sábado, 20 de agosto de 2016

Star Wars The Force Unleashed


Este es uno de esos juegos hype, que iba a ser la polla pero no lo fue. Me llama la atención lo que redunda el hype en el fracaso posterior de un producto, porque creo que si las expectativas no hubieran sido tan altas este juego habría tenido una mejor acogida.


Para hacer marketing me temo que no hay que ser un genio. No hay ninguna regla mágica más allá del sentido común. Si te venden a una amiga con que está buenísima, con que es interesantísima, con que tiene una conversación apabullante, es probable que luego la chica no esté a la altura de lo esperado. ¡Cómo va a estarlo! Si han vendido un 10. Con que luego la chica sea de 9 ya ha fracasado, a pesar de que un 9 es una nota muy alta.

Creo que si tienes una buena amiga que presentar a alguien es mejor que, si es de 9, la vendas como de 7. Con un 7 la gente ya acepta. No están los tiempos como para rechazar un 7. Y cuando ella aparezca con su 9 va a quedar estupendamente, porque la gente se esperaba un 7. No creo que haya que ser un genio para esto.


Por eso me devano la cabeza con qué pasa con los “expertos” en marketing que suelen hacer los lanzamientos de las cosas. ¿No es evidente lo que acabo de explicar? ¿Nadie se ha dado cuenta todavía de que inflar las expectativas de algo redunda sobre el fracaso de la cosa? ¿No ha quedado claro todavía con tantos y tantos productos que se han pegado el batacazo con esto? Y aún así la gente sigue haciéndolo.

Por no mencionar el gasto desmesurado de dinero que una promoción fuerte provoca. Mira, si lo que tienes para vender no es bueno lo mejor es que no lo promociones. Vas a tener que ahorrar dinero para cubrir los gastos que el desarrollo de ese producto regulero ha provocado. Y si lo que tienes para vender es bueno es mejor que no lo promociones tampoco, porque algo bueno se vende solo. Así que es mejor ahorrar el dinero que tenías para promocionarlo porque, rayos, es mejor tener dinero que no tenerlo.


Además, temo lo más grave de todo: los tiempos señalan que la promoción ha dejado no sólo de ser eficaz, sino de tener sentido. Tenía sentido antes, cuando sentíamos vivir en un sistema que era más grande que nosotros. Nos gustaba jugar al juego que nos proponía: salían productos, se promocionaban, nosotros los comprábamos, con nuestras compras los levantábamos o los hundíamos... A eso se jugaba. Era divertido.

Sin embargo, aquel sistema que respetábamos ha dejado de existir. O, si no ha dejado de existir, hemos dejado de respetarlo. Simplemente no nos lo creemos. Como con Pedro y el lobo, hemos dejado de respetar a Pedro. Pedro, nos da igual lo que nos digas, ya te hemos visto las vergüenzas. Estás lleno de gusanos y no vamos a hacer caso a alguien que está lleno de gusanos, naturalmente. Claro, puedes bombardearnos todo lo que quieras con estas promociones que antes nos creíamos a pies juntillas, pero... No sé si te has dado cuenta de que hemos perdido la confianza en ti. Y ya no sólo la confianza, el respeto. Cuando se le pierde el respeto a alguien o a algo suele ser el fin de todo. Y le hemos perdido el respeto al sistema y, por tanto, a sus métodos.


Ahora nos respetamos más a nosotros mismos que al sistema. Creemos más en nosotros que en él. Sabemos que él no nos va a sacar las castañas del fuego, si es que no nos las roba. El que antes era nuestro mejor amigo ahora se ha convertido en un patético mercachifle del que no nos creemos nada y miramos con lástima. Sigue intentando los mismos trucos que intentaba antes, por eso nos da pena. Porque no ha asumido su fracaso, no ha asumido que todos le hemos visto sin careta. Y ahí sigue, intentando seducirnos con sus gracias espantapajaradas.

¿Cómo pudimos estar tan enamorados de él? Nos pasa lo mismo con aquella novia. ¡Qué fea está! ¡Y sigue haciendo las mismas gracias que antes! Pero... ¿Pero cómo esperas que siga picando en estas mierdas, cariño? ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás así? O, mejor dicho, ¿por qué sigues así? Eres una sombra de lo que fuiste, o más bien sigues demasiado igual que antes. Ya hemos crecido y tú sigues intentando colármela de la misma manera que hacías antes. ¿No ves que ahora te veo como una niña desesperada porque yo le haga caso? ¿Por qué no asumes tu fracaso? ¿Por qué no te tiras a mis pies a suplicar que vuelva contigo, que es lo que estás deseando hacer? Es posible que te diga que no, pero al menos te respetaré más, por honesta. Pero con estos jueguecitos antediluvianos que te me llevas…


Dios mío. ¿Por qué te quería tanto? Dime, ¿por qué te quería tanto?