jueves, 18 de agosto de 2016

Army of Two The 40th Day


Mi primo Jesús o Néstor, uno de los dos se comerá este Army of Two The 40th Day.


Esta es la segunda parte del para mi brillante Army of Two, juego cuyo concepto me priva: espalda contra espalda, man.

En la vida muchas veces es así. Espalda contra espalda. Los enemigos son muchos y tú y yo somos dos. Yo te cubro a ti y tú me cubres a mi. Ese es el combo ganador, más que alitas y patatas. Estas relaciones son, yo diría, imperecederas, porque ayudarse el uno al otro hace que los dos quedéis tatuados en el corazón forever and ever. Te pongas como te pongas. Y estos tatuajes no se pueden borrar con láser.


El ciclo de la modernidad para mi es uno de los mayores deleites que encuentro en el mundo. Tras la oleada de tatuajes portuarios que hemos tenido la desgracia de contemplar, ahora llega la bella resaca. La bella resaca de los tatuajes portuarios es que aparezcan clínicas especializadas en quitar tatuajes, tipo Vitaldent. Bonito, ¿no? ¡Qué inconsistentes son los modernos de palo, no de alma! ¡Qué hojas llevadas por el viento son!

Yo, que soy tan tacaño como el Tío Gilito, no me hago tatuajes porque son caros. Y si me los hiciese lo que ya no se me pasaría por la cabeza ni en un millón de años es quitármelos. Pero bueno, ¿qué es este derroche? Banco de Alimentos desbordado y tú quitándote tatuajes con láser.


En estos tiempos, aunque tengas de sobra para comer y vestir, la etiqueta obliga a no gastar mucho. ¿Cómo puedes osar a gastarte el dinero en Mandarina Duck cuando hay tanta pesadumbre a tu alrededor? ¿No se te cae la puta cara de vergüenza? Aunque tengas un sueldazo estás obligado a comprarte la ropa en Humana, porque no se puede tener tanta desfachatez como para hacer alarde de dinero cuando la gente está pasando hambre.

Recuerdo estar esperando a que se pusiese el semáforo en verde cuando dos niñatos pasaron con un deportivo, pa encima metiendo ruido. Yo, que suelo percibir las emociones que están en el ambiente, noté cómo tanto yo como los demás que esperábamos en el semáforo linchamos a esos dos niñatos en el pensamiento. ¡Pero bueno!


Si quieres un detector de putos mierdas, te recomiendo el mío: señala con una cruz aquellas personas que en estos años de crisis hayan medrado. Inequívocamente, tendrás un listado de gente que sería bueno para todos empalar inmisericordemente. No, no te vas a equivocar, no se te va a colar ninguno que no se lo merezca. Si te ha ido bien estos años eres un puto mierda. El motivo es que te has aprovechado de la desgracia de los demás para que te vaya bien a ti. No, dudo mucho que se deba a tus capacidades. Si tuvieras altas capacidades le habrías dado la espalda a ese ascenso y te hubieras tirado a las calles a buscar gente que necesitase tu ayuda. De no haber hecho eso queda suficientemente claro que tus cualidades son miserables, ratoneras, dignas del más bajo jefe de sección.

¿Que a ti te ha ido bien, dices? Pues ya sabes lo que pienso de ti.


Que a ti te vaya bien mientras a los demás les va mal no es nada de lo que sentirse orgulloso. Es algo de lo que avergonzarse, porque delata que tu existencia va en contra de la del resto. Eres como un virus, que si no es a costa de la desaparición de otros organismos jamás llegarías a nada. ¿Y qué necesidad hay hoy de este tipo de formas de vida? Ninguna, a no ser que sea científica. Por tanto, sólo eres necesario si los demás nos animamos a diseccionarte y estudiarte, pero nada más.

¿Lo haremos? Es posible. No lo descartes.


Si quieres ser una buena persona, si quieres sentirte orgulloso de ti mismo, lo que tienes que hacer es imitar a los protagonistas de Army of Two. Ellos luchan por la justicia apoyándose el uno al otro, no traicionándose. Sean cuales sean las circunstancias saben que siempre tienen un hombro en el que reposar a su lado. Tú, sin embargo, te has aprovechado de las circunstancias para ganar un poquito más de dinerito. ¿Quién va a confiar en ti? Nadie, porque tu comportamiento deja bien claro que a ti los demás te importamos un cojón, a ti lo que te importa es tu ombligo y nada más que tu ombligo.

Y, por si tu ridículo no fuera suficiente, con tus actos nos has enseñado a todos tus cartas. O sea, que tienes la letra escarlata tatuada en el pecho. Ya ves, nosotros tenemos nuestros compañeros tatuados en el corazón y tú tienes la letra escarlata tatuada en el pecho.


Yo que tú estaría aterrorizado.