martes, 16 de agosto de 2016

Dead Island


Putos zombies. Qué moda más plasta. A ver, fue una metáfora cojonuda sobre el ser humano en el mundo pre-crisis y crisis-crisis, pero aún así... Demasiado zombie para mi. Como en la vida real.


Las modas son metáforas artísticas sobre las cosas que nos pasan como personas normales y corrientes. Por eso para ser “coolhunter” no hay que leer revistas y blogs, lo que hay que hacer es no ser demasiado gilipollas, y poco más.

A ver, puedes leer revistas y blogs, claro que sí, pero, bajo mi punto de vista, es como leer un libro que pone que el cielo es azul cuando podrías levantar la vista del puto libro y comprobar de primera mano que, efectivamente, todo indica que el cielo es azul.


Como en el mundo pre-crisis y crisis-crisis la gente empezó a hacer caso a unas normas de la vida prefabricadas, que nada tienen que ver con las normas reales que nos mueven, se convirtieron en zombies. Esto es, seres caminantes desprovistos de vida real en su interior. Es evidente, si en vez de alimentarte de comida te alimentas de cartón, por muchos colores que tenga el cartón, vas a acabar desnutrido y, de moverte, te moverás animado por una fuerza que se parece más a la muerte que a otra cosa.

Esa locura grabada en los cerebros de la gente es la que, supongo, debe llevar a alguien a pensar que, sí, es muy justo y muy bueno echar a este anciano de su casa, ya que no ha cumplido las normas. Como veis, si uno pone el empeño suficiente, puede conseguir una locura colectiva de lo más eficiente con una facilidad tan asombrosa que asusta.


Pero ¡regocijaos! Aquello ya pasó. Como los zombies. Ahora todo el mundo ha vuelto a sus cabales, se ha dado cuenta de que las prerrogativas con las que nos bombardeaban desde los medios eran una sarta de sandeces, si no locuras completas. ¡Pero cómo vas a largar a un viejo de su kel, tío! ¿Tú te has vuelto loco?

¿Tú te volviste zombie o qué? No, venga, no mientas, si ya ha pasado. Es como cuando te pregunto cómo acabaste anoche. ¡Da igual! Estabas todo pedo. ¿Que acabaste bailando sobre el techo de un coche? Joder, tío, qué hijo de puta. Pero da igual, estabas pedo. Se te pasa, claro.


Bueno, tampoco se te pasa del todo. En las noches de pedo uno queda retratado. ¿Verdad que sí? ¿Verdad que el amigo puto loco que te cagas cuando se pilla un pedo se comporta como el loco que sabes que es pero que, sin alcohol en la sangre, consigue controlarse para que los demás no nos horroricemos con lo que guarda en su interior?

Para mi, esto ha sido lo bonito de la crisis. He visto a todo el mundo tal cual es. Este que parecía así buenecito y tal... ¡Buh! ¡El mayor de los hijos de puta! ¿Pues no ha echado a un viejo de su casa? ¿Y ese otro que parece que no ha roto un plato? Pues se la lió a un compañero de trabajo para que le echaran y así quedarse él con el puesto. ¿Qué? ¿Cómo te quedas?


Sí, amigos, la crisis ha sido la madre de todos los pedos. Aquí ha habido de todo, alcohol, drogas, rameras, de todo. Esto ha sido un puto descontrol. Y, como en los pedos de verdad, ya sabes quién cojea de cada pie. Uy, amigo, ese de pedo rompió una ventana. Ese tío está zumbado, a ese ni te acerques. Ese otro violó a una amiga, buh, ojo con ese. Ese tío es mal rollo, dale de lado.

Yo, como me las sé todas, he hecho como en las noches de pedo: pillarme un whisky con Red Bull y sentarme en una esquinita, a observar. Porque sé muy bien que lo que cuenta no es la noche de pedo, sino el día siguiente. Y al día siguiente yo ya tengo todos los datos que necesitaba para elaborar mejor mi jugada y saber a quién y a quién no acercarme. Y tú, que eres tonto, te has desnudado ante mi, creyéndote que la noche nunca iba a acabar.


¡Y ha acabado, pringado! Así que violando amigas, ¿eh? ¡Policía!