Jackie Brown es en principio una obra
menor de Tarantino, pero a mi es de las que más me gustan. Con la
que no puedo es con Kill Bill, que me parece una payasada. Vamos, la
tuve que quitar a mitad, no sé si luego mejora de la leche. Nunca lo
sabré, me temo.
Las cosas menores lo son porque la
gente es tonta. Lamento ser tan claro. La gente, ya sabes, le tienes
que potenciar el sabor para que sus dormidísimas papilas gustativas
despierten del letargo en el que la estupidez las mantiene. Les es
muy difícil apreciar lo sutil y, bueno, tampoco te creas que tengo
nada en contra de ello. Las moscas, aunque molestas, permiten que
existan las ranas y luego a las ranas tú te las comes en un
restaurante vasco. Así que todo está bien tal y como está.
Kill Bill, ya sabes, el mono amarillo,
la katana, Uma Thurman, esa tía que me temo que me caería mal... Es
todo efectismo. Es un Brugal con Red Bull. ¿A quién le puede dejar
indiferente el Brugal con Red Bull?
Jackie Brown es algo más discreto,
algo que se tomaría más a la una de la tarde que de la madrugada.
La protagonista no es una moza delgadita y acrobática, es una mujer
en sus cuarentaylargos que ya tiene una grupa tipo buey. Hay que ser
un tío fino filipino para saber apreciar la belleza de eso.
Sus motivaciones no son venganzas ni
cosas así como épicas, son montarse el rollo un poco porque ya no
es una chavalita, sabe que haciendo popotitos ya no puede ir por la
vida y, bueno, pues algo habrá que hacer. Habrá que tirar de algo
más que de ser un solomillo. Y ese es el motor de la película.
Kill Bill presenta a una mujer fuerte
porque corta cuellos, Jackie Brown presenta a una mujer fuerte porque
resiste. La verdadera fortaleza, como Stallone nos ha enseñado con
su carrera, es la capacidad para resistir. Stallone es uno de los
artistas que más valoro de nuestra época.
Así que, bueno. Puede que sea porque
yo ya también soy mayor, pero... No. Kill Bill siempre me espantó,
lo asocio a la megavulgaridad disfrazada de sofisticación. Y a mi la
vulgaridad me gusta cuando no se avergüenza de lo que es, pero
cuando se disfraza para colarse en la fiesta de alto copete... No,
chata. Aquí sólo entra gente de sangre azul. Nuevos ricos allí,
mira, en el bar de los gin tonics, ¿lo ves? Allí, lejos, allí es
donde tienes que ir.
Jackie Brown sí tiene sangre azul. Los
que tenemos sangre azul no nos disfrazamos de nobles, porque, caray,
ya lo somos. En todo caso nos disfrazamos de plebeyos porque eso es
lo que nos parece divertido. Hombre, no digo que un gorila disfrazado
de gorila no tenga su gracia en un momento puntual, pero ya sabes lo
que quiero decir.
Jackie Brown, la mujer protagonista, es
una mujer que me pone palotísimo. Una cuarentona fuerte porque es
frágil es la mejor Viagra que te puedes echar al pito. Aparte de que
es guapa, tiene una melena de esas que metes la mano y se te hunde
bastante, tiene tetones tochos y encima bien puestos y su culo es
grandote y bien puesto también.
Vamos, una mujer a la que yo respeto
mucho.
No te voy a contar el argumento porque
es enrevesadísimo y tendría que sacar papel y boli para aclararme
yo antes las ideas, pero la clave de la película es Jackie Brown,
por eso la película se llama Jackie Brown. Una peli de las que
tienes que tener en un aparte, en el mueble bar, junto al jerez
dulce, esa bebida que te tomas en momentos muy concretos y a la que
sólo invitas a una persona algo especial.
Sacas el jerez y ¡oh! ¡Jackie Brown!
¿Ponemos Jackie Brown mientras nos tomamos el jerez?
Y luego igual hasta se te baja al pilón
y todo. Jackie Brown es una película muy sofisticada, y a las chicas
les gustan los hombres sofisticados. Vamos, es lo que tengo
entendido, no sé.