¡Ah, Sega! ¡Cuán palote me pones!
¿Es incompetencia o genio? ¿Qué es lo tuyo? Por favor, resuélveme
esta duda, no me deja dormir.
No sé qué opción prefiero. Las dos
son maravillosas. ¿Nos estás tomando el pelo a todos? ¿Es eso?
¿Ese es tu plan maquiavélico? En verdad me intrigas.
¿Cómo llegaste a ser lo que eres,
Sega? Porque aquí las piezas no encajan. El que te vea hoy en día,
no sé, es que no te toma en serio. Un niño que no sepa lo que son
la Mega Drive o la Master System no te toma en serio. ¿Qué pasa,
aquí, entonces? Tu alma no ha cambiado del todo, es... Es lo mismo.
Tú sigues siendo la misma.
Soy adicto al escudriñar el corazón
de mis adversarios, por placer personal, evidentemente, pero también
por filantropía. Para ser capaz de forjar esa aguja de plata y
clavártela exactamente ahí donde te duele. Yo fui a un acupuntor y,
créeme, yo tengo mucha más pericia que ese señor. Estás en buenas
manos.
Cuéntame, Sega. ¿Fue Sonic una
carambola? ¿Es eso? Bueno, Sonic CD tenía el alma intacta del
primer Sonic, por tanto una carambola no fue. ¿No volvisteis a
trabajar con esa gente? Pues craso error, porque os dieron aquello de
lo que bebéis aún hoy en día.
¡Confiesa!
No me digas que tengo que jugar a que
me sigo creyendo que tú, no, si en realidad nunca quisiste tener
éxito. Era todo por amor a los videojuegos. Que no, Sega, que no,
que eso no cuela. Lo tuviste y lo perdiste. Ya está. Ese es el
problema.
¿Te pasa como a Aznar? ¿No has sabido
encajar haber perdido su pequeño trono? Me temo que por aquí van
los tiros.
Bueno, Sega, tampoco pasa nada. ¿Ves?
Me enamoras hasta por lo tonta que eres. ¿No ves que conmigo no
tienes que fingir porque te voy a querer igual? Tu pureza es tan
prístina que voy a llorar.
Contemplarte, Sega, es la redención.
Es contemplar por qué todo no puede ser más que puro. Es entender
que el más mínimo atisbo de enfado no es más que un error de la
percepción. Tal es tu importancia, Sega. Y me niegas tu visión
completa sólo por un tropiezo. ¡Ah, Sega! ¡En verdad te quiero
porque sin ti el mundo carece de sentido! ¡Y no es una forma de
hablar!
Sega, mi querida amiga, nadie quiere
que vuelvas a ser como antes. Nadie quiere que purgues un pecado que,
créeme, no existe. Con que te tumbaras a la bartola durante el resto
de la eternidad tu trabajo ya estaría completado. No, Sega, nadie
quiere eso de ti. ¿Qué queremos, entonces?
Tu existencia es el mayor de los
regalos. No tienes que dedicarte más que a eso. Sólo tienes que
hacer lo que te sale hacer. No tengas en cuenta estudios de mercado,
análisis de tendencias u opiniones de milennials. Eso es demasiado
burdo para ti. Prestarle atención a eso es escupirnos a la cara a
todos los demás.
No, no, tampoco tienes que ser como
Nintendo. Nintendo ha llegado donde ha llegado sin siquiera
pretenderlo. No era tu enemigo, era el gusano comearena que,
sencillamente, tenía un camino marcado por el destino. Y tú ahí,
haciendo publicidad agresiva contra ella. Ahí, sí, he de
reconocerlo, hiciste el mayor de los ridículos, Sega.
No te preocupes por nada, Sega. Sonic
Boom mola muchísimo. Si la caja del juego viniera vacía aún así
mola muchísimo. Porque es una caja de Wii U, y las cajas de Wii U
molan. Porque el rediseño de los personajes, aunque impopular, mola
bastante. Es innegable. Porque se llama Sonic Boom, como el
movimiento especial de Guile y como la tienda de instrumentos
musicales de Austin & Ally. Es una puta pasada, Sega. Tú
tranquila.
Así que Sega, cariño, mi amor, ven
aquí. Abrázame fuerte y prométeme que mañana habrás olvidado ese
espantoso, espantoso pasado. ¡Ah, qué espantoso! ¡Haber sido la
otra compañía de videojuegos! ¡La que reverencian los punks! ¡La
que es símbolo de atizarle en la boca al establishment! ¡La que se
folla por el culo a Nintendo para quitarle el corsé de parecer tan
buenecita! ¡La que le da el gusto que ella realmente busca!
¡Oh, sí, Sega, qué pena me das!
¡Haber sido Goya, Quevedo, Prince, Álvarez Rabo! ¡Pobrecita de ti!
¡Tus pelotas, como tú, son impresionantes! ¡Mira, hasta me estoy
enfadando de la caradura que tienes!
¿Sabes lo que darían los demás por
tener lo que tú tienes? Los dos brazos y las dos piernas. Y el pene.
Y el tronco. Y la cabeza. Se quedarían ahí, plof, en un cerebro en
el suelo. Nada más. Todo eso darían.
Así que, tía, no sé, ponte guapa y
ven a bailar. ¿No?