Hace poco me preguntaron, en plan
venga, di rápido, tus pelis favoritas. Cayó esta, Mary Poppins,
Tron y otra que ya ni me acuerdo.
En el Top 3. Nen, ojo.
Ratatouille es otra protopelícula para
mi. Es una fábula perfecta, llena de lecciones que me he ocupado de
anotar, una a una, en mi Moleskine falsa.
Remy es una rata con unos sentidos muy
desarrollados para la cocina. Por avatares del destino acaba
trabajando en uno de los mejores restaurantes de Francia y consigue
poner a sus pies al más estricto de todos los críticos.
¿Inspirador? ¡Ya lo creo que sí!
Lo más bonito, la clave de la peli
para mi, es que arrodilla al furioso crítico recurriendo a lo más
sencillo: ratatouille, un plato de granjeros. Y es que el problema de
Ego, que así se llama el crítico, es creer que lo magnífico puede
de alguna manera estar en la cima de una torre de marfil.
Puedes escalarla, como he hecho yo,
pero te advierto que en la cima lo que hay es un puñado de tierra,
la misma que dejaste abajo. Eso debería darte una lección del
significado de todo.
¡Ay, amigo, no creo que tu corazón se
parta en tantos pedazos como el mío cuando lo descubrí! Mientras me
agitaba, la torre se desplomaba bajo mis pies y yo no podía hacer
nada para evitarlo. Eso era lo que estaba buscando: lo más sublime
es lo que hay abajo.
Pero ya te digo que la hostia que me
pegué fue guapa, todavía hoy me ando recuperando. Y ya fue hace
algunos añitos.
De esto trata Ratatouille. Vale, tú a
lo mejor no tienes mi nivel de alpinismo, pero que sepas que el rollo
es este.
Para que no te pegues una hostia tan
despampanante como la que me pegué yo he pensado dedicar mi vida a
hacer que descubras el pastel antes de llegar a la cumbre y, de paso,
proporcionarte confortables nubes de algodón para que la caída, más
que caída, sea una caricia de tu madre.
Soy así de guay. ¿Puedo molar más?
No, lo siento. Esa parte me la reservo para mi.
La hostia me la llevo, pero los galones
también. A ver tú qué te crees.
No, es que estos putos jóvenes... ¡Yo
flipo! ¡Flipo! ¡Flipo!
Ratatouille trata de lo exquisito. De
lo más sublime. De algo que sólo Brad Bird pudo haber llevado
adelante con éxito, naturalmente.
¿Sabes qué cené ayer yo? Tres
patatas medio crudas. Me temo, mi querido amigo, que ni en Gusteau´s,
el mejor restaurante de toda Francia, podrás encontrar jamás mayor
manjar.
Palabra.