viernes, 26 de agosto de 2016

Los Goonies


Ah, la nostalgia. Qué pasada de moda está. Cuando tuve la oportunidad aconsejé a un amigo que no optase por este camino para su desarrollo profesional, porque es como optar por la vaca vieja para que te dé leche. Quiera Dios que me haya hecho caso.


Los Goonies, bueno, qué te voy a contar. Que si no la has visto debes ser un tío rarísimo. Uno de esos que va a ofrecer su ayuda a la gente cuando el que necesita ayuda desesperadamente es él. Un tío lleno de granos. No sé, estoy pensando en un raro que conozco. Me ha quedado el retrato suficientemente difuso como para que nunca se dé cuenta de lo que aquí se ha tramado.

Los Goonies es la película de los sábados por la tarde por excelencia. Te tirabas ahí en la alfombra y ya no había que hacer nada más en hora y media, sólo flipar con las aventuras que aquí se planteaban. Y con los personajes, que eran una pasada. Esta película probablemente sea un 10, si he de poner nota. Un 10 es algo sin fallos, y yo a Los Goonies no le veo ningún fallo.


Que Los Goonies sea un 10 no significa que te tengas que quedar en los 80 eternamente. Por Dios, es que eso me agota tanto... Quizás yo tenga una glándula molona más sensible que la de los demás, no digo que no, pero caray, insistir, una vez más, en lo felices que éramos comiendo Nocilla y viendo Willy Fogg es que, no sé, me hace tener ganas o de suicidarme, o de matar, o de volverme loco. No sé.

Que sí, que tengo este carácter, que pierdo la paciencia por cosas que a lo mejor a ti te parecen intrascendentes, pero para mi son las más trascendentes del mundo. Tú a lo mejor pierdes la paciencia porque el Madrid no gane, cosa que a mi, mira, mira cómo sudo, porque no gane. Me la trae tan floja que no sé si reír o descojonarme, de lo floja que me la trae. Pero que insistas en hablarme de Los Trotamúsicos sí puede hacer que te la líe parda. Yo soy así.


No, no soporto que me hables de El Equipo A. Me entran las fiebres africanas, si me hablas de El Equipo A. De El Equipo A había que hablar a final de los 90, cuando tú no dabas un duro por El Equipo A. Pero si quieres entrar a formar parte de mi selecto club de lumbreras tendrás que entender estas pequeñas manías, si quieres llamarlas así. Yo las llamo exquisiteces, refinamientos del alma.

Valoro que, como tú sabes que yo soy así, me quieras entrar hablándome de El Equipo A. Pero entiende que soy como esa rubia pibón que no te va hacer caso porque le preguntes si estudia o diseña. Soy igual de displicente, te miraré como si fueras un gusano, aunque mi formación exquisita me hará buscar la manera, desesperadamente, de que no te sientas herido por lo irritado que me estás poniendo.


Si quieres que la rubia pibón te haga caso y no tienes material intelectual con el que abordarla, enséñale la cartera. ¡Ahí sí que nos iremos entendiendo! Ante unos buenos billetazos ya te voy a hacer caso y pasaré por encima que tú no tengas ni puta idea de que hablar hoy en día de El Equipo A es lo puto peor de lo peor. Es más, igual me rebajo a explicarte, muy pausadamente porque así lo exige el alumno, por qué hablar hoy de El Equipo A es lo puto peor.

Lo siento, mis tetones son muy caros. Que me vean contigo cuesta mucho dinero. No te mosquees, soy como un Ferrari. Difícil de alcanzar pero, si me alcanzas, nadie te va a toser en tu vida. Porque tienes un Ferrari. Y todo el mundo sabe que el que tiene un Ferrari es un tío chupi guay. Lo sabe todo el mundo.


Así que, a ver, cuéntame, ¿cuántos billetes de 200 llevas en la cartera? Con que lleves siete, un número bonito, vamos bien para que te haga caso sólo por esta noche. Por menos voy a seguir mamando este vodka tan rico que mamo.

No es nada personal. No soy mala. Es que me han dibujado así. Y, como Jessica Rabbit, valoro mucho que me hagan reír. Si consigues eso quizás por esta noche podamos prescindir de los billetazos, fíjate que maja soy. Pero de eso no puedes tirar eternamente, ¿entiendes, mi amor? Mañana tienes que venir preparadito.


Sí, qué sé yo, mercado del lujo. ¿Qué le voy a hacer?