jueves, 11 de agosto de 2016

Phantasy Star Universe


¡Ah, Sega! ¡Cuán palote me pones! ¿Es incompetencia o genio? ¿Qué es lo tuyo? Por favor, resuélveme esta duda, no me deja dormir.


No sé qué opción prefiero. Las dos son maravillosas. ¿Nos estás tomando el pelo a todos? ¿Es eso? ¿Ese es tu plan maquiavélico? En verdad me intrigas.

¿Cómo llegaste a ser lo que eres, Sega? Porque aquí las piezas no encajan. El que te vea hoy en día, no sé, es que no te toma en serio. Un niño que no sepa lo que son la Mega Drive o la Master System no te toma en serio. ¿Qué pasa, aquí, entonces? Tu alma no ha cambiado del todo, es... Es lo mismo. Tú sigues siendo la misma.


Soy adicto al escudriñar el corazón de mis adversarios, por placer personal, evidentemente, pero también por filantropía. Para ser capaz de forjar esa aguja de plata y clavártela exactamente ahí donde te duele. Yo fui a un acupuntor y, créeme, yo tengo mucha más pericia que ese señor. Estás en buenas manos.

Cuéntame, Sega. ¿Fue Sonic una carambola? ¿Es eso? Bueno, Sonic CD tenía el alma intacta del primer Sonic, por tanto una carambola no fue. ¿No volvisteis a trabajar con esa gente? Pues craso error, porque os dieron aquello de lo que bebéis aún hoy en día.

¡Confiesa!

No me digas que tengo que jugar a que me sigo creyendo que tú, no, si en realidad nunca quisiste tener éxito. Era todo por amor a los videojuegos. Que no, Sega, que no, que eso no cuela. Lo tuviste y lo perdiste. Ya está. Ese es el problema.

¿Te pasa como a Aznar? ¿No has sabido encajar haber perdido su pequeño trono? Me temo que por aquí van los tiros.


Bueno, Sega, tampoco pasa nada. ¿Ves? Me enamoras hasta por lo tonta que eres. ¿No ves que conmigo no tienes que fingir porque te voy a querer igual? Tu pureza es tan prístina que voy a llorar.

Contemplarte, Sega, es la redención. Es contemplar por qué todo no puede ser más que puro. Es entender que el más mínimo atisbo de enfado no es más que un error de la percepción. Tal es tu importancia, Sega. Y me niegas tu visión completa sólo por un tropiezo. ¡Ah, Sega! ¡En verdad te quiero porque sin ti el mundo carece de sentido! ¡Y no es una forma de hablar!


Sega, mi querida amiga, nadie quiere que vuelvas a ser como antes. Nadie quiere que purgues un pecado que, créeme, no existe. Con que te tumbaras a la bartola durante el resto de la eternidad tu trabajo ya estaría completado. No, Sega, nadie quiere eso de ti. ¿Qué queremos, entonces?

Tu existencia es el mayor de los regalos. No tienes que dedicarte más que a eso. Sólo tienes que hacer lo que te sale hacer. No tengas en cuenta estudios de mercado, análisis de tendencias u opiniones de milennials. Eso es demasiado burdo para ti. Prestarle atención a eso es escupirnos a la cara a todos los demás.

No, no, tampoco tienes que ser como Nintendo. Nintendo ha llegado donde ha llegado sin siquiera pretenderlo. No era tu enemigo, era el gusano comearena que, sencillamente, tenía un camino marcado por el destino. Y tú ahí, haciendo publicidad agresiva contra ella. Ahí, sí, he de reconocerlo, hiciste el mayor de los ridículos, Sega.


No te preocupes por nada, Sega. Sonic Boom mola muchísimo. Si la caja del juego viniera vacía aún así mola muchísimo. Porque es una caja de Wii U, y las cajas de Wii U molan. Porque el rediseño de los personajes, aunque impopular, mola bastante. Es innegable. Porque se llama Sonic Boom, como el movimiento especial de Guile y como la tienda de instrumentos musicales de Austin & Ally. Es una puta pasada, Sega. Tú tranquila.

Así que Sega, cariño, mi amor, ven aquí. Abrázame fuerte y prométeme que mañana habrás olvidado ese espantoso, espantoso pasado. ¡Ah, qué espantoso! ¡Haber sido la otra compañía de videojuegos! ¡La que reverencian los punks! ¡La que es símbolo de atizarle en la boca al establishment! ¡La que se folla por el culo a Nintendo para quitarle el corsé de parecer tan buenecita! ¡La que le da el gusto que ella realmente busca!

¡Oh, sí, Sega, qué pena me das! ¡Haber sido Goya, Quevedo, Prince, Álvarez Rabo! ¡Pobrecita de ti! ¡Tus pelotas, como tú, son impresionantes! ¡Mira, hasta me estoy enfadando de la caradura que tienes!


¿Sabes lo que darían los demás por tener lo que tú tienes? Los dos brazos y las dos piernas. Y el pene. Y el tronco. Y la cabeza. Se quedarían ahí, plof, en un cerebro en el suelo. Nada más. Todo eso darían.

Así que, tía, no sé, ponte guapa y ven a bailar. ¿No?