Esta es otra peli redonda. El cabrón
de Spielberg siempre hace pelis redondas. Y eso es porque no se
vuelve loco. Tengo entendido que Kubrick se moría de envidia con
Spielberg. Él ahí, venga a retorcerse la cabeza, venga a hacer
cosas dificilísimas, para que luego llegase Spielberg, se tirase un
pedo y le dejara en el más espantoso de los ridículos.
Tiene que ser jodido ser Kubrick. Que
dieses dos brazos por tener el talento que otro ni le da importancia.
Spielberg se lo monta fácil. ¿Cómo hacemos esta transición,
Steven? Pueeeees... ¡No sé! ¡Como mejor te venga!
Y ahí, el montador, que nunca jamás
nadie le ha dicho que lo que él piense puede ser relevante para
nada, se llena de amor y le hace una cosa muy bonita con cariño,
para agradecerle a Steven que haya sido la primera persona en el
mundo que no le ha tratado como un cacho de mierda.
Es así de fácil.
Si has trabajado en algo “creativo”
sabrás que hay tantos mentecatos que uno no sabe si reír o llorar.
Las personas que trabajan en trabajos creativos están asustadas el
100% del tiempo. Están alerta por si alguien va a llegar y va a
decir que no son tan creativos como todo el mundo piensa. Por eso
están en tensión constante, intentando demostrar todo el tiempo
que, sí, que son muy creativos. No vaya a ser el demonio que alguien
descubra que no.
Por eso cuando alguien les pregunta
“¿Cómo hacemos esta transición?” un mar de emociones les
invaden. Tú te piensas que han estado pensando un segundo, pero
dentro de ellos han pasado meses, incluso años, barajando qué
opción es la más correcta dado el mar de datos que tienen que tener
en cuenta. No, no datos sobre el trabajo, eso es lo de menos. Datos
sobre qué respuesta es mejor para que todo el mundo se siga pensando
que son competentes.
Su trabajo consiste en que no se
descubra que son incompetentes. He ahí un dato que puede que te haya
devastado por dentro. No es para menos.
Las cosas son tan fáciles que hasta da
vergüenza que así sea. No hay que esforzarse para nada, sólo dejar
que las cosas sigan su curso normal. Esto, que a lo mejor te parece
hasta un timo, es lo que jamás te vas a encontrar en un trabajo
creativo. Todo el mundo está tan asustado por que no se descubra lo
irrisorio de su capacidad que a preguntas sencillas siempre darán
respuestas espantosas.
“¿Cómo hacemos esta transición?”
Y el nota se rasca la barbilla. Te pide que le pongas la escena otra
vez. Se vuelve a rascar la barbilla. Se va de la habitación sin
decirte palabra. ¡Sin decirte palabra! Y tú te quedas ahí, bueno,
sin decir nada, porque eres más educado que él.
Al rato vuelve y te vuelve a pedir que
le pongas la escena. Tú se la pones, aunque ya te está cansando el
puto idiota con sus chorradas. Se sienta y pone una pose muy intensa,
suspirando hondo. Y tú sólo quieres irte a casa a follar con tu
novia gorda, porque a ti lo que te gustan son las gordas porque no
eres idiota, como él.
Al final se va a casa y tú acabas
haciendo la transición como te dijo Steven desde el principio que la
hicieras: como mejor te venga.
Yo con los montadores y gente que tenía
que ejecutar el trabajo que yo pensaba siempre fue con los que mejor
me llevaba de todos. Era así porque eran personas normales, no niños
asustados porque no les pillaran. ¿Cómo hacemos esto? ¡No sé!
Prueba esto, a ver. Joder, qué horror. Mira a ver esto otro. Vaya
mierda también. ¿Tú qué pondrías?
Y el tío te lo hacía como lo haría
él y quedaba bien, porque para eso es el montador y se pasa el puto
día entre asuntos de montaje, asuntos de los que yo no tengo ni
remota idea.
Las cosas suelen ser así de sencillas.
Dejar que la gente haga su trabajo y poco más. ¿Que queda mal? Pues
se arregla. ¿Que, mira, ya es muy tarde y habrá que irse a casa a
follarse a la gorda? Pues también tienes razón. Si, total, tampoco
queda tan mal. Además, así queda más fresco, más vivo. Seguro que
si estamos aquí tres horas no lo conseguimos mejorar. Venga, vamos,
que espera la gorda.
Los trabajos creativos son, en esencia,
lo mismo que hacías en el colegio cuando dibujabas en clase de
historia. Vamos, en mi caso al menos. No sufrías porque esa mano te
quedara mal. Bueno, sufrías, sí, pero no te pasabas la vida
sufriendo por una tontería.
Con el tiempo y con mi relación con
los montadores he aprendido que no comerse la olla no sólo es bueno,
sino que puede llegar a ser un estilo en sí mismo. Mi estilo actual
tiene mucho de eso. Puede que a ti mi trabajo te parezca a veces
descuidado, pero ese descuido tiene más inteligencia que el más
repensado de los trazos. ¡No importa! Mira los fractales. Son
aparentemente caóticos, porque se desarrollan sin patrón aparente,
pero al estar movidos por la propia fuerza de la naturaleza acaban
siendo bellísimos.
Mira los bosques. No hay un patrón. El
único patrón que hay es que la semilla haya caído aquí o dos
metros más allá. Todos los árboles son distintos y todos iguales a
la vez. No hay un director creativo que marque cómo se han de
distribuir los árboles en el bosque ni el grosor de sus troncos ni
el número de ramas principales y subsidiarias que han de tener. Es
todo casualidad, porque la casualidad es la fuerza creativa de la
vida misma. Y ni el mejor director creativo del mundo conseguirá
hacer nada nunca tan bello como el más sencillo de los bosques.
Así que, chico, si te estás volviendo
loco con cómo debería ser esa transición, con qué tipografía
deberías poner, mira, yo te lo resuelvo: esta misma. Ya está.
Y ha quedado mejor de lo que tú
conseguirías jamás.