domingo, 7 de agosto de 2016

Monster House

Ah, las casa encantadas. ¡No he visitado ninguna! ¡Ya me vale! Pero lo compenso con las excursiones que hacíamos a los sótanos del colegio. Allí vivía el misterio y, pertrechados con linternas los viernes por la tarde, nos aventurábamos a descubrir qué secretos guardaban.


Los secretos era la despensa. Pasa como en las personas. Aquella parte de su corazón que jamás te descubren es su despensa. De aquello de lo que se alimentan. ¿De qué se alimentará este pichón? Ah, de rabia. Muy interesante. ¿Y este pipiolo? Ah, del más sucio autodesprecio. Lo tengo muy visto, lo siento.

Yo, que no soy vuestra madre, no soy quién para aconsejaros sobre vuestra dieta. Pero si me consideráis un amigo aceptad que os sugiera comer algo más ligerito. Algo de admiración por ti mismo iría bien. Algo de respeto, con eso te basta. Son hidratos de carbono, no son prístinos pero funcionan.

Quizás un Red Bull repleto de alegría de vivir y un Twix de mandarlo todo a tomar por culo.


He cometido el mismo pecado que todos los dietistas, recomendarte lo que me sienta bien a mi.

Perdona este error de aprendiz y, si eres tan amable, capta la esencia de lo que te quiero decir.

Monster House trata sobre una casa caprichosa. Por la negativa en redondo a madurar condena a su dueño al eterno mal humor. A pelearse con cada niño que se acerca a su césped.

Pasaré directamente al destripamiento de la película: la casa está encantada por el fantasma de la gorda mujer del dueño que no quiere que la abandone nunca. Claro, como está tan gorda cree que nadie la querrá. Definitivamente, a mi me obviaron en el guión, porque de incluirme toda la premisa se desvanece.

¡Cómo son las troncas! ¿Eh, tíos? ¡Qué posesivas, la puta que las parió! ¡Serás mío o de nadie más! ¡Y luego somos nosotros los chungos! Joder, nena, relaja, que te va a dar un ictus. Que no me voy, tonta, tranquila. Always by your side.

Pero como yo soy igual pues sello el pacto de sangre. Esa es la parte que no te cuento, cariño, para que la culpa recaiga sobre ti. Truco de perro viejo.


Esta es una de esas muy buenas pelis que si, para mi gusto, ojo, fuera un poquitín menos densa sería perfecta. Es como esos garbanzos excesivamente aceitosos que preparé antes de ayer. A ver, me los como, con el hambre que tengo, pero eso de que floten en aceite... Mmmmm... Se arruina el buqué. ¿No os parece?

No hay problema, a buen hambre no hay pan duro. Y los garbanzos, aparte de eso, estaban muy bien. Como la peli.

Los gráficos son así como “intentando no parecernos a Pixar, por favor” pero sin conseguir encontrar una identidad propia. Cuánto lo siento.

Y ya está. Esa el la peli. Muy buena, ¿eh? No te puede faltar.