miércoles, 17 de agosto de 2016

Red Faction Armageddon


Uy, qué motor gráfico. No me acuerdo cómo se llama ahora pero, uy, qué motor gráfico. Cuánta potencia.


La gracia de este juego es que puedes destruir prácticamente todo tu entorno. Ves una estructura de metal, pum, te la cargas y se rompe en cachos que tienen entidad por sí mismos. Y encima hay un arma que, si le das, hace que las cosas se reconstruyan. Supongo que con este sistema se plantean puzzles y rollos así, no sé, tampoco he avanzado mucho a este puto juego.

Y no he avanzado por lo de siempre: el motor gráfico es potentísimo pero, oh, sorpresa, no mola. ¿Cuándo la gente se va a enterar de que lo importante es molar? ¿Cuántas veces lo tengo que decir? ¿Creerán que no soy serio porque uso palabras llanas, las mismas que usaba Jesús para hablar con las sucias e ignorantes gentes de Galilea? ¿No entienden que mi mensaje no es que sea superficial, sino que uso palabras sencillas para que sea capaz de entenderlo incluso el más tonto de todos vosotros?


Tú, sí, tú, sí.

Tienes que entender qué es molar. Tienes que sentirlo dentro. Esas cosquillitas. Esa sensación tan guay, tan de niño. Esa ausencia de miedo porque te estás divirtiendo. Eso es molar.


Como quizás ya estés adivinando, molar no tiene que ver con revistas tipo Neo2, tiene que ver con la eternidad, ya que la eternidad es la ausencia de miedo. El miedo es una emoción relacionada con lo terreno porque ¡caray! qué cosas pasan en el mundo. Los animales se comen unos a otros, las raíces de las plantas se estrangulan unas a otras por un trozo de terreno... ¡Rayos! ¡Menudo puto sitio al que nos has tirado, Dios Padre! ¡Querrás encima que no vivamos acojonados! ¿No?

Por tanto el camino hacia la eternidad pasa, si es que no lo es en sí mismo, por molar. No, no seas absurdo, lo eterno no tiene nada que ver con aburrirse en una iglesia hasta que te entren ganas de llorar del aburrimiento. Eso, bueno, puede que sirva para enderezar salvajes que si no los tienes sometidos se matarían unos a los otros sin ningún tipo de remordimiento, pero una vez adiestrados aunque sea un poco en la senda de lo correcto tienes que dejarles salir de ese coñazo.


Molar es diversión sin culpa. Puede que sea divertido coger al débil de la tribu, bañarlo en un barril de brea y recubrirlo con plumas, yo no te digo que no, pero eso en cuanto desarrolles ciertas facultades elevadas te va a hacer sentir infame. Así que hay que buscar otro camino, uno más limpio, más eficiente.

Dibujar, por ejemplo, mola. No sé, yo hablo por mi. Supongo que para el que le guste cocinar hacer cupcakes tiene que ser la hostia de molón. Bueno, vale, te acepto eso. A mi los cupcakes me parecen demasiado de chica y las chicas, como todos los chicos sabemos, son tontas, pero ei, vale. Acepto eso.


Buscar cosas que molen mola. Rebuscar en tiendas de segunda mano a ver qué cachiperres encuentras mola. De pequeños en mi pueblo nos dio por coleccionar cajetillas de tabaco (sin fumar ni nada) y ¡hostia! ¡Cómo molaba aquello! ¡Pasábamos los días enteros buscando cajetas nuevas! ¡Íbamos por el arcén de la carretera hasta el pueblo del al lado buscando cajetas nuevas que en nuestro pueblo no hubiese! ¡Aquello molaba millas!

Cuando haces cosas que molan entras en la velocidad de la luz, esa dimensión por la que se accede a la eternidad. Si a lo que te dedicas es, pongamos por caso, a echar ancianos de sus casas para ganar 20 euros de más, no sólo eres un hijo de la grandísima puta por razones evidentes, sino que estás lastrando a la humanidad entera en su camino hacia la eternidad. Será en ese momento en el que la humanidad esté más centrada en actividades molonas en vez de en actividades violentas cuando llegará a abrir la puerta hacia la vida eterna. No, no en plan teoría o poesía. Vida eterna, no morirte nunca.


Coño, si no picas con este cebo yo no sé qué ponerte ya.

Las actividades violentas, aquellas que provocan emociones de baja categoría, son las que desgastan el vehículo físico que es nuestro cuerpo de carne. Si tu trabajo consiste en provocar estas emociones no sólo eres un hijo de puta, como hemos aclarado, sino que además eres un traidor a la raza porque lastras su camino hacia lo elevado.


No, no me cuentes cuentos. Tú sobras. Si te dejamos seguir con nosotros nos vamos a matar todos. Y, para matarnos todos, es mejor que se mate sólo el hijo de puta, que además se lo merece.

No te engañes, echar ancianos de sus casas no mola. Porque te da pena, porque te enciende la sangre, porque te pones a llorar. Todo eso que te aleja de la eternidad. Echar ancianos de sus casas te aleja de la vida y te acerca a la muerte. Peor, nos acerca a todos.


Así que... En fin. No se lo tome como nada personal, señor echador de ancianos, pero es que le vamos a tirar del barco al mar. Y, como usted dice, no es nada personal. Sólo negocios.

Lo que pasa es que nuestro negocio es estar vivos siempre. Y, como comprenderá, mi buen amigo, mi sucio cerdo, usted interfiere con nuestros planes. Lo mismo que aquel anciano interfería con los suyos.


No, no, nada personal. Sólo negocios.