“Pues a mi no me gusta Final Fantasy
XIII por su sistema de combate y porque tienes que ir por pasillos
predefinidos”. ¡Uaaaaaaaagh, niño rata, cierra tu sucia bocaza!
¡Ciérrala!
Final Fantasy XIII es un juego como la
copa de un pino. Este que nos ocupa no, este es poco inspirado, pero
no es malo por las razones niñorratiles que acabamos de decir. Es
malo porque es poco inspirado. Y porque hicieron caso a los niños
rata y quitaron los pasillos y cambiaron un poco los sistemas de
combate. ¿Por qué la gente hace caso a la gente inferior? ¿Por
qué? Han de ser ignorados y reeducados, lo sabe todo el mundo. Como
perros, como lo que son.
La saga Final Fantasy empezó de una
manera muy curiosa: los troncos que hicieron el primero iban a ser
despedidos, todo lo que hacían era un puto fracaso. Así que el
último juego que iban a hacer, como canto del cisne, le decidieron
llamar Final Fantasy. Hala, la última fantasía que nos podemos
permitir, vete metiendo nuestras cosas, la grapadora y eso, en cajas
de cartón que yo termino de escribir estas líneas de código.
¡Y resultó un éxito! Tanto que ya
van por el XV o el XVI, estoy un poco perdido. Para que veas que
cuando haces las cosas en plan kamikaze, en plan todo me la suda ya,
es cuando funcionan.
Ahora las cosas están muy cambiadas.
¡A nadie se la suda Final Fantasy! ¡Todo el mundo es un experto en
Final Fantasy! Según uno de sus responsables, hay un síndrome en
Square Enix que es que tooooodo el mundo cree tener la clave de la
esencia de Final Fantasy. Todo el mundo conoce su corazón, todo el
mundo lo conoce mejor que nadie.
Si alguna vez has trabajado en entornos
creativos, por tu bien espero que no, supongo que sabrás que la
memitis que se puede alcanzar es digna de comentario. Cuando alguien
se siente muy especial tiende a bloquearse. ¡Nada es lo
suficientemente bueno! ¡No, no, no, no! ¡Has puesto un rosa pálido
cuando es evidente que al proyecto le viene mejor un rosa neutro!
¡Vamos, al proyecto no, a mi, ya que YO soy el proyecto! ¡Y, sólo
por eso, voy a gritarte hasta que te entren ganas de llorar! ¡Tú y
tus rosas pálidos! ¡Prepárate!
Bajo mi punto de vista, trabajar en
algo creativo es trabajar en algo muy elevado. Estás intentando
mostrar al mundo grandes valores, grandes refinamientos. Cosas que a
la gente la harán crecer. Sin embargo, si para llegar a esas altas
cotas de refinamiento utilizas métodos cuasi esclavistas lo estás
pervirtiendo todo. No puedes llegar con un plato de delicatessen que
para hacerlo ha habido que despellejar a varios trabajadores. Los
medios que usas contravienen al fin que, teóricamente, defiendes.
Estas cosas pasan porque la creatividad
para la gente es como una oscura cueva muy poco explorada. Nadie sabe
muy bien cómo hacerlo, tiene más inseguridades que otra cosa. Para
mi es mi entorno natural, sé exactamente dónde están las
estalactitas y dónde las estalagmitas. Me oriento bien y no me pongo
nervioso.
¡Pero ay de ti si te metes en estos
berenjenales con poca experiencia a tus espaldas! ¡Prepárate para
volverte loco, amigo mío! Bueno, y si te metes con más gente tan
indocumentada como tú prepárate para sucumbir sí o sí. Vais a
acabar peleados, muy jodidos los unos con los otros, porque la
tipografía que le venía bien el proyecto era Impact y no Helvética.
He visto familias destrozadas por motivos menores a este. He visto
gente colapsar por la colocación de una línea de texto en una
gráfica. ¡He visto gente enloquecer por un tipo de croasán! ¡Esto
no es broma!
Yo de pequeño me pillaba unos
berrinches finos si, por ejemplo, mi madre me perdía una quiniela
porque, oye, mamá, no sabes lo importante que es para mi esa
quiniela. Te tienes que comer esta mierda que te estoy lanzando, es
evidente. ¿Cómo se te ocurre perderme esta quiniela? La mierda te
la has de comer, justo castigo. Pero claro, era cuando era pequeño.
Como la educación trata más de la
acumulación de datos que de refinar las cualidades creativas de cada
cual, uno llega, ya adulto, a su “empleo creativo” con un pañal
todavía cubriéndole el culo. Todos los berrinches que no se ha
pillado en su vida porque estaba memorizando listados en vez de
poniendo su talento a prueba van a estallar, juntitos, en medio de un
proyecto importante. No digo que no sea algo enternecedor, digo que
es algo molesto. Al menos para mi.
No, la gente creativamente está muy
poco hechita. No se conoce a sí misma, no conoce los vericuetos del
asunto. Claro que te mosqueas si alguien toca “lo tuyo”, pero
tienes que saber gestionar esa mierda. La mierda siempre va a estar
ahí, y más si trabajas con gente tan inútil como tú, pero no
puedes tirársela a la cara a los demás y quedarte tan pancho. A
ver, por poder puedes, pero la gente habla, y poco a poco te acabarán
dando de lado. Como aquel niño con el que no se podía jugar a nada
porque siempre quería mandar él, o porque siempre estaba poniendo
problemas para todo. Ese niño ha crecido y comparte mesa contigo en
el despacho. ¡Qué putada! ¡Hay que huir de aquí!
Ojalá fuera un problema de España,
ese país experto en luchas fratricidas pero poco versado, por fata
de tiempo, en refinar y conocer mejor sus talentos creativos. Pero
no, las declaraciones del responsable de Square Enix revelan que es
un problema mundial, global, la memitis afecta a países tan
avanzados creativamente como Japón así que, bueno, consuélate.
Me hubiera gustado conocer a mis
compañeros de creatividad cuando eran niños. No me cabe duda que
eran los que nadie quería jugar con ellos porque ¡menudo coñazo de
niños! Y los cabrones se dedicaron a esconder ese niño que son y
los asquerosos acabaron trabajando a mi lado, como si no tuvieran
nada que ocultar.
Habría que inventar un detector de
niños memos. O sea, uno físico, que se pudiera comprar en tiendas.
Yo lo llevo incorporado, no me ha quedado más remedio que
desarrollarlo, pero yo no puedo estar en todas partes.
¡Allí donde haya un sospechoso de
memitis estará Juan! No, hombre, que yo tengo una familia, unos
asuntos, unas cosas...