sábado, 6 de agosto de 2016

La ciudad no es para mi

Mi padre murió cuando yo era pequeño, así que he tenido que buscar en otras partes el ejemplo de lo que debe hacer un hombre en la vida. No tengáis demasiada compasión de mi, aquello me sirvió para aprender a sacarme las castañas del fuego antes de lo normal y así poder dar salida a una energía creativa que llevo en mi interior que, chico, a veces hasta resulta incómoda. No puedo parar quieto.


Con mi corazón advirtiéndome de que se avecinaba una Crisis gorda, tuve que tomar las resoluciones pertinentes para afrontar este hecho. Gracias a mucho trabajo, tengo una intuición que ni los pájaros del cielo, que se guían sin mapas ni GPSs y siempre llegan a su destino. Por eso sé que las cosas van a pasar antes de que pasen. No es magia, es no tener atrofiada la pituitaria, como tenéis vosotros.

El caso es que mi pituitaria me avisaba de que si este hombre necesitaba ponerse a prueba, aquel era el momento. De forma natural, casi con una venda en los ojos, me fui proveyendo de aquellas cosas que iba a necesitar más adelante. Una de ellas era clave: ser un hombre de roca, una auténtica montaña que no se pudiese derribar. Sólo de esta manera podría soportar una crisis provocada por Los Seres Más Animales Del Mundo. Iban a descargar todo lo que tenían contra mi y yo habría de aguantar. Necesitaba ejemplos que me ayudasen a desarrollar las cualidades que estos acontecimientos precisarían.


Supongo que mis soluciones siempre son originales. Lo son porque no las pienso teniendo en cuenta lo que vosotros vayáis a pensar, porque, bueno, no siento que vuestro criterio sea tan bueno como el mío y sentiría que estoy haciendo el idiota. No es nada personal, chicos, os quiero igual. A ver si ahora sólo voy a poder querer a la gente que sienta que es superior a mi. Eso me incapacitaría para amar a nadie. Sea como sea, mis soluciones suelen basarse en la regla “obtener los mayores resultados con el mínimo esfuerzo”. Así que para hacerme un hombre imbatible qué mejor que tomar de ejemplo a un español de los de antes. A Paco Martínez Soria en La Ciudad No Es Para Mi.

Si esta película se la pones a un hipster su culonata se estrechará como la carretera que está en obras. “¡Oigh!”, dirá. “¡Este señor es puro, puro veneno!”, proseguirá. “¡Qué zafio gañán! ¡Menos mal que existen hombres como yo!”, concluirá. Este hipster es el que se está dejando aplastar en una empresa de diseñadores que le pagan lo justo para comprar su ensaladita en Carrefour Express e írsela a zampar a su guarida mientras se ve otro episodio de la serie que ese mes recomienden en Jot Down. Sí, menos mal que existen hombres como tú, tío.


Aún acechado por todas partes por hombres hipsters que iban a morir aplastados en el apocalipsis yo seguía con mi plan; visionaba La Ciudad No Es Para Mi para entender qué era aquello que hacía que Paco Martínez Soria consiguiese arreglar los problemas de sus hijas que se habían mudado a la ciudad y se habían vuelto débiles, malcriadas, decadentes, como todos vosotros antes de 2008.

Básicamente lo que había que hacer era agarrarse a la integridad con mano de hierro. No consentir que una niñata engañase a su marido con el primer tuercebotas que pasase sólo porque la niña se aburría. No dejar que tus nietos se metieran en las drogas mal influidos por las discotecas modernas, aunque eso supusiese raparles el pelo al cero y que se jodiesen, los subnormales. Reunir a la familia a pesar de sus infantiles riñas y, aunque fuera obligándoles, hacer que hiciesen las paces. Vale. Este es el rollo. Me pongo manos a la obra.

Así, mientras vosotros habéis bailado al son que otros más astutos que vosotros han marcado, yo he conseguido poner mi casa en orden. He hecho oídos sordos a los tambores que me sugerían que siguiese trabajando aún a costa de mi vida y me he dedicado a lo que verdaderamente importa, a que la familia esté bien avenida. No sin esforzarme lo mío, os tengo que confesar. Pero el trabajo está hecho y ha sido gracias a Paco Martínez Soria en La Ciudad No Es Para Mi.


No seáis pánfilos. No despreciéis los valores tradicionales sólo porque no están de moda. Aprovechándose de ello, los malos han hecho de vosotros lo que han querido y os han reducido a tristes curritos cuya identidad sólo depende del trabajo que desempeñáis. Y como no tenéis a nada más a lo que agarraros defendéis ese hierbajo patético pero que para vosotros lo es todo, porque habéis olvidado a la abuela, a papá, a mamá, a vuestros hermanos y primos sólo porque no son hipsters, como vosotros. Habéis caído en la trampa de patitas. Rezad a Dios para que esto tenga remedio todavía.

Molad un poco más. Llegad a Madrid y preguntad por la Calle Anchota, cuando en realidad es la Calle Atocha. Eso sí que mola. No las series.