yo ya estoy pensando en
el siguiente paso después del rollo macho. O sea, que no me vas a
pillar ni de chiripa. No pasa nada, así te puedo cobrar mi sabiduría
a millón el gramo. Cuanto más tonto seas tú más rico soy yo.
Así que, amigo hipster, firmemos la
paz; como pasa con mi madre, yo no tengo nada personal contigo, a ver
si os enteráis ya los dos de una puta vez, que me tenéis la cabeza
que me va a estallar. Yo con lo único que tengo problemas es conmigo
mismo, con mis reflexiones, que son grandiosas, y el que se me ponga
por delante cuando estoy haciendo esas reflexiones va a terminar mal
parado. Perdona si te he hecho daño, es que soy muy fuerte. Lo
siento.
¡Todo arreglado! ¿Estás contento?
¡Cuánto me alegro! Ahora lo único que quiero de ti es tu dinero.
No quiero que me pase otra vez como cuando lo de coolhunters, ahora
quiero dejar las cosas bien resueltas. ¿Te parece esto bien?
¡Fantástico! Cuando termines de asimilar el mensaje de los
pantaloncitos vez a buscarme a casa. Yo te diré lo que tienes que
hacer a continuación. Pero, eso sí, trae la cartera bien hinchada
de billetes de curso legal porque si no tú y yo no tendremos nada de
qué hablar.
¿Te parece? ¡Maravilloso!