martes, 2 de agosto de 2016

Mirror´s Edge

Mirror´s Edge. El borde del espejo. ¿Cómo te quedas? ¿Imaginas algo más evocador? No, porque el borde del cristal no sería lo mismo, porque en el espejo te reflejas. Y eso evoca más que un cristal transparente.


El argumento de “un futuro no lejano en el que las grandes corporaciones lo dominan todo” tiene que dejar de ser un argumento válido, porque ya vivimos en ese futuro no lejano. Los argumentos que antes eran distópicos hoy son mero costumbrismo.

Hoy el costumbrismo son las enfermedades de la mente que surgen al vivir en ese escenario: absentismo laboral, depresión profunda, la proliferación de los coach, regreso a la naturaleza, cagarse en el expendedor de jabón de la empresa como leí el otro día en un artículo que colgaron en LinkedIn... Lo que antes eran desvaríos de novelista hoy son las cosas que nos rodean. Y yo digo ¿y qué? Tengo el organismo hecho a todo.


Cuando mi corazón me alertó de que este era el futuro que se nos venía, inminente, encima de nuestras espaldas, casi me hago caca encima. ¡Diablos, tengo que poner mis barbas a remojar! ¡Lo que viene es gordo! ¡Pero gordo-gordo! Yo antes me dedicaba a “detectar tendencias” y cuando detecté esta mi habilidad jugó contra mi. Si “hueles” que van a volver los pantalones de campana, pues chico, no tienes más que irte a la típica tienda de segunda mano y comprarte unos putos pantalones de campana. Te los pones, la gente dice “pero dónde vas con eso”, la gente se acaba por dar cuenta de que tú tenías razón y ellos se acaban por comprar unos. Nada grave, business as usual. Pero claro, si lo que detectas es que dentro de poco vas a vivir en Un Mundo Feliz la cosa ya pasa de castaño oscuro. Ya no vale con gastarte 20 pavos como mucho en unos pantalones. Ahora tienes que esforzarte de verdad. Y eso para una sociedad narcotizada acostumbrada a conseguirlo todo vía consumo es un reto que no todos son capaces de afrontar.


Me temo que “detectar tendencias” es un trabajo muerto, como me di cuenta hace tiempo, infalible. Las tendencias tenían sentido en el mundo en el que vivíamos antes de 2008. Me gusta decir, para hacerme el sabio, que la modernidad es la expresión de la voluntad de Dios en el mundo moderno. Las tendencias es el adelanto que te dice Dios al oído de los planes que tiene para su Obra en el futuro. “Quiero que aprendáis esto, hijos”, te dice Dios, y tú obedeces porque sabes que Él es infalible. Es el jefe que siempre soñaste tener. Cuando has aprendido lo que tenías que aprender de una tendencia esa tendencia muere y aparece otra, lo mismo que tras la lección 7 del libro de matemáticas viene la 8. Pero en 2008 acabamos el libro, acabó el COU. Tocaba preparar la selectividad porque dentro de poco vas a estar en la universidad.

Yo, que soy el típico empollín, disfruto mucho aprendiendo. Es lo único que me mueve, en realidad. Por eso soy bueno en estas lides. Hay gente que eso de estudiar le produce urticaria y por eso va muy atrasado en las tendencias. Son como los zoquetes de la clase, van pasando cursos a trompicones porque, bueno, porque hay que pasarlos, pero no disfrutan del proceso. A mi realmente me motiva y por eso saco sobresalientes. Si no, de qué.

Así que tras aprobar la selectividad (con nota, como se puede esperar de mi) ya estoy en la universidad. ¡Hostia puta, esto es más grande que el puto cole! ¡Esto es... inmenso! ¡Hay un montón de facultades y un montón de asignaturas por facultad! ¿En qué me matriculo? ¿Qué hago? Esto es enorme.


Ahora también me doy cuenta de que “los malos” que iban a crear un mundo ultratecnificado megacorporativo no eran tan malos como yo pensaba. No eran “los malos”, eran aquellos que tenían que crear una estructura lo suficientemente fuerte como para albergar todo el conocimiento que vamos a recibir a partir de ahora. El mundo de antes de 2008 era de chichinabo, flojito, endeble. Era como un cauce que no podía soportar los litros y litros de agua que iban a llegar tras 2016.

Como yo estoy acostumbrado a ser “el malo” por hacer cosas que la gente no entiende no puedo sino tener cierta comprensión mística por los Donald Trump de turno. Sospecho que más que malos son incomprendidos, como yo. Así que aunque en teoría son mis enemigos porque, ya sabes, “yo soy de izquierdas y ellos de derechas”, no puedo evitar pensar que todos estamos trabajando en lo mismo. Cada uno en su especialidad.

Un cerebro como el mío no cabe en un cuerpo más pequeño que el de Donald Trump. Igual me estoy equivocando, pero aquí yo te cuento mis sensaciones más prístinas, en primicia. Para leer algo más pequeño, insisto, vete al resto de Internet. Por otro lado, entiendo que Donald Trump está suplicando por que aparezca un cerebro como el mío para que llene el enorme cauce que tiene planeado crear.


Suelo hablar mucho por intuiciones y la gente no me entiende. Últimamente soltaba la perla “el futuro es la coalición PP-Podemos”. Como digo es una intuición y una forma de expresarla, no te lo tomes al pie de la letra. Lo que creo decir cuando suelto eso, como el brujo de la tribu en éxtasis tras haberse puesto de peyote, es que el futuro pasa por que las grandes estructuras y los grandes conocimientos están destinados a unirse. ¿Para qué existen las grandes estructuras si no es para albergar grandes conocimientos? ¿Cómo pueden explayarse los grandes conocimientos sin grandes estructuras? Los unos nos necesitamos a los otros.

En mi época espiritual-mística-vudú aprendí que la parte masculina de la vida es como el cauce del río; la femenina, como el agua. Si el femenino no llena al masculino el río es una mierda; si el masculino no es capaz de albergar al femenino, el río se desborda. Y, francamente, un femenino como el que yo tengo, sin un cauce grandote y robusto, se vuelve loco. Así que no puedo dar sino gracias a que hayan pasado las cosas como han pasado. Ahora sí siento que tengo cauce suficiente para fluir.


Ah, el juego. Pues sí, sí, es un plataformas en primera persona. Esa es su gracia. Está muy bien, tiene un punto de juego de culto y pronto saldrá la segunda parte, que en vez de tener caminos predefinidos por los que ir será de mundo abierto.

Como veis, una metáfora de lo que digo.

Joder, soy la polla. ¿O no soy la polla?