Kick-Ass no es tan buena como parece
ser, pero es buena. La niña que sale haciendo de hija de Nicolas
Cage, no sé, parece una actriz pornográfica miniaturizada y ahora
que la he visto más crecidita en algún otro cartel de alguna otra
película me da que no voy desencaminado.
Esos morros como siliconados pero que
no están siliconados, no sé, delatan fuego. Supongo que esos son
los morros que todas las que se meten botox quieren tener y no
pueden.
A mi que una mujer se meta botox como
una descerebrada me parece muy tierno, porque a mi las personas
descerebradas me parecen tiernas. La gente lo desprecia mucho, porque
la gente es muy hipócrita, como la zorra y las uvas, y en vez de
reconocer que a ellos también les apetece eso de meterse toxinas en
la dermis para que se les estire la frente y se les agranden los
labios prefieren crucificar a los que tiene el valor y el candor de
decidir hacerlo.
Una mujer puesta de botox me parece
estar diciendo “¡Chicos! ¡Mirad qué guapa estoy!”. Y eso es lo
que quieren todas las mujeres en realidad. Vamos, lo que queremos
todos. A mi pasear por la calle no me ofrece ningún aliciente
excepto mirar chicas e intentar que las chicas me miren a mi. Vamos,
lo que hace todo el mundo pero no lo dice, y esa es su gracia.
Así que que una chica esté tan
desesperada, que haya perdido tanto el norte como para decidir
meterse toxinas en la piel para que la miren los chicos me parece una
pasada. Me estremezco de lo dulce que me parece. Me dan ganas de
cogerla en brazos y de explicarle que no, que no hace falta, que ella
es preciosa tal como es. Dejaría que llorase por una mezcla de
desesperación por no sentirse suficientemente guapa y de agobio por
sentirse super tonta y, hala, iríamos a cenar al Foster´s
Hollywood.
Ella iría hinchada, porque el cirujano
ese barato al que ha acudido es un auténtico incompetente y la ha
dejado hecha un desastre. Pero a mi me daría igual, lo que vería es
un niño al que un gato le ha arañado la cara por abrazarlo mucho,
de todo lo que quería al gato. Y el gato se chinó, no entendió que
el niño le apretaba porque le quería mucho y le rabuñó la cara.
Todo precioso. Todo mágico.
¿Ya estás más tranquila? Anda,
tonta, si eso en cinco días se te ha pasado. Además, ahora tienes
así cara como de actriz porno. Eso podemos aprovecharlo, ¿no te
parece? Estás preciosa, no podría ser de otra manera, tú siempre
estás preciosa.
Y nada, nos iríamos a casa a ver
Kick-Ass. Ella señalaría los morros de la hija de Nicolas Cage y me
diría “¿Ves? ¡Eso, eso es lo que yo quería!” y yo la
abrazaría otra vez porque volvería a conmoverme. Y así,
eternamente, apagando un fuego cada día, hasta el fin de los
tiempos.
A mi no se me ocurre un plan de vida
mejor. O sea... ¿Para qué más? Estar con una tonta que te mueres
de dulzura de lo tonta que es. Y que encima acabe por sentir el
desahogo, la tranquilidad de que a mi no me importe que sea tonta,
sino que me encante. ¡Vamos, es que eso es lo que quieren todas!
Dejar de tener que ser “tan inteligentes”. Tan competentes. Tan
independientes. Tan farsantes, no nos engañemos.
Si ya sé que eres tonta. ¡Pues claro!
¡Y esa! ¡Y aquella! ¡Y yo! ¡Y todos! Todos somos tontos. Por eso
molamos. ¿De verdad tú me aprecias por ser ese intelectual sin
fisuras que todo lo puede arreglar? Bueno, no digo que eso no sea una
solución versátil para la vida moderna, pero yo sé que me aprecias
porque soy tonto también. Porque me monto películas en la cabeza
que nada tienen que ver con la realidad. Y tú te estremeces de
dulzura. Y eso es lo que te ata a mi, no te engañes, no lo versátil
que soy.
Lo de versátil está bien, pero lo
irresistible es la tontería. He visto en XVideos un tío que se
llama Silicone Tex que se ha metido silicona en el pene y ahora
parece eso una bola de calcetines. ¡Pues claro que he pensado en
hacerlo yo también! ¡Y este! ¡Y ese! ¡Y aquel! ¡Todos!
¿No es irresistible?