viernes, 5 de agosto de 2016

Dead or Alive 2 Xtreme

Este juego sólo tiene una gracia: ver chicas guapas en bikini dando saltitos y, por tanto, viendo cómo les saltan las tetitas y el culito. No tiene más. Ni menos.


Dead or Alive es una saga de lucha que tiene la gracia en eso, en que los luchadores son chicas muy guapas muy ligeritas de ropa. Pero no sé en qué momento decidieron darse cuenta, con buen tino, de que el concepto de Dead or Alive no era “chicas guapas peleando”, sino que fueron hacia la pureza última. Se dieron cuenta de que el concepto es “chicas guapas”. Sí señor. A lo Charlie Kaufman. Hacia la pureza última, viento en popa.

Total, que si el concepto es “chicas guapas” lo de la lucha sobra. O sea, no es que sobre, sino que lo que tienes que hacer es una ejecución que levante lo más posible el concepto. Y sí, las peleas lo levantan bastante porque las chicas peleando todos sabemos que es una cosa muy sexy. Pero, uy, los golpes arruinan un poco la gracilidad. Mejor una ejecución que no la arruine. Mejor un resort donde las chicas estén de vacaciones. Claro que sí.


Así que aquí se trata de eso. De estar de vacaciones en la playa. Ya está. Haces cosas durante el día, sí. Juegas un poquito al volley ball, te saltan las tetitas. Haces una carrera de motos de agua, te caes de culito al agua. Y vas pasando el día, como en la vida real.

Este juego es tan ambicioso que me arrodillo ante él.

Luego por la noche vas a las tiendecitas. Te compras un bikinini nuevo. Vas al casino con un vestidito. Todo muy Alfredo Landa. Todo muy gachises.

¡Y ya está! ¡Ese es el juego! ¡Glorioso!

También puedes darle a skip y simplemente pasar el tiempo. Y la cámara se mueve a tu alrededor revelando lo buena que estás. Y ya está. Ya has echado otro poquito del día.


Cuanto más viejo me hago más me gusta hacer cosas de viejo. Es algo que a mis contemporáneos les jode muchísimo, hacerse viejo, pero a mi me encanta. ¡Por fin puedo dejar de ir a 200 por la vida! ¡Por fin puedo correr como un matao cuando se pone en verde el semáforo, sin levantar las rodillas! ¡Por fin puedo moverme lentamente, recreándome en el movimiento, como un puto chino haciendo tai chi! ¡Por fin puedo ser esa masa de carne delicada que le sienta mejor vegetar que no parar quieta!

Con las cosas que me gusta hacer pasa lo mismo. Me gusta más la contemplación que la acción. Siempre me ha pasado lo mismo, pero con veinte años no les vas a decir a tus colegas que prefieres quedarte en casa mirando al techo con el teletienda de fondo que irte a mamar ronakos como un hombre. Vamos, y que también es tontería. A los veinte años lo mejor que puedes hacer es cosas de tío de veinte años, así le sacas todo el jugo a la vida. Como digo, si vas a Italia come macarrones. Cuando vuelvas a casa ya comerás brotes de soja y beberás delicadas, delicadísimas manzanillas.

Y en los videojuegos me pasa igual. Jugar a FPSs donde todo es violencia y destrucción me sienta mal. Es como, uy, que me hace daño. ¿Pero a vosotros de verdad os gusta esto, niños? ¡Cuánta violencia! Esto no puede ser bueno para vosotros, no señor. Cada vez me gustan más los juegos tipo Rez, donde todo es muy sensorial, pausado, como new age. En la tele sólo pongo Teledeporte no porque es que a mi me apasione el deporte, sino porque te permite desentenderte completamente del guión (no hay guión, como en todos los demás canales) y sólo ves masas de color sobre otra gran masa de color moviéndose. Como una lámpara de lava. Como un bebé que sólo le estimulan formas y colores puros. Como el infante que soy viendo los Teletubbies.


Y si hablamos de estimulación sensorial ¿cuál hay mejor que chicas en bikini saltando? ¡Y encima que te puedes pasar el juego sólo dándole a skip, mientras te recreas en la inacción, como un sabio tibetano! Vamos, es que este juego tenía que estar patrocinado por el Dalai Lama. ¡Esto sí que es meditación! ¿Te vas a poner sonidos de ballenas a contemplar mandalas cuando tienes Dead or Alive Xtreme 2 en tu estantería? Ni loco, vamos.

Sobre todo porque sería como muy facilón, como muy aburrido. Y yo, aunque sea sabio y contemplativo, soy la hostia de divertido.