jueves, 25 de agosto de 2016

Los Simpson La Película


Buena peli. Lo bueno de Los Simpson es que nunca te defraudan. Vale que ya no es lo mismo que antes, desde luego que no, pero no han llegado a ser una peste, como le acaba pasando a todas las series al cabo del tiempo.


Quizás Los Simpson sea la prueba que estaba buscando de que no todo tiene por qué dejar de molar y verse desmembrado por la panda de hipsters de turno. Quizás no esté todo perdido.

Oye, acabas de presenciar una epifanía. Una epifanía es el reconocimiento súbito de un hecho trascendente.


No sé, es que te miro a la cara y me tienes pinta de no saber lo que es una epifanía. No te ofendas.

Podría acabar el post aquí, porque ya he sacado de él todo lo que tenía que sacar, pero bueno, ya que has pagado la entrada vamos a seguir. Para que luego digas que no te respeto.


Los Simpson La Película trata de que Springfield, gracias a Homer, acaba tan contaminado que tiene que ser aislado del resto del país bajo una enorme cúpula de cristal. Sin embargo como el Doctor Ian Malcom nos explicó en Parque Jurásico, la vida se abre camino. Así que, también gracias a Homer, la cúpula queda hecha añicos y todo acaba perfectamente bien.

Oye, ¿de verdad tengo que seguir? Es que, de verdad, yo ya me he corrido.


¿Por qué a las chicas no os entra sueño después de correros? A mi me resulta imposible seguir despierto.

No os lo toméis como algo personal, no es desprecio, de verdad. ¡Es que me entra sueño! Si me dejas dormir durante un cuarto de hora-veinte minutos podemos volver a empezar. ¡Es que tú también menudo rollo de loba insaciable que te llevas! Con tu ex no follabas tanto.


Echarse una cabezadita después de correrse para nosotros es clave. Es como ¡hala! ¡Al trabajo bien hecho cigarrito pal pecho! No, no, el trabajo bien hecho no es que te corras tú. Eso es lo que os decimos porque, bueno, porque sois así. El trabajo bien hecho es que me corra yo. A nosotros lo que nos gusta es fecundar el óvulo, luego cómo te las compongas tú para que ese óvulo se desarrolle es cosa tuya.

Tienes que aceptar este hecho impepinable para que tu matrimonio sea feliz. Tienes que aceptar a tu hombre tal y como es o todo se irá, de forma estrepitosa, al garete.


¡Yo acepto tu puta ropita! Que sí, que esa falda es más bonita pero te hace el culo más grande, sin embargo esta, que es menos bonita per se, te estiliza más. ¡Física cuántica, me cago en la leche puta! ¿De verdad es tan difícil entender algo tan facilito?

La toma de decisiones, por lo que parece aunque te joda admitirlo, ha de ser cosa mía. Por alguna razón, yo computo más rápido todas las alternativas posibles y expulso, cual boñigo, la mejor elección dadas las circunstancias. Si vamos a pasear por la calle casi que te pongas la bonita porque, total, no te va a mirar tanta gente. Merece la pena que, ante menos ojos contemplándote, aproveches para sacar la bonita, que lo bonito mola lucirlo aunque te quede un poco peor.


Mírame a mi: hoy me he puesto esta camiseta que me hace más barriga porque, bueno, tengo hoy el guapo un poco subido. Me encanta esta camiseta pero me hace barriga. Me pasa como a ti con la falda.

Así que la decisión más adecuada hoy era, dado que tengo el guapo subido y eso va a aguantar el dolor que las posibles miradas punzantes me hagan en el corazón, ponerse esta camiseta. Así la saco un poco del armario porque de lo bonita que es da pena que se quede ahí, papando moscas. Algún día hay que sacarla. Pues bien, hoy era el día pertinente.


¡No me digas que no te entiendo porque te entiendo perfectamente! Así que, caray, entiéndeme tú a mi cuando me quedo un poco dormidito. Es que los chicos somos así. No vas a encontrar a ninguno que no. Si lo encuentras me temo que te estará mintiendo y, lo que es peor, se estará mintiendo a sí mismo.

Así que eso va a acabar como el rosario de la aurora, ya que estar emparejada con alguien que se miente a sí mismo es estar emparejada con una bomba de relojería que estallará en el más inoportuno de los momentos.


Y ahí, devastada, volverás a mi pies a pedirme no sólo que me duerma después de correrme, sino que me tire un sonoro pedo en tu cara. Porque esas pequeñas chinitas en el parabrisas son preferibles a un mortal choque frontal.

¿Qué? ¿Quedó amortizado el precio de la entrada del señorito? Buena cosa es. Y ahora discúlpame, por favor, que tengo que ir a reflexionar sobre esa epifanía tan asombrosa que me sobrevino hace ya demasiadas líneas.


¡Pppppprrrrrreeeeeeetttttttt! ¡Pedo en tu cara!