martes, 23 de agosto de 2016

El Chico de Oro


Menuda película. ¿Prefieres El Chico de Oro o El Príncipe de Zamunda? Una pregunta clave. Bueno, clave tampoco, pero es que las dos son muy buenas.


Yo antes era de El Chico de Oro, luego volví a ver El Príncipe de Zamunda y ya dudo más. El Chico de Oro es más alta cultura, El Príncipe de Zamunda es más gloriosa comedia. No sé, yo si puedo no elegir ninguna y quedarme con las dos me haces un favor.

El Chico de Oro tiene algunas Escenas Que Nos Traumatizaron, como el malo convertido en demonio, en su forma original, encima movido en plan animatronic, lo que se hacía antes de las 3D, que tiene una cadencia horripilante, muy de dar miedo. También está la mujer que es mitad mujer y mitad serpiente cuando Eddie Murphy tira el biombo tras el que ella se oculta y sale ahí, moviéndose en el aire y haciendo sonar sus cascabeles de serpiente.


Por eso digo que El Chico de Oro es más alta cultura, porque tiene estos sabores para adultos que a un niño, como yo, pues le dejan un poco pallá.

También es más alta cultura porque va de un niño que es una especie de reencarnación de Buda, o de Salvador del Mundo sin tener que ser nadie reencarnado, que tiene entidad por sí mismo, no sé. El misterio de su background añade interés a la película.


También es más alta cultura porque Eddie Murphy tiene que viajar al Tíbet, y ya sabes que todo lo que pasa en el Tíbet es muy místico, muy “oooooooh, cuidado con el Tíbet”. A mi, bueno. Creo que si fuera al Tíbet no aprendería nada nuevo. En todo caso a aburrirme como una ostra. Si yo fuese al Tíbet me temo que sería como Eddie Murphy en esta película, un vacila que cuestionaría la manera de acercarse a Lo Eterno de los monjes.

Quizás los monjes rasos creyesen que soy un enviado de El Mal que viene a socavar su estupenda sociedad monjil, pero quizás el jefe de los monjes, como ocurre en esta película, se daría cuenta que en mi provocación no hay más que sabiduría. Que alguien les tiene que poner un tocata bien alto a esos monjes a ver si así llegan al nirvana más rapidito. No tengo nada en contra de estar 50 años sentado en una roca, pero si puedes lograr lo mismo en un par de añitos jugando a la Xbox... No sé, yo prefiero lo segundo.


Es que lo primero, caray, es que es de tontos. A mi que me perdonen.

Hay que mencionar la escena de la lata de Pepsi que, gracias a los poderes ultraguays de El Chico de Oro, se convierte en un bailarín de claqué. Un amigo que se comió un tripi me dijo que había visto eso. No me extraña, esa escena es tan guay que se te queda grabada para siempre, tanto si te comes un tripi como si sueñas de forma normal, en la cama, esa escena va a aparecer en algún momento de tu vida. Es demasiado guay como para que tu cerebro no se deleite con ella en alguna ocasión.


Y nada, que si eres un monje te digo que, oye, a lo mejor te parece que por mis formas urbanas no tengo tanta sabiduría como tú, pero es que ese precisamente es mi truco. Parecer que soy tonto de baba, como el monje jefe de El Chico de Oro, que parece un tolai de mucha categoría pero luego resulta que es el monje jefe. Hombre, cuando tienes sabiduría tratas de no hacer alarde de ella, va implícito en el hecho de ser sabio. Buscas una manera divertida de acercar a la gente los conocimientos elevados, como Jesús hacía parábolas, finísimas, por cierto. Jesús tenía que ser un tío que vestía de Armani, no me cabe ni la menor duda.

Yo me llevo este rollo “chico Red Bull” porque me parece que es lo que más conecta con el zeitgeist de nuestro tiempo. Cuando fui a visitar a Grandes Sabios para enterarme un poco de las alturas del conocimiento me parecía que, oye, que su fondo estaba muy bien, por eso les escuchaba. Pero si quieres llevar esos conocimientos al mundo actual no puedes ir de meapilas, que es lo que, con todos mis respetos, parecen ellos.


Tienes que inventarte una manera actual de acercar esos conocimientos a la gente que vive en la época actual. Esto es, gente que se mete Red Bull, Monster, Burn y Rockstar. Que se flipa con los camiones monstruo y que se va a la Fabrik a petarlo, petarlo, petarlo como si no hubiese mañana. Ese es el lenguaje que yo entiendo que el alto conocimiento ha de saber manejar hoy en día. Si no en cuanto abra la boca la gente le va a empezar a tirar latas de Red Bull vacías a la cabeza por tío coñazo, y con toda la razón por otra parte.

Por eso mi logotipo es como es. ¡Aaaaaaaamigo! ¿Ya caes? Sí, ahora me vienes con que ya te habías dado cuenta. ¡Y una polla! ¡Te acabas de dar cuenta ahora!