miércoles, 24 de agosto de 2016

Kick-Ass


Kick-Ass no es tan buena como parece ser, pero es buena. La niña que sale haciendo de hija de Nicolas Cage, no sé, parece una actriz pornográfica miniaturizada y ahora que la he visto más crecidita en algún otro cartel de alguna otra película me da que no voy desencaminado.


Esos morros como siliconados pero que no están siliconados, no sé, delatan fuego. Supongo que esos son los morros que todas las que se meten botox quieren tener y no pueden.

A mi que una mujer se meta botox como una descerebrada me parece muy tierno, porque a mi las personas descerebradas me parecen tiernas. La gente lo desprecia mucho, porque la gente es muy hipócrita, como la zorra y las uvas, y en vez de reconocer que a ellos también les apetece eso de meterse toxinas en la dermis para que se les estire la frente y se les agranden los labios prefieren crucificar a los que tiene el valor y el candor de decidir hacerlo.


Una mujer puesta de botox me parece estar diciendo “¡Chicos! ¡Mirad qué guapa estoy!”. Y eso es lo que quieren todas las mujeres en realidad. Vamos, lo que queremos todos. A mi pasear por la calle no me ofrece ningún aliciente excepto mirar chicas e intentar que las chicas me miren a mi. Vamos, lo que hace todo el mundo pero no lo dice, y esa es su gracia.

Así que que una chica esté tan desesperada, que haya perdido tanto el norte como para decidir meterse toxinas en la piel para que la miren los chicos me parece una pasada. Me estremezco de lo dulce que me parece. Me dan ganas de cogerla en brazos y de explicarle que no, que no hace falta, que ella es preciosa tal como es. Dejaría que llorase por una mezcla de desesperación por no sentirse suficientemente guapa y de agobio por sentirse super tonta y, hala, iríamos a cenar al Foster´s Hollywood.


Ella iría hinchada, porque el cirujano ese barato al que ha acudido es un auténtico incompetente y la ha dejado hecha un desastre. Pero a mi me daría igual, lo que vería es un niño al que un gato le ha arañado la cara por abrazarlo mucho, de todo lo que quería al gato. Y el gato se chinó, no entendió que el niño le apretaba porque le quería mucho y le rabuñó la cara.

Todo precioso. Todo mágico.


¿Ya estás más tranquila? Anda, tonta, si eso en cinco días se te ha pasado. Además, ahora tienes así cara como de actriz porno. Eso podemos aprovecharlo, ¿no te parece? Estás preciosa, no podría ser de otra manera, tú siempre estás preciosa.

Y nada, nos iríamos a casa a ver Kick-Ass. Ella señalaría los morros de la hija de Nicolas Cage y me diría “¿Ves? ¡Eso, eso es lo que yo quería!” y yo la abrazaría otra vez porque volvería a conmoverme. Y así, eternamente, apagando un fuego cada día, hasta el fin de los tiempos.


A mi no se me ocurre un plan de vida mejor. O sea... ¿Para qué más? Estar con una tonta que te mueres de dulzura de lo tonta que es. Y que encima acabe por sentir el desahogo, la tranquilidad de que a mi no me importe que sea tonta, sino que me encante. ¡Vamos, es que eso es lo que quieren todas! Dejar de tener que ser “tan inteligentes”. Tan competentes. Tan independientes. Tan farsantes, no nos engañemos.

Si ya sé que eres tonta. ¡Pues claro! ¡Y esa! ¡Y aquella! ¡Y yo! ¡Y todos! Todos somos tontos. Por eso molamos. ¿De verdad tú me aprecias por ser ese intelectual sin fisuras que todo lo puede arreglar? Bueno, no digo que eso no sea una solución versátil para la vida moderna, pero yo sé que me aprecias porque soy tonto también. Porque me monto películas en la cabeza que nada tienen que ver con la realidad. Y tú te estremeces de dulzura. Y eso es lo que te ata a mi, no te engañes, no lo versátil que soy.


Lo de versátil está bien, pero lo irresistible es la tontería. He visto en XVideos un tío que se llama Silicone Tex que se ha metido silicona en el pene y ahora parece eso una bola de calcetines. ¡Pues claro que he pensado en hacerlo yo también! ¡Y este! ¡Y ese! ¡Y aquel! ¡Todos!

¿No es irresistible?