miércoles, 31 de agosto de 2016

Bimbo Grande


A estas alturas para mi Bimbo Grande significa más una tía bien hinchada de silicona de 1,85 que una bolsa grande de pan de molde. Para mi las tías buenas ya tienen más sentido que el pan.


Supongo que es cosa de la edad. Con los años te vuelves “más hombre” y, como tal, tienes apetitos más colosales. Una chica inteligente está muy bien, pero, para mi, a estas alturas, necesito que tenga algo más. O algo menos.

Las chicas inteligentes son estupendas si son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que la inteligencia no lo es todo en esta vida. Acabo de estar hablando con Baltasar, el mendigo de mi calle, sobre este mismo asunto. No, no lo hemos tratado con tanta finura como lo estoy yo tratando aquí, Baltasar no es Eduard Punset ni falta que le hace. Hemos estado hablando de lo buenas que están todas. Del quid de la cuestión.


Hemos estado hablando del hecho clave: de que esta está buenísima pero que, en cuanto se va esa, aparece otra aún más buena. Baltasar se refería a este fenómeno como “un partido de tenis”, porque no dejas de mirar para un lado y para otro. Efectivamente, es como un partido de tenis. Muy bien.

Yo le he confesado que estoy como él. Puede que él sea un mendigo y yo no pero tenemos el mismo problema. No sabemos cómo entrarle a las tías. O quizás sean las tías las que no se dejen entrar, no sé. Ese es el gran misterio. Por eso Doc Brown, al completar con éxito su experimento del viaje en el tiempo, decidió dedicarse al otro gran misterio del universo: las mujeres.


O sea, que un sabio que sabe cómo viajar en el tiempo no sabe cómo entrarle a una tía. Vamos, es que el 80% del presupuesto de I+D tenía que estar dedicado a esta partida. Es evidente que tenemos mucho que aprender sobre esto y sabemos demasiado poco, poquísimo.

¡Yo ya no sé qué hacer! Cuando vas de malo porque vas de malo. Cuando vas de bueno porque vas de bueno. ¡Siempre te dicen que no! Caray, ¿qué hago mal? “No vayas de nada”, me diría ahora la típica lista. Si, ya, eso está muy bien cuando ya se ha entablado la conversación. Ahí no tengo problemas, no te preocupes, las distancias cortas son mi terreno. Pero ¿cómo llego a la distancia corta?


Al ser inteligente siempre opto por el camino más corto entre dos puntos. No me enredo con disquisiciones sobre el sexo de los ángeles. Por tanto tomar el camino recto a veces exige ser un poco brusco. ¡No me cuentes cuentos! ¡Tú, chocho, eres de mi propiedad! ¿Comprendes? ¡Eres de mi propiedad!

Las inteligentes que no lo son tanto verán esto como señal de garrulismo, pero las suficientemente listas como para hacerse las tontas sabrán de lo que estoy hablando. Si una tía va de lista da por seguro que es tonta. Vamos, un hombre igual, pero ahora estamos hablando de tías. Por tanto mi prerrogativa es que es preferible llevarse una o dos bofetadas a cambio de separar, de un plumazo, el grano de la paja.


La tonta se esconderá detrás de su ridículo cerebrito porque su problema real no es que yo sea demasiado tonto, sino que soy demasiado macho. Su útero microscópico no puede albergar el pollón que le estoy enseñando. Por tanto, en vez de decirme “no soy lo suficientemente mujer para ti”, que es la realidad, me dirá que yo no soy lo suficientemente inteligente para ella. ¡Yo no soy lo suficientemente inteligente! ¡Jajajajajaja! Joder, tía, es que eres tonta. Ahora sí que lo has dejado clarísimo.

Sin embargo, la lista con un útero como un vergel y grande como un campo de fútbol, entenderá lo que yo quiero decir. Se hará la tonta para que yo quede de listo, que es el juego que le he propuesto, y la tonta no ha entendido ni el huevo. Hará popotitos, que es lo que yo estoy buscando, y se atusará el pelo de forma nerviosa y voluntaria, como diciéndome “Sigue así, chico, que has tocado la tecla”. Muy bien, mamá, allá voy.


Si los dos somos capaces de contenernos el uno al otro llegaremos a un exitoso final. Su útero de Godzilla albergará mi pollón de Mazinger Z y ambos ganaremos en gran cuantía. Mientras tanto la tonta se quedará teniendo que aguantar a los tontos que van de caballeros cuando lo que son es una panda de garrulos fingiendo que tienen algo de caballeros cuando no lo tienen. Y el caballero se llevará a la dama porque somos lo suficientemente listos como para jugar a lo que no somos.

Esto es lo que me gustaría explicarle a Baltasar. Pero claro, como el idiota de él se pone nervioso y no para de hablar pues no escucha. Y por lo tanto no aprende nada.