Ah, la nostalgia. Qué pasada de moda
está. Cuando tuve la oportunidad aconsejé a un amigo que no optase
por este camino para su desarrollo profesional, porque es como optar
por la vaca vieja para que te dé leche. Quiera Dios que me haya
hecho caso.
Los Goonies, bueno, qué te voy a
contar. Que si no la has visto debes ser un tío rarísimo. Uno de
esos que va a ofrecer su ayuda a la gente cuando el que necesita
ayuda desesperadamente es él. Un tío lleno de granos. No sé, estoy
pensando en un raro que conozco. Me ha quedado el retrato
suficientemente difuso como para que nunca se dé cuenta de lo que
aquí se ha tramado.
Los Goonies es la película de los
sábados por la tarde por excelencia. Te tirabas ahí en la alfombra
y ya no había que hacer nada más en hora y media, sólo flipar con
las aventuras que aquí se planteaban. Y con los personajes, que eran
una pasada. Esta película probablemente sea un 10, si he de poner
nota. Un 10 es algo sin fallos, y yo a Los Goonies no le veo ningún
fallo.
Que Los Goonies sea un 10 no significa
que te tengas que quedar en los 80 eternamente. Por Dios, es que eso
me agota tanto... Quizás yo tenga una glándula molona más sensible
que la de los demás, no digo que no, pero caray, insistir, una vez
más, en lo felices que éramos comiendo Nocilla y viendo Willy Fogg
es que, no sé, me hace tener ganas o de suicidarme, o de matar, o de
volverme loco. No sé.
Que sí, que tengo este carácter, que
pierdo la paciencia por cosas que a lo mejor a ti te parecen
intrascendentes, pero para mi son las más trascendentes del mundo.
Tú a lo mejor pierdes la paciencia porque el Madrid no gane, cosa
que a mi, mira, mira cómo sudo, porque no gane. Me la trae tan floja
que no sé si reír o descojonarme, de lo floja que me la trae. Pero
que insistas en hablarme de Los Trotamúsicos sí puede hacer que te
la líe parda. Yo soy así.
No, no soporto que me hables de El
Equipo A. Me entran las fiebres africanas, si me hablas de El Equipo
A. De El Equipo A había que hablar a final de los 90, cuando tú no
dabas un duro por El Equipo A. Pero si quieres entrar a formar parte
de mi selecto club de lumbreras tendrás que entender estas pequeñas
manías, si quieres llamarlas así. Yo las llamo exquisiteces,
refinamientos del alma.
Valoro que, como tú sabes que yo soy
así, me quieras entrar hablándome de El Equipo A. Pero entiende que
soy como esa rubia pibón que no te va hacer caso porque le preguntes
si estudia o diseña. Soy igual de displicente, te miraré como si
fueras un gusano, aunque mi formación exquisita me hará buscar la
manera, desesperadamente, de que no te sientas herido por lo irritado
que me estás poniendo.
Si quieres que la rubia pibón te haga
caso y no tienes material intelectual con el que abordarla, enséñale
la cartera. ¡Ahí sí que nos iremos entendiendo! Ante unos buenos
billetazos ya te voy a hacer caso y pasaré por encima que tú no
tengas ni puta idea de que hablar hoy en día de El Equipo A es lo
puto peor de lo peor. Es más, igual me rebajo a explicarte, muy
pausadamente porque así lo exige el alumno, por qué hablar hoy de
El Equipo A es lo puto peor.
Lo siento, mis tetones son muy caros.
Que me vean contigo cuesta mucho dinero. No te mosquees, soy como un
Ferrari. Difícil de alcanzar pero, si me alcanzas, nadie te va a
toser en tu vida. Porque tienes un Ferrari. Y todo el mundo sabe que
el que tiene un Ferrari es un tío chupi guay. Lo sabe todo el mundo.
Así que, a ver, cuéntame, ¿cuántos
billetes de 200 llevas en la cartera? Con que lleves siete, un número
bonito, vamos bien para que te haga caso sólo por esta noche. Por
menos voy a seguir mamando este vodka tan rico que mamo.
No es nada personal. No soy mala. Es
que me han dibujado así. Y, como Jessica Rabbit, valoro mucho que me
hagan reír. Si consigues eso quizás por esta noche podamos
prescindir de los billetazos, fíjate que maja soy. Pero de eso no
puedes tirar eternamente, ¿entiendes, mi amor? Mañana tienes que
venir preparadito.
Sí, qué sé yo, mercado del lujo.
¿Qué le voy a hacer?