miércoles, 3 de agosto de 2016

Bully

Yo nunca fui un bully. Maldita sea. ¡Cómo me hubiera gustado intimidar a todo el mundo en el cole! ¡Cómo me hubiera gustado infligir terror por los pasillos! En vez de eso tuve que ganarme el respeto estudiando y dibujando, como he hecho toda mi vida. No hay derecho.


En este juego de Rockstar me resarcí de lo lindo de aquello. En Bully eres un bully pero lo mejor es que amas a tu bully. Lo entiendes. Este juego te hace sentir, te explica al fin y al cabo, qué es lo que mueve al bully. ¡Yo no lo sabía! ¡Yo qué coño iba a saber! A mi si no me explican las cosas no las entiendo. O si no me fijo mucho en ellas, vaya. Y todos sabemos que fijarte en un bully es sinónimo de llevarte una paliza.

No me extraña que en Bully el bully sea un bully. Su madre es una zorra que se ha buscado un nuevo marido que te trata como si fueras una mierda. Y encima tu madre le apoya. Y para más inri te meten en un colegio interno. Vamos, es que si a mi me pasase eso me convertía en un bully ipso-facto. Natural.


Así que con ese background llegas al cole. Como en casa no te apoyan una mierda no sientes que puedas explicar tus motivaciones tranquilamente, pausadamente, como todos esos niños bien que no saben la suerte que tienen de que sus familias sean cariñosas y comprensivas. Claro, así cualquiera. Así yo también saco buenas notas, no te jode. Queriéndote tus padres... Así cualquiera.

Así que nada, a las primeras de cambio estás soltando hostias. Y si es a alguien más débil que tú pues muchísimo mejor. Así no te las podrá devolver.

Por otro lado, este bully hay que reconocer que tiene cierto sentido de la justicia. No se mete en movidas por meterse, que también, sino que usa su fuerza bruta para protestar por situaciones injustas. Así todavía amas más a tu bully, porque no sólo te reconoces en él como un niño herido, sino porque lo admiras por intentar marcar la diferencia, aunque sea de una manera tan poco ortodoxa. De hecho, lo admiras más precisamente por hacerlo de una manera tan poco ortodoxa.

Una cosa que me han enseñado las convulsiones sociales de los últimos tiempos es que, en situaciones extremas, no vale de nada ser un braguitas que pide por favor a los abusones que, si son tan amables, dejen de pisarte el cuello, si tienen la bondad. En esas situaciones hay que combatir el fuego con fuego y pisarle el cuello a aquel que te lo está pisando, y si lo consigues hacer más fuerte que él mejor que mejor. ¡Coño! ¡Es que contigo no valen las buenas maneras! ¡Pues te vas a enterar, hombre!


Ser un bully tiene otra parte heroica pocas veces mencionada: tener que convivir con la tremenda culpa que te provoca tu forma de actuar. Si abusas de alguien puede que te salgas con la tuya, pero para casa te llevas la penalización de un clavo en medio del corazón. Esto yo tampoco lo sabía y me hace entender más todavía al bully, si no amarle rendidamente.

Sí, me ha gustado ser un bully, tengo que reconocerlo. La sensación de Poder Puro de que tus santos cojones son los que dominan la situación es adictiva como la coca, os la recomiendo a todos, como la coca. Pero os recomiendo que la dejéis cuanto antes, como la coca, si no queréis que os consuma. Entiendo perfectamente a la gente que es adicta al poder y no lo quiere soltar bajo ningún concepto porque, joder, es el mejor chute del mundo. Sientes que eres capaz de todo. Pero precisamente por eso hay que dejarlo más pronto que tarde. Porque sientes que eres capaz de todo.

Queridos amigos, en la vida hay que probar cosas. Si no todas, unas cuantas, para aprender. Yo una que os recomiendo es que os convirtáis en un bully por una temporada. Entenderéis por qué existe Donald Trump y qué le mueve. Entenderéis qué es esa sustancia que corre por sus venas que tan poderoso le vuelve. Es el dolor insoportable de que mamá no te quiera. Pero es precisamente ese dolor el que hará que todo el mundo se acabe arrodillando ante ti, indefenso, esperando a ver cuál va a ser tu siguiente reacción. Me temo que si no habéis probado eso no habéis probado todavía nada.

Y, tíos, tenéis que probar cosas.