Como todos los juegos de Kojima, este
Zone of the Enders me gustaría que me gustase más de lo que me
gusta. ¿Pero tú has leído el nombre? ¡Zone of the Enders! No sé,
es que no se puede flipar más, es como Eastenders pero en muchísimo
mejor.
La zona de los Enders, si no he
entendido mal, porque me he aburrido super pronto del puto juego, es
una zona donde se desarrollan robots. Mechas, porque están
tripulados, creo. Y ya está. ¡Tampoco uno necesita saber más! La
cultura popular es cultura, y la cultura sirve para comunicarnos los
unos con los otros. Nada más. También vale para hacerse pajas
pensando “¡oooooooh, qué culto soy!”, pero eso es lo que uno
dice por no decir “¡ooooooh, qué poco follo!”. Así que no
vale.
Así que cuando Porta canta “soy una
máquina creada en Zone of the Enders” yo entiendo que el tío es
asombroso, apabullante, como los mechas de Zone of the Enders. Ya
está. El juego ha cumplido su función.
Con Kojima me pasa como con las
discotecas de moda, que me gustaría que me gustasen pero no me
gustan. Son tela de guays, me encantaría encajar en esos ambientes,
pero es que detrás del barniz me pasa como con Kojima, que lo que
veo es una panda de memos luchando desesperadamente por dejar de
serlo y, claro, me baja el rollo. Es como aquella película cult de
un tío que se pone unas gafas y ve que los extraterrestres dominan
la Tierra, mientras los demás no ven nasti. Pues el pobre hombre no
se puede quedar tan pancho, entra en pánico. A mi con las discotecas
de moda y con los juegos de Kojima me pasa igual.
Los robots de Zone of the Enders son
chulísimos, más estilizados que los Transformers, con pies de estos
que acaban en punta y tienen tacón. Igual con esto tú te quedas
bocas, pero yo sé positivamente que hay una serie de mechas cuyos
pies acaban en punta y tienen tacón. Me gustan menos que los
teenagers Transformers, porque a mi lo teenager me gusta más
siempre, pero estos dan una sensación de “fffffffffffnnnnnn”, de
cortar diamante con diamante que no puede dejarte indiferente.
Supongo que esto es lo que me pasa con
Kojima, que era como aquellos niños que estaban demasiado empeñados
en crecer antes de tiempo. Como si su niñez no fuese suficientemente
feliz y creyesen que en la adultez todo va a mejorar. Dios mío, no
me puedo imaginar cómo alguien puede llegar a ser tan tonto. Es
evidente, también de niño, que la niñez es la mejor época de
todas, y hay que estirarla como el chicle Kilométrico de Boomer que
estás mascando.
Sus robots reniegan de la inocencia y
de las gracias gruesas y apuestan por estar siempre serios, como si
la vida fuese algo muy serio. A mi esta visión, más que de un
adulto, me parece de un pobre imbécil, muy perdido, amargado, que lo
único que hace es llorar por dentro mientras por fuera me intenta
dar lecciones de civismo. No hay nada más triste, de verdad, que
aquel que piensa que la vida es algo muy serio. Este no ha mirado a
las aves del cielo, que están más felices que unas castañuelas,
dejando claro que el que tiene un problema es él y no la vida.
Con Zone of the Enders me pasa un poco
eso. Me parece un parapeto para niños que los demás rechazan y se
montan la fantasía loca de un mundo ultrasmooth pero que por dentro
está lleno de gusanos. Alguna persona así me he encontrado en mi
vida y me pareció como encontrar una trufa, ya que uno piensa que
tal estupidez sólo se puede encontrar en la fantasía, pero no,
existen. Sí, tuvieron una infancia espantosa y todos los rechazaban,
vale. Pero, aún con eso, aún con todo eso, me parece que hay que
ser muy estúpido como para montarse una fantasía al margen de la
realidad en vez de, honestamente, llorar todo lo que tienes que
llorar.
Vamos, aunque sólo sea para no hacer
el ridículo. Porque se hace, mucho.