A mi Metal Gear, miren, no. No tengo
miedo a que se me echen encima todos los niños rata porque yo uso
Ratibrom, que mata al ratón cabrón. Estoy inmunizado.
Metar Gear parece una saga diseñada
para mi, al menos en sus orígenes, Metal Gear Solid. Sí, ya sé que
hay por lo menos otro, en NES, pero Solid es el que hizo de Metal
Gear lo que es. Metal Gear es la saga de infiltración por
excelencia, con permiso de Hitman. Por eso parece diseñada para mi.
Yo me infiltro en las líneas el enemigas aparentando ser lo que no
soy y estudio sus métodos, me fijo en sus puntos débiles como un
ninja. Preparo una estrategia para golpearles cuando no miran y
robarles ese tesoro que tan celosamente guardan. Pero Metal Gear
Solid no me gustó y este, que encima de infiltración no tiene nada,
tampoco.
No, no es problema mío, me temo,
porque el que sí que me flipó mucho es Commandos Behind the Enemy
Lines, que ese también era de infiltración. Quizás porque era un
juego español y yo soy muy de ESPAÑA.
Supongo que Metal Gear no me gusta
porque los videojuegos son como los anuncios, llevan la impronta del
alma de su director creativo. Y el director creativo de Metal Gear es
Hideo Kojima, el Guardiola japonés. Y a mi Guardiola no.
Si Hideo Kojima no me gusta es porque,
como Guardiola, esconde su falta de virilidad tras un enorme discurso
lleno de palabras, palabras, palabras. ¡Cuántas palabras! ¡Con lo
bien que sabe una hostia en plena cara! Ahí entiendes todo lo que
hay que entender. No me cuentes tu vida, Hideo. Di, claramente, que
eres tan cabrón como yo y ahí podremos resolver los problemas
rápido. Pero si insistes en contarme por enésima vez Por Qué Los
Pájaros Maman no me dejarás otra opción que usar tus propias armas
y clavarte un kunai en la yugular, como tú pretendes hacer conmigo,
sólo que antes y mejor que tú. No es nada personal, sólo negocios.
Metal Gear Rising Revengance está
desarrollado por Platinum Games, los otros Guardiolas del mundo de
los videojuegos. Aquí se han juntado el hambre con las ganas de
comer. Los gráficos son Apabullantes y el rollo de usar un sable
para cortar al enemigo como mejor te plazca, en mil direcciones
diferentes, mola, al menos sobre el papel. En la práctica no consigo
disfrutar.
A este juego he durado poquísimo, me
aburre en cero coma. Es una putada, porque es muy chulo y te gustaría
seguir jugando, pero la jugabilidad es tan teórica, tan Guardiola,
tan Hideo, tan Platinum, que me deja frío. Sí, sí, si no dudo que
eso de poder usar una espada en mil direcciones diferentes y que los
objetos se corten en mil trocitos diferentes sea guay, pero para eso
tengo Fruit Ninja que es un millón de veces más divertido. Y
gratis, encima.
Hideo me cae mal. Es el típico
listillo que se le ve en la mirada todo el resentimiento acumulado a
lo largo de su vida. No tengo nada en contra de los resentidos, pero
sí lo tengo en contra de cómo lo manifiestan. Prefiero mil veces al
berserker John Romero, un puto loco que Hace Pagar Al Mundo Sus
Pecados con Doom, a fuerza de disparos, disparos y más disparos, que
a este ninja de chichinabo que de un codazo en el ojo lo dejas
llorando. Aquí resentidos estamos todos, lo que nos diferencia a
unos de otros es el estilo.
Supongo que, como ninja, soy mucho más
crítico con otros ninjas que con los demás tipos de guerreros.
Admiro más al berserker porque yo no soy un berserker, me arrodillo
ante ese despliegue de poderío físico porque yo no lo tengo.
Supongo que el berserker también admirará mi inteligencia y eso es
lo que nos convierte en un equipo invencible. Así que cuando el
berserker y yo tenemos enfrente a Hideo Kojima hago que mi amigo se
agache para que yo pueda hablarle al oído y le advierto de las
trampas que Hideo planea contra él. No te preocupes, tío, tú
tienes al mejor ninja del mundo de tu lado. Ninguno de estos
pazguatos te podrá tocar un pelo mientras yo esté contigo. Y
vigila, porque esas carantoñas que te están haciendo tienen hiel.
¿No lo comprendes? Quieren robarte la cartera.
¡Ah, los videojuegos! ¡Cómo me
gustan! ¡Cómo me inspiran!