Vaya buena que es esa peli, ¿eh? El
Robert Zemeckis es otro fiera tipo Spielberg, un cañón de tío. Que
sí, que James Cameron también, pero me parece un poco chulo. Por
eso no me cae tan bien.
Forrest Gump trata de un niño ahí un
poco retard pero que al final, según le va la vida, llegamos a la
conclusión de que a lo mejor los retard somos nosotros, porque
ponemos el foco donde no debe ser.
El chaval, como coco tiene poco, pues
se guía por su corazón, que es por lo que se debe guiar alguien si
quiere vivir una vida plena. Y, claro, pues le pasan cosas
asombrosas, las que todos quisiéramos que nos pasasen, pero como
somos taaaaaaaaaaan inteligentes pues no nos pasan.
Sí, tenemos que ser una pasada de
inteligentes, para llevar las putas mierdas de vidas que llevamos.
Hay que aprender de Forrest. Ese es el mensaje de la película.
Yo qué sé, esta película es un
compendio de escenas inolvidables. Todas son cojonudas, una detrás
de otra. Las más coñazo son las de la piba, la puta Jenny de los
cojones, que trae al pobre chaval por el camino de la amargura. ¡No,
es que ahora me quiero hacer cantante folk! Y acaba la zorra cantando
en pelotas en un tugurio a merced de indeseables.
¡No, es que ahora me va el rollo
disco! Y acaba la zorra tan puesta de farli y de jaco que por poco se
suicida por el balcón, la puta de ella.
Y el Forrest ahí, mirando pa ella
desde el principio hasta el final de la película. Al final ella
acaba con un sidazo de tomo y lomo de tanto compartir jeringuillas y,
claro, ahora que la vida le ha parado los pies pues sí se va con el
Forrest. Ahora sí, ¿no, zorra? ¡Pues ahora el que te digo que no
soy yo!
Como veis, yo soy mucho más tonto que
Forrest, mucho más resentido, porque Forrest pasa de todo y se casa
con ella, a pesar de que se muere en un plis plas y deja a Forrest
con el puto niñazo endilgado.
Pero bueno, como al menos es hijo suyo
pues el chaval queda contento, porque tiene a alguien a quién
enseñar. Y la peli acaba como empezó, con un niño subiéndose al
autobús del colegio.
Todo precioso.
Todo conmovedor.
¿Qué te voy a contar yo ahora después
de esto? Pues nada. Me quedo en blanco. Si ya ha dicho Forrest todo
lo que había que decir. Que soy idiota, que soy un indocumentado.
Que me creo muy listo pero que soy más tonto que una mierda.
O sea, yo aquí devanándome los sesos
para ver qué opción en la vida es la más adecuada según las
circunstancias, según el tipo de persona que soy yo y según otro
montón de variables que me componen un sistema de ecuaciones que ni
el Deep Blue, y este pavo va por la vida chupando un pirulí y le
sale todo de putísima madre, a pedir de boca.
Vamos, que es evidente que yo soy
tonto. Que mi cerebro no es nada comparado con la sencillez de
Forrest. Que el tonto soy yo.
¿Qué opción me queda después de
contemplar tan espantoso retrato de mi mismo? ¿Qué haría Dorian
Gray? Pues esconder el puto retrato para que no lo vea nadie, no sea
que me saquen las vergüenzas.
Así que nada, amigos, me subo al
desván con este cuadro horrendo que expone la parte más deleznable
que hay en mi. Un tipo huraño, acojonado, resentido, amargado,
jodido, desesperado, patético, miserable, ruin, indeseable.
Voy a ponerle una sábana por encima y
se acabó el problema.
¡Hala! ¡Vamos a tomar el té! ¿Cómo
lo toma usted, querida?