¡Uuuuuuuuuh! ¡Cómo nos gustan las
cosas chupi guays, así creativas! ¡Un juego en el que tú lo
dibujas todo! ¡Dibujas un coche y, pum, te subes en el coche y pasas
las fases! ¡Vaya puta pasada! ¿Eh? No tanto, no tanto.
La cagada de este juego es una cosa que
en publicidad se llama overpromise. Overpromise significa
sobreprometer, o, en lenguaje popular, vender humo. Yo, que aprendo
mucho más de los errores ajenos, ya que yo no cometo casi ninguno,
tengo muy en cuenta este vicio de nuestros tiempos.
El ejemplo que más claro me parece
para hablar de esto son los perfiles de las redes sociales; uno
parece tentado, de primeras dadas, a hacer un perfil premium. Que,
chico, parezca que ese del perfil no eres tú, que es Steve Jobs (si
hablamos de LinkedIn), Brad Pitt (si hablamos de Badoo) o Paris
Hilton (si hablamos de Facebook). ¡Que se vea lo de puta madre que
soy!
Ah, tontín. Has caído en la trampa.
Haz como yo: pon la foto más normal
que tengas. Pon la primera que te hagas. Cuando rellenes tus datos no
adornes mucho, peca más de humilde que de guay. ¿Sabes por qué?
Porque si la gente compra tu perfil overpromise y, pongamos por caso,
te llaman a una entrevista de trabajo, nada más entrar por la puerta
van a descubrir el pastel.
“¡Joder!”, pensarán. “¡Yo
esperaba un Audi A4 y me ha entrado un Ford Focus corrientito por la
puerta!”. ¿Ves, idiota? La has cagado. Por ir de guay. Por
pretender ser más de lo que eres. Así a partir de ahí todo va a ir
cuesta abajo, porque el que tengas enfrente va a partir de una
decepción. Y ya puedes estar brillante para quitarle ese mal sabor
de boca que con tu careto normal y corriente, no te engañes, le has
causado.
Sin embargo, si eres listo, como yo, si
te compran tu perfil infrapromise (me acabo de inventar la palabra)
cuando entres por la puerta dirán “¡Coño! ¡Qué tío! ¡Yo
esperaba un Ford Focus corrientito, pero esto...! ¡Esto es un Audi
A4 mínimo!”. Y ahí ya tienes tú la sartén por el mango,
imbécil.
No sé, yo esto lo veo como muy
evidente, pero viendo cómo se tira el pisto por ahí la gente parece
que yo veo cosas que nadie más ve. De puta madre, claro, pero,
caray... Por lo menos os lo tengo que explicar en un post. No puedo
dejar que sigáis haciendo el ridículo de esa manera.
No seas tonto: eres una mierda. Como
yo, como todos. Todos somos una mierda. Somos gente repugnante, que
se tira pedos y tenemos pelotillas a raudales en el ano. Tienes que
aprender a ver la belleza de lo que eres sin maquillar. Porque si no
algún día la vida, que quiere que aprendas a dejar de ser tan
bobín, igual te coloca en una situación en la que ya no puedas
tirar de maquillaje más y ¿ahí qué vas a hacer? Si basabas todo
lo que eras en una apariencia, imbécil. Te has dedicado a cuidar la
fachada mientras tus tuberías se iban pudriendo como esos garbanzos
al curry que acabo de tirar, que no me los he comido de lo tiñosos
que eran y los dejé pudriéndose en la sartén.
La jugada no es que los demás compren
una apariencia deslumbrante y luego a ver cómo consigues seguir
engañándoles ad eternum; es evidente que esa es una jugada de
novato, de chico que acaba de salir de la universidad y tiene más
miedo que vergüenza. La jugada es que los demás compren tu mierda
y, una vez satisfechos con esa mierda tan oronda, tan jugosa, tan
plástica que les has vendido, te dediques a soltarles cartas cada
vez de mayor valor. Aunque sólo sea por respeto a los demás, joder.
¿Tú no has jugado nunca a la brisca?
No, claro, está claro que no. Tú mucho curso de diseño y mucho
tomar gin tonics en Malasaña, pero lo más básico no lo sabes.
Mira, en la brisca se trata de ir soltando paja (cartas sin valor) e
ir quedándote con los ases y los triunfos para el final. Y al final
los sueltas y te llevas todo lo que hay en la mesa y, así, ganas la
partida.
“Pero es que yo no tengo ases ni
triunfos”. ¡Por fin has confesado! ¡Pensé que tendría que
aplicarte el tercer grado! Muy bien, por fin estamos llegando a algo.
Entonces, mi querido amigo, mi tierno redsocialero, te tengo que
decir la clave de todo, la clave de las redes sociales, la clave de
la vida: tienes que dedicar tiempo al cuadro, no al marco. Si el
cuadro es bueno aunque lo pongas sin marco va a lucir. Pero si el
cuadro no es bueno... Olvídate, tío. Tarde o temprano llegará
alguien que al ver tu obra hecha sin mimo va a torcer la boca y ahí
se derrumbará todo.
No tienes que hacer cursos de redes
sociales, hombre. Todo en la vida funciona igual: honestidad, ser
amable, tratar bien a los demás y poco más. El resto son chorradas.
¿Qué vas a hacer distinto en una red social de lo que hagas cuando
vas a comprar el pan? ¿Crees que las redes sociales son un
extravagante mundo de Dragones y Mazmorras donde lo negro es blanco y
lo blanco es negro? No, todo funciona igual.
Punto primero: mejora tu cuadro.
Dedícale más tiempo al cuadro. “Es que es muy difícil”. Pues
te jodes. Dedica tiempo al cuadro. Punto número dos: que compren tu
mierda. Que acepten esa parte oscura de ti que rechazas. Vamos,
primero la tienes que aceptar tú, evidentemente, pero luego que la
acepten ellos. Y a partir de ahí la partida es tuya.
¡Joder, es lo del sapo que al final
era un príncipe! ¿Pero tú cuando ves películas con qué te
quedas? Es que eso me lleva por el camino de la amargura. ¿Pero tú
no entiendes las moralejas? Tú te lees La Liebre y la Tortuga,
cierras el libro y te echas a la calle a hacer sprints, ¿no?
Porque si no yo no me lo explico.