jueves, 25 de agosto de 2016

Mary Poppins


Chico, hablar yo de Mary Poppins... ¡No soy digno! ¡La mejor película del mundo! Cuando veo a Mary Poppins venir por la calle agacho la cabeza, porque yo sé que ante la verdadera Realeza hay que agachar la cabeza.


Mary Poppins es majestuosa de natural. No se esfuerza en absoluto en ser majestuosa. Vivimos en unos tiempos en los que todo el mundo quiere ser majestuoso, el niño pringado de la familia que sabe hacer cuatro dibujitos levanta la barbilla como diciendo “¡yo también quiero un cacho de pastel”!

Hijo, ese pastel se te dará cuando sepas respetar a los mayores. Mientras tanto me temo que tu vanidad te condena a hacer dieta dura.


La verdadera Realeza no se esfuerza en absoluto en serlo, en todo caso se esfuerza en ocultarlo, para proteger tus ojos de tan radiante grandeza. Se suele disfrazar de algo intrascendente, nimio, para que tú lo puedas comer sin que la luz del universo explote en tu garganta y te la reviente en muchos pedazos.

Así ha de ser. Ha de protegerte porque ese es su verdadero cometido, protegerte.


Tú, sin embargo, te esfuerzas con todas las armas que tienes a tu alcance para ser lo que no eres. ¿Por qué ese afán? El perrito de la pradera no quiere ser El Rey de la Selva, sabe que su función quizás no sea tan elocuente pero es maravillosa también, asomarse entre las dunas y ser encantador. ¡Diablos, el Rey de la Selva se deleita ante esa visión! ¿Por qué quieres ocupar su puesto?

Además, ¿qué sabes tú de regir una selva? ¡Pero qué grande te viene el puesto! Que seas esclavo de tu vanidad nos condena a todos al desgobierno. Sólo para que tú paladees unas mieles que no fueron creadas para ti los demás tenemos que vivir en el tumulto, teniendo miedo por perder nuestros pellejos cuando antes todo funcionaba armoniosamente. Dime, perrito de la pradera, ¿qué veneno has probado que ha nublado tu mente de tal modo? ¿Tanto daño te hicieron las hienas? ¿Crees que usurpando el puesto del Rey de la Selva el dolor desaparecerá? No sólo no desaparecerá, sino que además te cubrirás de vergüenza.


No, perrito, nunca serás como Mary Poppins. Y así debe ser. Tú debes ser otro tipo de comedia, menos trascendente, menos relevante, pero aún así estupenda. Es la que te ves en una noche de hotel en una ciudad extraña, cuando necesitas un poco de morfina de baja calidad. Estás solo porque eres un viajante de aspiradoras desasosegado porque esos malditos robots de limpieza redondos que se pasean por el suelo han seducido a las amas de casa. Tienes que pensar qué vas a hacer, si seguir con las aspiradoras o pasarte a los robots. O quizás sea hora de mandar todo a paseo y hablar con tú mujer qué es lo mejor para los dos. Sea como sea, es mejor que lo pienses mañana. Ahora es mejor ponerse una comedia tipo perrito de la pradera, que desconecte tu cerebro y prescinda de tu dolido corazón.

¡Diablos, en esas ocasiones Mary Poppins es demasiado grande! ¡Tanto engrandece tu corazón Mary Poppins que es posible que lo reviente, de lo magullado que está ahora! No, Mary Poppins, como saben las televisiones, es para el día de Navidad. Para cuando la familia está reunida y celebráis que estáis todos juntos. Cuando ha nacido el Niño Dios. Ese es el momento en el que los corazones son capaces de aguantar tanta grandeza como la que ofrece Mary Poppins sin recibir daño alguno y, no sólo eso, beneficiarse de todo lo que tiene que decir.


Por eso, mi pequeño perro, es momento, de una vez, que recuperes tu buen juicio. Ha sido una jornada interesante para ti, no hay duda. Has sentido lo que siente un Rey. Hay que decir que tu osada aventura nos ha costado al resto de animales de la selva un buen número de quebraderos de cabeza. No importa, dejemos eso estar por ahora. Ya recibirás tu justo castigo, administrado por alguien que sí sabe cómo poner castigos. Ni demasiado severos ni demasiado livianos. Justos. Por eso es el Rey de la Selva.

Ve a casa y descansa, esa corona ha llenado tu cabeza de locuras. ¿Lo ves? Si te lo dijimos. Era demasiado para ti. Deja que Mary Poppins administre nuestras vidas, porque es ella la que está destinada a hacerlo. Y eso es lo mejor para todos.