Este es el mejor teléfono del mundo.
Primero porque es mío y segundo porque es verdad. A mi madre casi le
da un ictus cuando rechacé el iPhone flamante que me regaló porque
me recordaba a una sociedad en decadencia que se hundía. Todavía lo
está superando. Rezad un poco por mi madre, a ver si se le pasa el
berrinchín…
Mi madre es mi madre, por lo tanto es
como yo pero un poco peor, porque yo he mejorado el modelo. Eso es
algo que todavía está superando. Yo por eso no quiero tener hijos,
porque sé que engendraría a una especie de Clark Kent que, yo qué
sé, quizás el mundo implosionaría si mi hijo se pasease por él.
Así que por vosotros hago que mis mujeres se liguen las trompas.
Cuando mi madre me vino con el iPhone
yo no quería saber nada de smartphones. Todo eso me recordaba a una
sociedad enloquecida que no iba a ninguna parte y no quería formar
parte de eso. Pero, claro, por muy firme que sea en mis convicciones
no puedo ver sufrir a mi madre.
Así que opté por esta solución
intermedia. Un iPhone que da la espalda a la sociedad. Una
Blackberry, el teléfono Aldea de Astérix. Un teléfono sólido como
una roca, por dentro y por fuera, que opta por un sistema operativo
propio. Además para Blackberry apenas hay apps, de hecho antes de
final de año me tendré que cambiar de teléfono porque Whatsapp no
va a seguir desarrollando para Blackberry, y Whatsapp es la única
app que uso.
Ningún teléfono me ha hecho más
feliz que este. Es mi teléfono favorito de toda mi vida. Ningún
teléfono ha captado mejor lo que yo le quería decir al mundo. Es un
smartphone porque no me queda más remedio que estar conectado a la
sociedad, aunque sólo sea por hacer feliz a mi madre. Pero por otra
parte es como vivir en un mundo aparte, como he vivido yo estos años.
Si no fuera porque mi madre es más
pesada que una vaca en brazos no tendría ni Blackberry, ni
pantalones, y probablemente habría olvidado el idioma. Estaría
viviendo en una autocaravana (otra mierda que no me dejó hacer mi
puta madre, comprarme una autocaravana) en cualquier rincón que no
te puedas imaginar. Quizás debajo de tu casa, quizás en Rota,
quizás en Cartagena. Nadie lo sabe. Por eso ya no le cuento un puto
plan más a mi madre, total, para que me los joda...
Dicen que la madurez significa saber
ceder. Lo compro, pero me jode hacerlo. No he podido llevar a cabo mi
“época espiritual” con toda la pureza que me hubiese gustado.
Por otra parte, he tenido la “época espiritual” más posmoderna
que puedas imaginar. Ha sido una mezcla entre comer raíces y beber
Red Bull. He estado perdido por los montes de Galicia y también he
estado deambulando por Madrid como un mendigo, a merced de las
miradas espantadas de los integrados, como Amador Rivas cuando volvió
del monte con barba y pelos. Respetad a los mendigos, tienen los
cojones muy hinchados con vosotros, os lo digo.
Mi Blackberry me ha acompañado en mi
viaje recordándome que tengo un estilo único e inimitable. Gracias
a mi madre, hay que reconocerlo. Mi estilo se lo debo a mi madre. No
hay nadie con más estilo que yo y eso es trabajo suyo. Así que le
perdonaremos lo de la autocaravana.
Blackberry es el teléfono de los que
pasan de todo el mundo, es decir, el teléfono de los ricos. A los
ricos les importa una mierda tener o no el Angry Birds en su
teléfono, porque si quieren se compran una isla del Pacífico donde
viven los verdaderos pájaros en los que están basados los del
videojuego.
Yo, si seguimos el postulado de que el
más rico es el que menos necesita, soy el más rico del mundo. Yo
con dos euros al día vivo. Y vivo más contento que tú, me temo. Me
lo paso bomba dedicando el día a exprimir dos euros como una ama de
casa supersónica, que con el raquítico sueldo de su marido tiene
que alimentar a una familia de seis. Eso es lo que aprendes dejándolo
todo, que la vida mola muchísimo. Si no sabes divertirte ese es tu
puto problema, no de la vida.
Y, sí, yo también paso de todo el
mundo. Si te encuentras conmigo por la calle no te intentaré seducir
para que me hagas un favorcillo, como te pasa con todos los demás
con los que te cruzas. Si me caes bien te daré un abrazo, si me caes
mal o pasaré de ti o te vacilaré, según tenga el punto en ese
momento.
Como ves, tengo el teléfono perfecto
para la etapa de la vida en la que he estado inmerso. El teléfono de
Bryan Adams, ese tío confiable que nunca pasa de moda. El teléfono
de las pijas venezolanas, que creen que tener una Blackberry es el
complemento imprescindible para unas tetas bien reventonas de
silicona. El teléfono de Juan, el ser que más mola del mundo.
Desde aquí rindo homenaje a mi mejor
teléfono de la historia, Blackberry Z10.