lunes, 29 de agosto de 2016

Agua Brava


Esta es mi forma de decir que no soy hipster. Sólo conozco dos colonias que un hipster no se pondría: esta y una llamada Senator, que es un bote de un litro de colonia, para que te puedas apestar bien ese pecho peludo que tienes.


Yo antes, hace muuuuuuuchos años, tenía todas las colonias que hoy llevan los hipsters. Las tenía cuando tenía sentido tenerlas, cuando un hombre era maricón si llevaba colonia. Cuando llevarlas tenía un mensaje implícito y no era una mera pose desprovista de fondo. A mi las poses desprovistas de fondo es la cosa que más me espanta del mundo. No me verás más enfadado por nada que por una pose desprovista de fondo. Por eso los hipsters me enfadan tanto, porque son mero artificio.

Mi madre se llevó un hermosísimo disgusto cuando decidí dejar de echarme las colonias que ella me había regalado con tanto cariño, pero es que no entendió (y me temo que no ha entendido todavía) que no era un asunto personal con ella. Era una cuestión de estética, artística, y yo ante esas cuestiones paso por encima de todo el mundo, incluida mi madre. Que nadie se me ponga delante ante una cuestión artística porque terminará aplastado.


Supongo que no tengo que odiar a los hipsters porque son mis clientes. Son los chicos que no son lo suficientemente lúcidos de por sí como para tener una voz original pero que saben reconocerla cuando la ven. Supongo que mi cabreo nace de que ahora se llevan el rollo que yo y otras cuantas lumbreras inventamos cuando fuimos coolhunters en un épico foro en el que nos encontramos. Allí creamos, en primicia, aquello en lo que se está bañando hoy todo el mundo.

Si me hubieran pagado por bañarse en las aguas con las que nosotros llenamos la piscina supongo que no estaría tan enfadado, pero como no fue así me lo tomo como un robo.


A cambio, estoy muy enfadado, y eso significa tener material suficiente como para rellenar líneas y líneas llenas de puntos de vista maravillosos, inencontrables en otra parte. Así que lo comido por lo servido.

Agua Brava se la echaba mi abuelo. Cuando de pequeño olía esa colonia me echaba para atrás por un lado, porque tiene un olor muy fuerte, pero por otro me atraía. Es como el olor a mierda o a pis, que por un lado huele mal pero por otro huele muy bien. Los animales se pasan el día oliendo su mierda, así que tan raro no puede ser.


Agua Brava habla de lo que los hipsters mañana sentirán como suyo: de que el hombre amariconado ya no se lleva. Claro que yo también me puse ridículas zapatillitas Victoria y pantalones cortitos como un poco remangados que parecía que era un niño de 5 años, pero, caray, es que yo soy un tío a la última-última. Vamos, no es que yo esté a la última, es que la última es lo que digo yo. No le des más vueltas, en serio, esto es lo que hay. No quiero que busques y compares, quiero que te ahorres ese esfuerzo porque no vas a encontrar nada mejor. Ahorra gasolina.

El rollo hombre amariconado ya no se lleva porque la sociedad hoy no exige hombres amariconados. Un hombre amariconado tiene sentido en una sociedad asentada, con lujos entre medio-altos y altos, no en una sociedad en suspensión de pagos o casi en quiebra, podríamos decir. Ahora lo que exige el mundo son hombres fuertes, rudos, que sean capaces de llevar las vigas que sirvan para asentar la nueva sociedad que está en proyecto. Hoy un hombre amariconado es un estorbo, alguien que quieres que se quite porque te molesta en tu trabajo viril. Eso hoy no vale, es para chicos sin importancia.


Yo hoy me llevo el rollo macho. No porque lo haya leído en la Jot Down, sino porque es a la mejor conclusión que he llegado. ¿Cómo voy a ir hoy por la vida con pantaloncitos de niño y Victorias? ¿Pero tú sabes la que está cayendo? Saca el chándal, que el chándal da igual que se manche o que no y, no sé, cualquier ropa que tengas en el armario. Lo importante es que se pueda manchar, si no esa ropa no sirve de nada. Por eso los hipsters no son el rollo, porque ese era el rollo antes de 2008, justo cuando lo inventamos nosotros.

Cuando los hipsters hayan digerido ese mensaje ya taaaaaaan digerido de que uno en realidad es ese niño que se quedó perdido en la infancia y de eso es de lo que hablan los pantaloncitos y las Victoria, llamarán a mi puerta a que les explique cuál es el siguiente paso. Esta vez me preocuparé de cobrarles, porque ya tengo edad para hacerlo, y les explicaré lo que yo ya tengo bastante digerido a día de hoy. Yo ya estoy pensando en el siguiente paso después del rollo macho. O sea, que no me vas a pillar ni de chiripa. No pasa nada, así te puedo cobrar mi sabiduría a millón el gramo. Cuanto más tonto seas tú más rico soy yo.


Así que, amigo hipster, firmemos la paz; como pasa con mi madre, yo no tengo nada personal contigo, a ver si os enteráis ya los dos de una puta vez, que me tenéis la cabeza que me va a estallar. Yo con lo único que tengo problemas es conmigo mismo, con mis reflexiones, que son grandiosas, y el que se me ponga por delante cuando estoy haciendo esas reflexiones va a terminar mal parado. Perdona si te he hecho daño, es que soy muy fuerte. Lo siento.

¡Todo arreglado! ¿Estás contento? ¡Cuánto me alegro! Ahora lo único que quiero de ti es tu dinero. No quiero que me pase otra vez como cuando lo de coolhunters, ahora quiero dejar las cosas bien resueltas. ¿Te parece esto bien? ¡Fantástico! Cuando termines de asimilar el mensaje de los pantaloncitos vez a buscarme a casa. Yo te diré lo que tienes que hacer a continuación. Pero, eso sí, trae la cartera bien hinchada de billetes de curso legal porque si no tú y yo no tendremos nada de qué hablar.


¿Te parece? ¡Maravilloso!