martes, 23 de agosto de 2016

Jackie Brown


Jackie Brown es en principio una obra menor de Tarantino, pero a mi es de las que más me gustan. Con la que no puedo es con Kill Bill, que me parece una payasada. Vamos, la tuve que quitar a mitad, no sé si luego mejora de la leche. Nunca lo sabré, me temo.


Las cosas menores lo son porque la gente es tonta. Lamento ser tan claro. La gente, ya sabes, le tienes que potenciar el sabor para que sus dormidísimas papilas gustativas despierten del letargo en el que la estupidez las mantiene. Les es muy difícil apreciar lo sutil y, bueno, tampoco te creas que tengo nada en contra de ello. Las moscas, aunque molestas, permiten que existan las ranas y luego a las ranas tú te las comes en un restaurante vasco. Así que todo está bien tal y como está.

Kill Bill, ya sabes, el mono amarillo, la katana, Uma Thurman, esa tía que me temo que me caería mal... Es todo efectismo. Es un Brugal con Red Bull. ¿A quién le puede dejar indiferente el Brugal con Red Bull?


Jackie Brown es algo más discreto, algo que se tomaría más a la una de la tarde que de la madrugada. La protagonista no es una moza delgadita y acrobática, es una mujer en sus cuarentaylargos que ya tiene una grupa tipo buey. Hay que ser un tío fino filipino para saber apreciar la belleza de eso.

Sus motivaciones no son venganzas ni cosas así como épicas, son montarse el rollo un poco porque ya no es una chavalita, sabe que haciendo popotitos ya no puede ir por la vida y, bueno, pues algo habrá que hacer. Habrá que tirar de algo más que de ser un solomillo. Y ese es el motor de la película.


Kill Bill presenta a una mujer fuerte porque corta cuellos, Jackie Brown presenta a una mujer fuerte porque resiste. La verdadera fortaleza, como Stallone nos ha enseñado con su carrera, es la capacidad para resistir. Stallone es uno de los artistas que más valoro de nuestra época.

Así que, bueno. Puede que sea porque yo ya también soy mayor, pero... No. Kill Bill siempre me espantó, lo asocio a la megavulgaridad disfrazada de sofisticación. Y a mi la vulgaridad me gusta cuando no se avergüenza de lo que es, pero cuando se disfraza para colarse en la fiesta de alto copete... No, chata. Aquí sólo entra gente de sangre azul. Nuevos ricos allí, mira, en el bar de los gin tonics, ¿lo ves? Allí, lejos, allí es donde tienes que ir.


Jackie Brown sí tiene sangre azul. Los que tenemos sangre azul no nos disfrazamos de nobles, porque, caray, ya lo somos. En todo caso nos disfrazamos de plebeyos porque eso es lo que nos parece divertido. Hombre, no digo que un gorila disfrazado de gorila no tenga su gracia en un momento puntual, pero ya sabes lo que quiero decir.

Jackie Brown, la mujer protagonista, es una mujer que me pone palotísimo. Una cuarentona fuerte porque es frágil es la mejor Viagra que te puedes echar al pito. Aparte de que es guapa, tiene una melena de esas que metes la mano y se te hunde bastante, tiene tetones tochos y encima bien puestos y su culo es grandote y bien puesto también.


Vamos, una mujer a la que yo respeto mucho.

No te voy a contar el argumento porque es enrevesadísimo y tendría que sacar papel y boli para aclararme yo antes las ideas, pero la clave de la película es Jackie Brown, por eso la película se llama Jackie Brown. Una peli de las que tienes que tener en un aparte, en el mueble bar, junto al jerez dulce, esa bebida que te tomas en momentos muy concretos y a la que sólo invitas a una persona algo especial.


Sacas el jerez y ¡oh! ¡Jackie Brown! ¿Ponemos Jackie Brown mientras nos tomamos el jerez?

Y luego igual hasta se te baja al pilón y todo. Jackie Brown es una película muy sofisticada, y a las chicas les gustan los hombres sofisticados. Vamos, es lo que tengo entendido, no sé.