miércoles, 24 de agosto de 2016

Fiebre del Sábado Noche


Yo soy una persona maravillosa. No, no se me caen los anillos, más se me caerían si pecase de falsa modestia, ese vicio tan terrible.


Como lo soy, aprecio Fiebre del Sábado Noche más que muchísimas otras películas. Es tan preciosa, tan delicada, tan exquisita que no tengo palabras. Es la película más bonita del mundo. La escena del baile final es lo más elevado que podrás ver en el cine.

Si has sentido realmente lo que es el amor, si sabes lo que es eso de lo que hablan las películas (es muy posible que no lo sepas ya que eres un patético pedazo de tiza) sentirás que Fiebre del Sábado Noche habla con esa parte de tu corazón que está conectada a la otra persona. La poesía pura, el fundiros juntos para siempre. Eso, y no otra cosa, es el amor y eso y no otra cosa es Fiebre del Sábado Noche.


Cuéntame, ¿cómo ha sido tu vida amorosa? Una mierda, ¿no? Bueno, es que ¿quién te va a querer a ti? La perrera municipal, porque si no ya me dirás tú quién. Si es que eres lamentable. No, no, por muchas veces que te rearmes siempre serás el mismo rufián, ese tipejo sucio por dentro cuyo problema es que no acepta que es patético. ¡Si lo aceptases todo sería facilísimo! Encontrarías a la mujer adecuada enseguida.

Las mujeres se pirran por los perros perdidos como tú. ¡Les encantan! Pero, claro, al que no le gusta serlo es a ti. Te humilla como hombre, ¿no? Bueno, más bien como la idea que tú tienes de lo que es ser un hombre, tan medieval, tan cazurra. Tan causa última de aquello en lo que te has convertido.


No, hombre, tú qué vas a saber lo que es el amor. No tienes valor para saber lo que es. Tú, como mucho, sabes lo que es el caprichín, el, bueno, pues con esta. ¡Con esta me conformo! Madre mía. Y lo terrible es que, insistentemente, te atreves a querer mirarme a los ojos. No, no, no te voy a devolver la mirada. Iría acompañada de una carcajada y, bueno, no te quiero devastar.

¡Ah, el amor! Si supieras lo que es eso abandonarías esa vida de farsante que tienes. ¡Inmediatamente! Cada vez que te veo me pregunto “¿habrá aceptado por fin lo patético que es?”. Y ni hablar. Cada vez que te veo me sorprendes con otro intento, otro más, de demostrar al mundo que no eres una mierda de perro. ¡Diablos! ¡Te estás haciendo mayor! ¡Estás tirando la vida a la basura viviendo esa vida de mentira que no sé para quién vives, de verdad! ¡Para ti no, desde luego!


Para tus amigos, ¿no es eso? Que van de machos camachos. ¡Ah, si te dieras cuenta de lo tontos que son no les harías el más mínimo caso! Pero te han engañado a base de bien. Te han hecho creer que ellos son mejores que tú por sacar pecho y tú has picado como un pececito. ¡Ay, pececito! Si es que eres tan tonto como ellos. ¡Pececito! ¡Pececito! ¿No has visto esa escena de El Sentido de la Vida? Es muy graciosa, brillante.

En fin, te dejo por imposible, no te enfades. Pero es que yo soy profesor de universidad y tú no has aprobado el jardín de infancia. Compasión, toda la que quieras, respeto, ninguno.


No, no, no te pongas Fiebre del Sábado Noche. La mancharías. Eres demasiado repugnante. No, no.

Para mi chica, la que es mi pareja de baile para la eternidad, para ella sí es esta película. Porque ella sabe lo que significa bailar. Sabe lo que significa el beso final.


Pues claro que yo también, tonta. ¿Qué te crees?