¿A ti no te gusta hacer cosas aunque
sepas que vas a fracasar estrepitosamente? No, no es que lo
sospeches; lo sabes. Sabes que te vas a caer por el terraplén.
Yo lo hago para aprender. Así de
enorme es mi osadía, tanto es mi desprecio por el camino fácil. Sé
que si voy por el sendero marcado por los palitos clavados a los
lados no me va a pasar nada pero ¡boh! ¿Qué sentido tiene eso?
“Hombre, pues no matarte, igual, ¿no?”. Ya, sí, pero eso es muy
fácil. No matarte es muy fácil. Lo interesante en esta vida es
matarte y, como Cristo, resucitar alegremente.
Por eso compro juegos como Generator
Rex, que gritan a los cuatro vientos la mierda que son. ¿Por qué?
Porque está basado en una serie de dibujos animados y no ha salido
en Meristation. Ya está. Sabiendo eso sabes que el juego va a ser
una mierda. Por otro lado, puede que se dé la mágica cabriola de
que, encima, el juego no esté tan mal, con lo cual la compra será
redonda. Has encontrado una trufa, cual gorrino. Para mi es una de
las mayores satisfacciones que encuentro en la vida, como el que
encuentra un atajo para bajar a bañarse al río.
Si no conoces Ben 10 igual no conoces
Generator Rex. Generator Rex es la típica serie que sale de otra que
ha tenido un éxito arrollador. No, no es un spin-off. Es la prueba
de que sus creadores se han venido arriba y, en vez de jugar como
Simeone y mantenerse atrás, han echado sus líneas hacia delante.
Yo, que llevo observando la vida (la
vida pop, porque en nuestra era no hay otra vida que observar) desde
pequeño sé que cuando una serie tiene éxito y el creador se viene
arriba y saca otra en alarde de genio creativo esta segunda fracasa.
O al menos no tiene el mismo éxito que la anterior, ni un 50%.
Es simplemente una cuestión de
observación. Si observas a los vencejos te das cuenta de que si caen
al suelo no pueden remontar el vuelo. Como el mundo moderno ha tapado
a la naturaleza ya no hay vencejos que observar, pero las reglas del
mundo moderno son las mismas que las del mundo natural, aunque ellas
crean que no, como la osada Torre de Babel.
La belleza del mundo pop es que es
exactamente igual que el mundo natural. Sigue las mismas reglas
aunque crea que ha inventado otras, cual Satanás. Como Satanás,
cree que puede escapar de las normas del mismo Dios y se ha hecho un
chamizo, más o menos sofisticado, donde cree que él gobierna con
mano de hierro y puede hacer que lo negro sea blanco y lo blanco
negro. Esto, que a algunos les puede parecer muy ofensivo, a mi me
parece muy tierno.
Es como el niño que para no comerse la
cena, ya que hay verduras, monta un fuerte con los cojines del sofá.
A ver, yo lo entiendo. ¡Putas verduras! Pero al final se las va a
acabar comiendo. La banca siempre gana, lo siento. Aunque digas que
en tu fuerte de cojines las verduras son el enemigo, la realidad es
que mamá manda sobre esos cojines que has utilizado para hacer el
fuerte y, si le da la gana, lo arrasará con su matriarcal mano para
que tú te comas las putas verduras.
No, es imposible. Si te pasas de osado
vas a fracasar, te hayas montado un fuerte o no. Si haces una serie
nueva como diciendo “I´m the king of the world” la gente lo que
va a pensar de ti es “Este tío lo que se cree es muy guay, ¿no?”
y va a pasar de tu serie. Tú puedes pensar que no, que eres tan
genial que lograrás vencer a la ley de la gravedad y que las
cataratas, mágicamente, caerán hacia arriba. Pero no, no es así y
nunca lo será.
El mundo pop es precioso por eso.
Porque es exactamente el mundo natural disfrazado de lagarterana.
Como un niño disfrazado de Spiderman que, por muy afinado que esté
el disfraz, nunca conseguirá tener superpoderes. Y es en esa
inocencia y en ese alarde de creatividad donde el mundo pop se
convierte en sublime, digno de reverencia. Es Dios mismo disfrazado
de Ghost Rider.
Y supongo que convendrás conmigo en
que no existe nada tan guay, de ninguna de las maneras, como Dios
mismo disfrazado de Ghost Rider.