martes, 9 de agosto de 2016

El Señor de los Anillos El Retorno del Rey

Esta peli es la razón de la existencia de las dos anteriores, como el mismo Peter Jackson confiesa en el disco de extras. Vamos, normal. Esta peli deja a las otras dos tiritando, amedrentadas.


Para más inri la vi en el cine con buena compañía y eso ya le pone la guinda al pastel.

Siempre te acuerdas, más o menos, con quién viste tal o cual peli. El crítico negará que esto sea trascendente, pero yo, como iconoclasta, voy a defender lo contrario. Es crucial.

Un bonito regalo lo es más con un buen lazo.

¿Alguien tiene alguna duda sobre esto?

Espero que nuestro buen amigo, el crítico, tampoco.


¿Qué decir de esta puta peli? A mi el primer recuerdo que me viene sin esforzarme, el top of mind, es la batalla. ¡Vaya batallísima, tío! ¡Os habéis pasado! El cine antes de los efectos digitales tenía que ser, por fuerza, de chichinabo.

Ah, las batallas. Qué parte de la vida tan injustamente denostada.

Como acabas jodido después de ellas las recuerdas con hiel, desviando tu atención del verdadero cometido del hecho: dejar clara cuál es la cuestión. Veo que con palabras tú y yo no nos vamos a entender. Desenfunda.

Afortunadamente, en el siglo XXI hemos aprendido a desarrollar batallas encarnizadas sin sacarnos las manos de los bolsillos. Es todo manipulación e intimidación. La guerra moderna es el rap.


No nos tocamos un pelo, lo que tendrás que admitir, amigo lector, que es un avance importantísimo con respecto a los hechos acaecidos hace menos de un siglo.

Lo digo por esas personas tan tristes que siempre dicen “si el mundo siempre ha sido y será como es”. Quizá en el fondo, pero no en la forma, tan importante para salvaguardar el sagrado fondo.

A mi una peli de batallas que me cambió la vida fue 8 Millas. Yo no sabía lo que era una “pelea de gallos”. Los ambientes raperos nunca han sido lo mío. Pero, como el fútbol, al rap desde mi habitación lo entiendo mucho mejor.

Yo soy una especie de Lex Luthor, venzo a Superman sólo con la cabeza. Necesito un espacio tranquilo para ejecutar mi maldad.

8 Millas trataba de que Eminem se abría camino en batallas de raperos. El rollo es soltar un rap que humille al otro, vamos, que lo hiera, da igual la manera, y luego el otro contraataca. Un juego de rol por turnos, en definitiva.

¡Y joder con el puto Eminem! ¡Joder con el puto blanco! ¡Ponía a todos los negratas más rectos que una vara! ¡Qué tío!

Sobre las tablas, man, eso es lo que cuenta.

Así que podríamos decir que 8 Millas es un El Retorno del Rey concentrado en un rayo láser. Antes las batallas las hacíamos removiendo Roma con Santiago y sacando ahí unos elefantes gigantes que flipan que te pasas. Ahora se hacen como Eminem, intimidando y manipulando al de enfrente. Guerra moderna, tíos. Preguntad un poco por ahí.


Yo siempre pensé de pequeño que, joder, por qué los países no resuelven sus conflictos en una partida de Playstation. Así se ahorrarían vidas.

Vidas infinitas, es lo que tendría yo ahí.