Hay que redimirse. Has hecho muchas
cosas malas. Hay que redimirse. La manera de redimirse con más
estilo es ser como John Marston, un hombre con un pasado manchado de
sangre que ahora es bueno y ayuda a la gente.
Ser bueno mola mucho, pero ser bueno y
peligroso mola muchísimo más.
Ser bueno y peligroso te otorga un aura
divina. Es como “podría matarte aquí y ahora, pero he decidido
seguir la senda recta”, como Jules Winnfield de Pulp Fiction, otro
malo-bueno requetemolón de la cultura popular.
¡Y
os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera
a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú
sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti!
Jo
tío. Es que no se puede molar más.
John
Marston es un poco así. Su dolor está presente en cada frase, pero
en vez de escupírtelo a la cara, como un malo normal, lo controla y
hace de él una bendición para los demás. Porque si no tienes el
corazón roto te es imposible ser malo. Y si no eres malo no eres
agresivo. Y si no eres agresivo no puedes detener a los maleantes que
atacan la granja de esa buena mujer.
La
redención consiste en que se cure tu corazón roto, y la única
manera es cuidarlo. Un corazón se cuida dándole cosas buenas y
haciendo que dé cosas buenas a los demás.
La
redención tampoco es para tanto. Tiene un halo religioso alrededor,
pero no es más que equilibrio. Tú buscas paz y el mundo también.
Así que la consigues dándosela al mundo. Y este a su vez,
agradecido, te la da a ti. Ya está.
Bueno,
lo pongo aquí como muy fácil, pero dile esto a cualquiera de esos
que tú conoces. Es como si les das a leer la teoría de la
relatividad. No entienden ni el huevo.
La
religión es cosa muy importante. Un ateo no es más que un tío
enfadado con la Iglesia que lo paga con Dios. Y Dios, que se da
cuenta de la enternecedora situación, no se lo tiene en cuenta.
Es
como yo cuando me enfado con Malasaña. No estoy enfadado con
Malasaña, estoy enfadado con los hipsters, pero lo paga Malasaña. Y
Malasaña, que me conoce de sobra, no me hace caso.
¿Quién
creéis que hizo de Malasaña lo que es, cuando no era más que un
barrio sucio y ya está? Por supuesto.
Todo
lo hago yo. Yo soy el alfa y el omega de la modernidad. Lo que pasa
es que, como Dios, actúo quedo y no me gustan los oropeles. Pero
aquí el que corta el bacalao soy yo, como Dios.
John
Marston no tiene un marco teórico tan deslumbrante como el mío,
pero eso no le impide andar el camino recto. Lo que nos demuestra que
el instinto desprovisto de razón es tan eficaz como el acto producto
del más estricto razonamiento. Ergo, si el hecho puro es igual al
hecho filtrado, es mejor actuar sin filtros porque estos, en todo
caso, añadirían distorsión al hecho pero nunca lo purificarán
más, ya que ha quedado demostrado que el acto sin filtro es
equivalente al acto producto de un filtro hipotéticamente óptimo.
Lo
que quiero decir es que pensar demasiado produce arrugas.
No
necesitas ser tan listo como yo. Eso, además, es imposible. Te basta
con saber lo que tienes que hacer, porque lo sabes. No me cuentes
cuentos, lo sabes de sobra. Si no lo haces es porque eres un cagado y
un necio.
Haz
como John Marston, redímete. En tu jornada loca no encontrarás paz.
Estás huyendo hacia delante, es evidente. Para. Y ahora mírame a
los ojos.
¡Uh!
¡Gilipollas! ¡Que eres gilipollas!