sábado, 27 de agosto de 2016

Atrápame si puedes


Una de mis pelis favoritas, por Spielberg. ¡Joder con Spielberg! ¡Qué acaparador! ¡Todo lo bueno lo hace él! ¡Deja algo para los demás, si ves que tal!


Esta peli mola muchísimo porque trata del más grande impostor que haya conocido el mundo. Frank Abagnale Jr. recibe una noticia terrible: sus padres se van a divorciar. Así que su vida, hasta entonces perfecta, bucólica, se viene abajo de un día para otro.

No pudiendo encajar tal revés, Frank huye. Simplemente no puede aceptar lo que ha pasado. Y para huir recurre a los más asombrosos trucos que tú jamás imaginarías.


El padre de Frank es la persona a la que más admira, así que recurre a las argucias que él le había enseñado para seguir escapando ad eternum. Frank Sr. tenía un lema: el equipo de los Yankees no ganan porque tengan a Mickey Mantle, ganan porque los contrarios se quedan hipnotizados con las rayas del uniforme. Es decir, da igual lo que seas o lo que no; lo que importa es lo que a los demás les hagas creer que eres. Un consejo horripilante pero que no deja de ser fabuloso por la explosión de creatividad a la que te puede llevar.

Nuestra civilización se basa, o basaba, en las enseñanzas de Frank Sr. Aquí nada es lo que parece, un importante ejecutivo es un psicópata enloquecido, una humilde ama de casa es la más fulgurante de las poetisas. Ha sido la sociedad del embuste como norma, pero no por eso ha dejado de ser divertido.


En mi etapa de acercarme a las enseñanzas espirituales, leí que Dios había dejado que el capitalismo fuese el sistema imperante en el mundo no por su justicia, que poca tiene, sino por la explosión de creatividad a la que llevaría a la humanidad. Parece ser que Dios, que sabe lo suyo sobre lo que más le conviene a sus hijos, creyó preferible que aprendiésemos a pensar de forma creativa antes de montar un sistema realmente justo, ya que un sistema realmente justo no se puede montar sin saber pensar de una forma creativa.

Es aventurado interpretar los motivos de Dios, pero yo en este caso me lo permito arrodillándome, fulminado, dada la sabiduría que veo en esto. ¡Cristo bendito! ¡Qué razón tiene el Padre!


Porque el comunismo sería justísimo de raíz y todo eso, pero yo visité Berlín oriental y, por Dios, aquello será todo lo justo que quieras, pero para una vida así de aburrida mejor vivir en un sistema un poco más injusto pero que no te mate de sopor. De aburrimiento también se puede morir, y supongo que Dios tuvo esto en cuenta a la hora de dejar que el capitalismo se erigiera como sistema dominante.

Frank Jr. fingió ser de todo antes de aceptar la vida tal como es: piloto de la Pan Am, abogado, médico, galán, no sé, todo lo que puedas imaginar. Al final Tom Hanks le atrapa, subrayando que eso de las rayas del uniforme es un cuento chino, y Frank pone al servicio de la sociedad todo lo que ha aprendido siendo un farsante: se convierte en detective especializado en detectar cheques falsos, aquello en lo que se había hecho especialista para vivir su vida de mentira.


Para encima esta es una historia real, el verdadero Frank Jr. aparece en una escena haciendo un cameo.

Bueno, Spielberg, mira: tú te estás pasando. No se puede ser tan bueno. No, tío, es que eres un abusón. Nos dejas a los demás en ridículo. No se puede llegar y plantarme en la cara una historia como esta, tan magnífica, tan sublime, y encima rodarla así, como si rodaras una comedia de Walt Disney. No, no, no me vengas con hostias, me estás dejando mal. ¿Pero tú sabes el calado de lo que aquí estás contando? ¿Pero tú sabes a las alturas que nos lleva tu puta peli? ¡Y luego encima vas por la vida con gafitas y gorra! Pero tú... ¡Tú lo que eres es un hijo de puta, hombre!


¡Seguridad!