jueves, 4 de agosto de 2016

Cars

Yo estoy de Pixar hasta la coronilla. Pixar me gustó hasta Ratatouille, a partir de ahí todo se fue al garete. Mágicamente, tras Ratatouille y con la llegada de Up!, la que antes era una empresa que hacía pelis-para-niños-y-para-no-tan-niños que amábamos unos cuantos se convirtió en la última moda y todo el mundo, de repente, hablaba de que ¡oye! ¡Pixar hace películas para niños pero también para no tan niños! ¿Eh?


Como estos tíos antes de que hablaran de Pixar en Jot Down la miraban con desdén no puedo sino sentirme insultado. Porque, lo siento, no tienes los suficientes galones como para hablar de estas cosas así, tan a la ligera. Eres un soldado raso todavía, que hayas trepado por la cuerda de nudos una vez no te convierte en capitán. Yo me callaré porque soy el capitán y tampoco te voy a dar una colleja sólo porque me irrites (desmesuradamente), pero si quieres llegar a algo en esta vida deberías ir menos de sobrao.

Antes de que todo esto pasara, antes de que Pixar fuera sobada por las manazas de todos los indocumentados, apareció Cars. Así que fui a verla al cine, como todas las de Pixar que salían. Ahora no voy ni atao. No quiero que me confundan con lo que no soy.


Cars trata de lo típico, que aunque tengas mucho talento no puedes ir de guay por la vida, porque si no la gente se va a cansar de ti y te va a mandar a tomar por culo. Con otras palabras, pero esta es la idea. Tengo la sensación de que John Lasseter hablaba de sí mismo en esta peli, pero no puedo probarlo. A lo mejor me equivoco y del que hablaba es de Steve Jobs. Sí, eso encaja como mucho más. Jobs era el típico tirano que te hacía llorar si no programabas bien el puto código de la aplicación Calendario del iPad. Pero Steve, si esa aplicación no vale para nada. Nadie la usa. No te enfades, so niña, casi mola más que esté mal programada y así cuando la abras veas glitches y no un puto calendario, que es la cosa más aburrida del mundo.

¿Cómo sería trabajar para Steve Jobs? ¿Podría yo contener la risa? ¿Sería capaz de no tomarle el pelo fingiendo que le respeto mucho, como es mi especialidad? Estaría bien tener un contrato blindado por ser hijo de no sé quién y hacerlo todo mal a propósito. Que Steve te mande buscar un sonido para cuando enciendes el Mac y le pongas una sinfonía de orquesta que dura dos minutos y medio coronada con un pedo. Y explicarle, con cara de “pero no entiendo por qué no te gusta, Steve”, que lo has hecho porque para ti Apple es como una sinfonía, y el pedo es un guiño, un pequeño dardo a Microsoft. Y claro, ahí Steve se tiene que callar porque le estás haciendo la pelota, que es lo único que le gusta a él en la vida. Tendría que tragarse su furia y yo pondría cara de “entonces bien, ¿no Steve?” y me diría que sí, que sí, y yo saldría del despacho como dándole las gracias con los ojos, pero en cuanto saliese me empezaría a revolcar de risa en el suelo. La gente me preguntaría “¿Qué te pasa?” y yo diría “Nada, nada”.

Así sería mi vida en Apple. Un descojono total hasta que me despidieran. Y ahí me haría el o-fen-di-dí-si-mo para que, sólo por sádico placer, se quedasen con esa daga clavada en el corazón. Fin.


Si yo hubiera trabajado para Steve Jobs no hubiera muerto de cáncer, porque gracias a mi podría haber expresado su furia mucho más abiertamente cagándose en mi día sí y día también sin tener que magullarse a él mismo interiormente. Y como Jesucristo Superstar me hubiera yo llevado las hostias que él se daba a sí mismo. Las heridas pasan, pero la gloria de haber ayudado a Steve Jobs a no morir de cáncer permanece. Y este mundo sería mejor.