A ti también te hace falta entrenar,
como a Link. Hazme caso. Tienes el síndrome de la estrella que se lo
cree de nacimiento. Y no. No, y mil veces no. Vamos, te lo digo
porque esas somos dos o tres y tú no estás en el equipo. No pasa
nada, yo no sé silbar. En serio, yo no sé silbar.
A mi me pasa lo contrario: me sobra
entrenamiento. Cuando uno es grande, pero grande de verdad, es muy
humilde. Siempre piensa que es muy osado y prefiere refinar la
maquinaria un poco más. No, cómo voy a enseñar esto por ahí. No,
no. Mi público merece algo mejor. Y, aunque definitivamente no se lo
merezca, tú lo mejoras. Porque tú eres así.
Tú al revés: te emocionas enseguida
con cualquier cagarruta. Si yo fundase una escuela exigiría que mis
alumnos firmasen una cláusula que les impidiese que se les
devolviera el dinero una vez empezado el curso, porque me temo que de
no ser así el 99% abandonarían y yo me quedaría sin negocio. Sí,
me quedaría con el 1%, con el Pequeño Buda, pero el Pequeño Buda
por si solo no paga las facturas. Necesitamos tu dinero, aunque
provenga de unas manos tan abominables como las tuyas.
¡Dios mío! ¡Cuántos quejidos y
lamentos se oirían en esa escuela! La gente pensaría que es un
matadero. Y es que eso es lo que necesitas. Que te haga llorar. Que
te rompa de cabo a rabo. El triste chamizo que tienes montado es un
insulto para nosotros, para todos los demás. Necesitas que alguien
tenga la crueldad de reventarlo, de desgarrarlo. ¿Ves cómo sangras?
No, no apartes la mirada. Mira cómo sangras. Hemos empezado.
Yo, que no me corto un pelo, lamería
esa sangre y te sonreiría, sádico. Tú entrarías en pánico y
empezarías a llamar a tus padres, que te saquen de lo que parecía
una escuela y ha terminado siendo la casa del terror. Pero yo te
sostendría firme y no diría ni palabra, sólo te haría saber que
estás encerrado aquí conmigo y tendrás que intentar algo mejor si
quieres escapar.
Jo, tío. Me deleito imaginándote
llorar. De verdad.
¡Patético insecto! ¡Tendría que
cobrarte un extra por aguantarte los berrinches! Pero afortunadamente
para ti eso está incluido en la minuta. Lo tenemos todo pensado.
Sabemos exactamente lo que vas a hacer y cuándo lo vas a hacer. Por
eso somos tan caros.
Bueno, ¿qué? ¿Ya se ha desahogado el
señorito? ¡Menuda niña que estás hecha! ¡Qué mal aguantas las
críticas! Si hubieras estado donde he estado yo, no sé, estarías
muerto. Viéndote no se me ocurre otra alternativa.
Bueno, va. Espabila. Mira Link, el
Héroe de Hyrule: no sé cuántas aventuras y aún no ha dicho ni una
palabra. ¡Ni una! Ha pasado las de Caín y no ha dicho nada. No ha
maldecido al Cielo, no le ha dicho a sus enemigos que “así no
vale”, nada. Un Verdadero Héroe de Hyrule. Te voy a regalar un
poster de Link para que te lo pongas en tu celda, porque esto es como
una abadía. Aquí no tenemos habitaciones, tenemos celdas.
Lo compraré en Wallapop. Por ti no voy
a pagar la tarifa Premium de Amazon, como comprenderás.
Bueno, por fin te he quitado ese barniz
barato con el que venías de casa. Vale. ¡Caray, con qué poco te
conformas! ¿De verdad creías que con eso ibas a ir a alguna parte?
Ahora que he llegado a tu corazón y los dos somos capaces de verlo,
pequeño, miserable, insignificante, es hora de hacerlo más fuerte.
Porque supongo que no pretenderías alcanzar la Fama con esa mierda,
¿no?
¡Vaya defensa que tenías montada para
proteger algo tan nimio! Pero hombrecillo... ¿Cómo te atreves? Da
gracias a que sea como Jules, un Hijo de Puta Peligroso, y me haya
cargado tu sistema defensivo como un leviatán devora una
barquichuela. Porque de haber dado con alguien más débil seguirías
engañando a todo el mundo hasta el fin de tus días. Y, lo peor de
todo, engañándote a ti mismo.
¡Venga! ¡A pagar, hijo de puta! ¡Que
estamos a primeros de mes! ¡Vacíate los bolsillos! Muy bien, buenos
billetazos, sí señor. Se nota que eres de buena familia. Claro, por
eso estás tan mimado. Por eso no sabes una puta mierda de la vida.
Menos mal que tienes pasta, porque si no te iban a dar bien por el
culo…