miércoles, 17 de agosto de 2016

Final Fantasy XIII-2


“Pues a mi no me gusta Final Fantasy XIII por su sistema de combate y porque tienes que ir por pasillos predefinidos”. ¡Uaaaaaaaagh, niño rata, cierra tu sucia bocaza! ¡Ciérrala!


Final Fantasy XIII es un juego como la copa de un pino. Este que nos ocupa no, este es poco inspirado, pero no es malo por las razones niñorratiles que acabamos de decir. Es malo porque es poco inspirado. Y porque hicieron caso a los niños rata y quitaron los pasillos y cambiaron un poco los sistemas de combate. ¿Por qué la gente hace caso a la gente inferior? ¿Por qué? Han de ser ignorados y reeducados, lo sabe todo el mundo. Como perros, como lo que son.

La saga Final Fantasy empezó de una manera muy curiosa: los troncos que hicieron el primero iban a ser despedidos, todo lo que hacían era un puto fracaso. Así que el último juego que iban a hacer, como canto del cisne, le decidieron llamar Final Fantasy. Hala, la última fantasía que nos podemos permitir, vete metiendo nuestras cosas, la grapadora y eso, en cajas de cartón que yo termino de escribir estas líneas de código.


¡Y resultó un éxito! Tanto que ya van por el XV o el XVI, estoy un poco perdido. Para que veas que cuando haces las cosas en plan kamikaze, en plan todo me la suda ya, es cuando funcionan.

Ahora las cosas están muy cambiadas. ¡A nadie se la suda Final Fantasy! ¡Todo el mundo es un experto en Final Fantasy! Según uno de sus responsables, hay un síndrome en Square Enix que es que tooooodo el mundo cree tener la clave de la esencia de Final Fantasy. Todo el mundo conoce su corazón, todo el mundo lo conoce mejor que nadie.


Si alguna vez has trabajado en entornos creativos, por tu bien espero que no, supongo que sabrás que la memitis que se puede alcanzar es digna de comentario. Cuando alguien se siente muy especial tiende a bloquearse. ¡Nada es lo suficientemente bueno! ¡No, no, no, no! ¡Has puesto un rosa pálido cuando es evidente que al proyecto le viene mejor un rosa neutro! ¡Vamos, al proyecto no, a mi, ya que YO soy el proyecto! ¡Y, sólo por eso, voy a gritarte hasta que te entren ganas de llorar! ¡Tú y tus rosas pálidos! ¡Prepárate!

Bajo mi punto de vista, trabajar en algo creativo es trabajar en algo muy elevado. Estás intentando mostrar al mundo grandes valores, grandes refinamientos. Cosas que a la gente la harán crecer. Sin embargo, si para llegar a esas altas cotas de refinamiento utilizas métodos cuasi esclavistas lo estás pervirtiendo todo. No puedes llegar con un plato de delicatessen que para hacerlo ha habido que despellejar a varios trabajadores. Los medios que usas contravienen al fin que, teóricamente, defiendes.


Estas cosas pasan porque la creatividad para la gente es como una oscura cueva muy poco explorada. Nadie sabe muy bien cómo hacerlo, tiene más inseguridades que otra cosa. Para mi es mi entorno natural, sé exactamente dónde están las estalactitas y dónde las estalagmitas. Me oriento bien y no me pongo nervioso.

¡Pero ay de ti si te metes en estos berenjenales con poca experiencia a tus espaldas! ¡Prepárate para volverte loco, amigo mío! Bueno, y si te metes con más gente tan indocumentada como tú prepárate para sucumbir sí o sí. Vais a acabar peleados, muy jodidos los unos con los otros, porque la tipografía que le venía bien el proyecto era Impact y no Helvética. He visto familias destrozadas por motivos menores a este. He visto gente colapsar por la colocación de una línea de texto en una gráfica. ¡He visto gente enloquecer por un tipo de croasán! ¡Esto no es broma!


Yo de pequeño me pillaba unos berrinches finos si, por ejemplo, mi madre me perdía una quiniela porque, oye, mamá, no sabes lo importante que es para mi esa quiniela. Te tienes que comer esta mierda que te estoy lanzando, es evidente. ¿Cómo se te ocurre perderme esta quiniela? La mierda te la has de comer, justo castigo. Pero claro, era cuando era pequeño.

Como la educación trata más de la acumulación de datos que de refinar las cualidades creativas de cada cual, uno llega, ya adulto, a su “empleo creativo” con un pañal todavía cubriéndole el culo. Todos los berrinches que no se ha pillado en su vida porque estaba memorizando listados en vez de poniendo su talento a prueba van a estallar, juntitos, en medio de un proyecto importante. No digo que no sea algo enternecedor, digo que es algo molesto. Al menos para mi.


No, la gente creativamente está muy poco hechita. No se conoce a sí misma, no conoce los vericuetos del asunto. Claro que te mosqueas si alguien toca “lo tuyo”, pero tienes que saber gestionar esa mierda. La mierda siempre va a estar ahí, y más si trabajas con gente tan inútil como tú, pero no puedes tirársela a la cara a los demás y quedarte tan pancho. A ver, por poder puedes, pero la gente habla, y poco a poco te acabarán dando de lado. Como aquel niño con el que no se podía jugar a nada porque siempre quería mandar él, o porque siempre estaba poniendo problemas para todo. Ese niño ha crecido y comparte mesa contigo en el despacho. ¡Qué putada! ¡Hay que huir de aquí!

Ojalá fuera un problema de España, ese país experto en luchas fratricidas pero poco versado, por fata de tiempo, en refinar y conocer mejor sus talentos creativos. Pero no, las declaraciones del responsable de Square Enix revelan que es un problema mundial, global, la memitis afecta a países tan avanzados creativamente como Japón así que, bueno, consuélate.


Me hubiera gustado conocer a mis compañeros de creatividad cuando eran niños. No me cabe duda que eran los que nadie quería jugar con ellos porque ¡menudo coñazo de niños! Y los cabrones se dedicaron a esconder ese niño que son y los asquerosos acabaron trabajando a mi lado, como si no tuvieran nada que ocultar.

Habría que inventar un detector de niños memos. O sea, uno físico, que se pudiera comprar en tiendas. Yo lo llevo incorporado, no me ha quedado más remedio que desarrollarlo, pero yo no puedo estar en todas partes.


¡Allí donde haya un sospechoso de memitis estará Juan! No, hombre, que yo tengo una familia, unos asuntos, unas cosas...