martes, 23 de agosto de 2016

Ed Wood


De todas las películas del bueno de Tim Burton Ed Wood es la que más me gusta. Curiosamente es la que visualmente se aleja más del estilo Tim Burton. Es como su Lista de Schindler, rodada en blanco y negro porque la reverencia al protagonista así lo exigía.


A mi Tim Burton, que Dios me perdone, me agota. Su rollo “soy un eterno niño soñador que la actual sociedad no comprende” me parece tan años 90 que me dan ganas de vomitar. O sea, estaba guay al principio, pero para ya, Tim, te lo estamos pidiendo por favor.

Parece sensato pensar que ese es el mejor enfoque de la vida: no abandonar nunca la infancia, porque allí es donde los sueños viven, y si algo tiene sentido en la vida es dar forma a aquellos sueños. Todo dabuti, Tim, pero luego me entero que tu matrimonio con Helena Bonham Carter va tan de puta pena que habéis dividido vuestra palaciega casa en dos para no encontraros el uno al otro, del asco que os habéis acabado dando.


Coño, Tim. Es que ese dato desmonta todo tu puto rollo, lo siento.

Tim Burton temo que ha hecho una aberración de la idea de que una visión inocente es la clave de la vida. Se ha quedado en la superficie, en la primera idea. Es cierto que la nostalgia por la infancia es síntoma de alguien más cercano a la iluminación que los demás, pero que esté más cerca no quiere decir que haya contemplado La Verdad de manera completa.


De haber sido así no tendrías problemas con tu mujer, ya que los problemas habrían desaparecido de tu horizonte.

Es como si yo quiero interpretar la idea “amor” y dibujo un corazón. Tim Burton ha querido interpretar la idea “inocencia” y ha dibujado un cuarto de juegos. Pero es que la inocencia no es sólo eso. Lo es, qué duda cabe, pero también lo es raíces estrangulándose las unas a las otras y leones devorando gacelas. La inocencia es la verdad, tal y como sea. Tim Burton tiene demasiado miedo a una parte de la Verdad y por eso ha creado un universo prefabricado.


Lo obsceno de esto es que pretende quedar por encima del, pongamos por caso, típico tiburón de las finanzas que tiene una mansión que te cagas y una mujer con unas tetas como balones de playa. No, Tim, has hecho la misma aberración, la prueba es que has acabado como el tiburón: dividiendo la mansión en dos partes para no ver a tu mujer. Eres igual de cacoso que el tío al que tanto desprecias, de osada forma.

La visión del tiburón es igual que la tuya, porque ese niño con lo que soñaba de pequeño es con que todo el mundo le hiciera caso (ya que, pobre, nadie se lo hacía) y con follar así como mucho y muy fuerte, para que todo el mundo se enterase, por fin, de que él es importante, de que no es el escupitajo en el suelo que todo el mundo piensa que es. Como ves, eres igual que tu teórico enemigo. Peor, porque tú encima vas de víctima, de inocente presa de las circunstancias. El tiburón será todo lo maleducado que tú quieras, pero al menos no va de pobrecito por la vida. Va de lo que es, un hijo de puta. Y tú eres igual de hijo de puta que él, ya que sólo te miras el ombligo, y vas de buenecito.


Si hay algo de tu enfoque que me da asco es eso.

Por eso Ed Wood me da unas sensaciones encontradas, porque es una película gloriosa hecha por alguien que, para mi gusto, de glorioso no tiene nada. Supongo que es el típico “me encantas como artista pero como persona me pareces un asco”. Puede ser que sí.


Sea como sea, el rollo este de “eterno niño” es como super 90s. Como super pasado de moda. Como super Helena, vente conmigo que yo te lo voy a hacer mejor que él.

Vamos, pero seguro. ¡Ni media duda, Helena!