lunes, 1 de agosto de 2016

Metal Gear Rising Revengance

A mi Metal Gear, miren, no. No tengo miedo a que se me echen encima todos los niños rata porque yo uso Ratibrom, que mata al ratón cabrón. Estoy inmunizado.


Metar Gear parece una saga diseñada para mi, al menos en sus orígenes, Metal Gear Solid. Sí, ya sé que hay por lo menos otro, en NES, pero Solid es el que hizo de Metal Gear lo que es. Metal Gear es la saga de infiltración por excelencia, con permiso de Hitman. Por eso parece diseñada para mi. Yo me infiltro en las líneas el enemigas aparentando ser lo que no soy y estudio sus métodos, me fijo en sus puntos débiles como un ninja. Preparo una estrategia para golpearles cuando no miran y robarles ese tesoro que tan celosamente guardan. Pero Metal Gear Solid no me gustó y este, que encima de infiltración no tiene nada, tampoco.

No, no es problema mío, me temo, porque el que sí que me flipó mucho es Commandos Behind the Enemy Lines, que ese también era de infiltración. Quizás porque era un juego español y yo soy muy de ESPAÑA.

Supongo que Metal Gear no me gusta porque los videojuegos son como los anuncios, llevan la impronta del alma de su director creativo. Y el director creativo de Metal Gear es Hideo Kojima, el Guardiola japonés. Y a mi Guardiola no.

Si Hideo Kojima no me gusta es porque, como Guardiola, esconde su falta de virilidad tras un enorme discurso lleno de palabras, palabras, palabras. ¡Cuántas palabras! ¡Con lo bien que sabe una hostia en plena cara! Ahí entiendes todo lo que hay que entender. No me cuentes tu vida, Hideo. Di, claramente, que eres tan cabrón como yo y ahí podremos resolver los problemas rápido. Pero si insistes en contarme por enésima vez Por Qué Los Pájaros Maman no me dejarás otra opción que usar tus propias armas y clavarte un kunai en la yugular, como tú pretendes hacer conmigo, sólo que antes y mejor que tú. No es nada personal, sólo negocios.


Metal Gear Rising Revengance está desarrollado por Platinum Games, los otros Guardiolas del mundo de los videojuegos. Aquí se han juntado el hambre con las ganas de comer. Los gráficos son Apabullantes y el rollo de usar un sable para cortar al enemigo como mejor te plazca, en mil direcciones diferentes, mola, al menos sobre el papel. En la práctica no consigo disfrutar.

A este juego he durado poquísimo, me aburre en cero coma. Es una putada, porque es muy chulo y te gustaría seguir jugando, pero la jugabilidad es tan teórica, tan Guardiola, tan Hideo, tan Platinum, que me deja frío. Sí, sí, si no dudo que eso de poder usar una espada en mil direcciones diferentes y que los objetos se corten en mil trocitos diferentes sea guay, pero para eso tengo Fruit Ninja que es un millón de veces más divertido. Y gratis, encima.

Hideo me cae mal. Es el típico listillo que se le ve en la mirada todo el resentimiento acumulado a lo largo de su vida. No tengo nada en contra de los resentidos, pero sí lo tengo en contra de cómo lo manifiestan. Prefiero mil veces al berserker John Romero, un puto loco que Hace Pagar Al Mundo Sus Pecados con Doom, a fuerza de disparos, disparos y más disparos, que a este ninja de chichinabo que de un codazo en el ojo lo dejas llorando. Aquí resentidos estamos todos, lo que nos diferencia a unos de otros es el estilo.

Supongo que, como ninja, soy mucho más crítico con otros ninjas que con los demás tipos de guerreros. Admiro más al berserker porque yo no soy un berserker, me arrodillo ante ese despliegue de poderío físico porque yo no lo tengo. Supongo que el berserker también admirará mi inteligencia y eso es lo que nos convierte en un equipo invencible. Así que cuando el berserker y yo tenemos enfrente a Hideo Kojima hago que mi amigo se agache para que yo pueda hablarle al oído y le advierto de las trampas que Hideo planea contra él. No te preocupes, tío, tú tienes al mejor ninja del mundo de tu lado. Ninguno de estos pazguatos te podrá tocar un pelo mientras yo esté contigo. Y vigila, porque esas carantoñas que te están haciendo tienen hiel. ¿No lo comprendes? Quieren robarte la cartera.


¡Ah, los videojuegos! ¡Cómo me gustan! ¡Cómo me inspiran!